12/11/20

¿Por qué no?

 

La gente suele dar por descontado que se encontrará mejor a medida que más dinero posea, aunque también suele estar de acuerdo con la idea de que el dinero no compra la felicidad. El dinero está en la cima de sus prioridades, a la vez que entienden que hay cosas más importantes que el dinero. Esa confusión tal vez pueda diluirse si conocemos que existe un monto por encima del cual el dinero no aumenta la felicidad. En un artículo sobre la búsqueda de la felicidad de la revista Mente y cerebro,1 se lee que «una vez conseguido cierto nivel de prosperidad, el saldo creciente de la cuenta bancaria no hace que uno se sienta cada vez más feliz. De ahí que los habitantes de los países ricos no se sientan más felices en la misma proporción al enorme aumento de prosperidad registrado en los últimos cincuenta o sesenta años. Las encuestas del Instituto Allensbach de demoscopia indican que los alemanes alcanzaron ya el punto crítico de suficiente prosperidad lo más tarde a principios del año 1960. Desde entonces se mantiene más o menos constante el porcentaje de sus ciudadanos felices.» Aunque la cifra puede variar según el costo de vida y la distribución de riqueza de cada país, creo que podemos sacar una valiosa lección utilizando la cifra alemana para el mundo entero. En 1960 la riqueza del alemán promedio era de unos 12.000 dólares anuales.2 En ese año dieciséis países tenían una riqueza igual o superior, y la riqueza del habitante promedio del mundo era de 5.000. En 2000, la riqueza del habitante promedio del mundo había ascendido a 12.000, y cincuenta y siete países tenían una riqueza igual o mayor. Es decir, el siglo comenzó con buena parte de la población mundial en el nivel de prosperidad suficiente, y si la riqueza estuviese muy bien distribuida, todo el mundo lo habría alcanzado. ¿Por qué, si estamos entre los afortunados, no apoyamos una redistribución de la riqueza para elevar el bienestar de nuestros compatriotas que todavía pueden extraerlo de unos ingresos mayores? ¿O mejor aún, por qué no ayudamos a los ciudadanos más pobres de todos los países, sin fijarnos en los límites nacionales? ¿Por qué no?

Notas

1Hartmann, U., U. Schneider y H. M. Emrich (2003), «La búsqueda de la felicidad», Mente y cerebro, 4, pp. 78-83.

2Esta y las siguientes cifras de riqueza se refieren al PIB per cápita real en dólares estadounidense de 2011. Están tomadas de la base de datos del proyecto Maddison, https://www.rug.nl/ggdc/historicaldevelopment/maddison/.

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