17/3/23

De país humillado a potencia humillante

Por Eduardo Galeano

A mediados del siglo diecinueve, amenazado por los buques de guerra que apuntaban contra sus costas, el Japón aceptó tratados inaceptables.

Contra esas humillaciones, impuestas por las potencias occidentales, nació el Japón moderno.

Un nuevo emperador inauguró la era Meiji, y el estado japonés, encarnado en su sagrada figura,

creó y protegió fábricas, de propiedad pública, que desarrollaron sesenta sectores de la actividad industrial,

contrató técnicos europeos que adiestraron a los técnicos japoneses y los pusieron al día,

fundó una red pública de trenes y telégrafos,

nacionalizó la tierra de los señores feudales,

organizó un ejército nuevo, que derrotó a los samurais y los obligó a mudar de oficio,

impuso la enseñanza pública gratuita y obligatoria

y multiplicó los astilleros y los bancos.

Fukuzama Yukichi, que fundó la universidad más importante de la era Meiji, resumió así ese programa de gobierno:

Ningún país debería tener miedo de defender su libertad contra toda interferencia, aunque el mundo entero sea hostil.

Y así Japón pudo anular los tratados maltratantes que le habían sido impuestos, y el país humillado se convirtió en potencia humillante. Bien lo supieron, más temprano que tarde, China, Corea y otros vecinos.

Fuente: Galeano, E. (2008), Espejos, Siglo XXI, Buenos Aires.

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