Por Roberto Bolaño
Hay cosas más raras que la sacrofobia,
dijo Elvira Campos, sobre todo si tenemos en cuenta que estamos en México y que
aquí la religión siempre ha sido un problema, de hecho, yo diría que todos los
mexicanos, en el fondo, padecemos de sacrofobia. Piensa, por ejemplo, en un
miedo clásico, la gefidrofobia. Es algo que padecen muchas personas. ¿Qué es la
gefidrofobia?, dijo Juan de Dios Martínez. Es el miedo a cruzar puentes. Es
cierto, yo conocí a un tipo, bueno, en realidad era un niño, que siempre que cruzaba
un puente temía que éste se cayera, así que los cruzaba corriendo, lo cual
resultaba mucho más peligroso. Es un clásico, dijo Elvira Campos. Otro clásico:
la claustrofobia. Miedo a los espacios cerrados. Y otro más: la agorafobia.
Miedo a los espacios abiertos. Ésos los conozco, dijo Juan de Dios Martínez.
Otro clásico más: la necrofobia. Miedo a los muertos, dijo Juan de Dios
Martínez, he conocido gente así. Si trabajas como policía resulta un lastre.
También está la hematofobia, miedo a la sangre. Muy cierto, dijo Juan de Dios
Martínez. Miedo a las camas. ¿Puede alguien tener miedo o aversión a una cama?
Pues sí, hay gente que sí. Pero esto se puede atenuar durmiendo en el suelo y
no entrando jamás a un dormitorio. Y luego está la tricofobia, que es el miedo
al pelo. Un poco más complicado, ¿verdad? Complicadísimo. Hay casos de
tricofobia que acaban en suicidio. Y también está la verbofobia, que es el
miedo a las palabras. En ese caso lo mejor es quedarse callado, dijo Juan de
Dios Martínez. En un poco más complicado que eso, porque las palabras están en
todas partes, incluso en el silencio, que nunca es un silencio total, ¿verdad?
Y luego tenemos la vestiofobia, que es el miedo a la ropa. Parece raro pero
está mucho más extendido de lo que parece. Y uno relativamente común: la
iatrofobia, que es el miedo a los médicos. O la ginefobia, que es el miedo a la
mujer y que lo padecen, naturalmente, sólo los hombres. Extendidísimo en
México, aunque disfrazado con los ropajes más diversos. ¿No es un poco exagerado?
Ni un ápice: casi todos los mexicanos tienen miedo de las mujeres. No sabría
qué decirle, dijo Juan de Dios Martínez. Luego hay dos miedos que en el fondo
son muy románticos: la ombrofobia y la talasofobia, que son, respectivamente,
el miedo a la lluvia y el miedo al mar. Y otros dos que también tienen algo de
románticos: la antofobia, que es el miedo a las flores, y la dendrofobia, que
es el miedo a los árboles. Algunos mexicanos padecen ginefobia, dijo Juan de
Dios Martínez, pero no todos, no sea usted alarmista. ¿Qué cree usted que es la
optofobia?, dijo la directora. Opto, opto, algo relacionado con los
ojos, híjole, ¿miedo a los ojos? Aún peor: miedo a abrir los ojos. En sentido
figurado, eso contesta lo que me acaba de decir sobre la ginefobia. En sentido literal,
produce trastornos violentos, pérdidas de conocimiento, alucinaciones visuales
y auditivas y un comportamiento, por lo general, agresivo. Conozco, no
personalmente, claro, dos casos en los que el paciente llegó hasta la
automutilación. ¿Se sacó los ojos? Con los dedos, con las uñas, dijo la
directora. Sopas, dijo Juan de Dios Martínez. Luego tenemos, por supuesto, la
pedifobia, que es el miedo a los niños, y la balistofobia, que es el miedo a
las balas. Esa fobia es la mía, dijo Juan de Dios Martínez. Sí, supongo que es
de sentido común, dijo la directora. Y otra fobia, ésta en aumento, es la
tropofobia, que es el miedo a cambiar de situación o lugar. Que se puede
agravar si la tropofobia deviene agirofobia, que es el miedo a las calles o a
cruzar una calle. Sin olvidarnos de la cromofobia, que es el miedo a ciertos
colores, o la nictofobia, que es el miedo a la noche, o la ergofobia, que es el
miedo al trabajo. Un miedo muy extendido es la decidofobia, que es el miedo a
tomas decisiones. Y un miedo que empieza recién a extenderse es la
antropofobia, que es el miedo a la gente. Algunos indios padecen de forma muy
acentuada la astrofobia, que es el miedo a los fenómenos meteorológicos, como
truenos, rayos, relámpagos. Pero las peores fobias, a mi entender, son la
pantofobia, que es tenerle miedo a todo, y la fobofobia, que es el miedo a los
propios miedos. ¿Si usted tuviera que sufrir una de las dos, cuál elegiría? La
fobofobia, dijo Juan de Dios Martínez. Tiene sus inconvenientes, piénselo bien,
dijo la directora. Entre tenerle miedo a todo y tenerle miedo a mi propio
miedo, elijo este último, no se olvide que soy policía y que si le tuviera
miedo a todo no podría trabajar. Pero si les tiene miedo a sus miedos su vida
se puede convertir en una observación constante del miedo, y si éstos se
activan, lo que se produce es un sistema que se alimenta a sí mismo, un rizo
del que resultaría difícil escapar, dijo la directora.
Fuente: Bolaño, R. (2004), 2666,
Anagrama, Barcelona.
No hay comentarios:
Publicar un comentario