Por Mario Bunge
¿Qué
hacer en el Tercer Mundo, donde la población continúa creciendo y la
superpoblación perpetúa la pobreza y, en ocasiones, causa guerras por las
tierras, el agua u otros recursos naturales? Lo que la gente ha venido haciendo
desde tiempos inmemoriales es morirse de hambre, matar a las niñas o, si
sobreviven, rechazarlas; luchar por la tierra o el agua, o emigrar. ¿Hay algo
que un Gobierno pueda hacer para cambiar este lamentable estado de cosas? Se
han probado dos políticas demográficas muy diferentes, en China y en la India,
los países más poblados de la Tierra. Malthus y Condorcet sugirieron estas
políticas alternativas a finales del siglo XVIII.
Malthus, clérigo y economista, propuso la
«restricción moral» obligatoria: la abstinencia sexual en lugar del control
artificial de la natalidad. En cambio, el politólogo y matemático Condorcet
previó correctamente que los avances científicos llevarían a un aumento de la
productividad de la tierra y que la educación universal convencería a la gente
de practicar la planificación familiar. En resumen, mientras que el igualitario
marqués era partidario de una política demográfica liberal e ilustrada, el
párroco conservador se inclinó por las restricciones legales y el
adoctrinamiento religioso.
¿Qué resultados han dado estas políticas
demográficas alternativas? Los chinos han tenido un éxito espectacular en el
uso de la coerción para reducir la tasa de nacimientos de 7,55 nacimientos por
mujer, en 1962, a 1,7 en 2004, mientras que, en el mismo período, la tasa india
se redujo de 4,71 a 2,87. Pero el precio pagado por el pueblo chino no es
insignificante: una proporción de sexos muy elevada, sesgada hacia los varones
(1,17), una generación de «pequeños emperadores» mimados, el rechazo de las
niñas no deseadas y una nueva restricción autoritaria que llega desde arriba.
En cambio, el éxito demográfico indio, si
bien más modesto, ha sido también cultural y político. Según Sen, en los estados
indios de Kerala y Tamil Nadu, está reducción en las tasas de natalidad fue
resultado de una mejor educación y asistencia sanitaria, tanto de mujeres como
de hombres, así como de la igualdad entre los sexos. El éxito iraní en
planificación familiar es todavía más espectacular: su tasa de fertilidad cayó
de 5,6 nacimientos por mujer en 1985 a 2,0 en 2000. Como los Gobiernos indios
de Kerala y Tamil Nadu, las autoridades iraníes adoptaron la política
demográfica liberal e ilustrada de Condorcet. Pusieron una gran confianza en la
información, educación y una vasta red de asistencia sanitaria que incluía la
salud reproductiva, apoyada no solo por la ONU, sino también,
sorprendentemente, por el clero islámico.
Fuente:
Bunge, M. (2009), Filosofía política, Gedisa, Barcelona.
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