26/4/24

Llamas

Por Eduardo Galeano

1948

Bogotá

Invaden el centro de Bogotá las ruanas indias y las alpargatas obreras, manos curtidas por la tierra o por la cal, manos manchadas de aceite de máquinas o de lustre de zapatos, y al torbellino acuden los changadores y los estudiantes y los camareros, las lavanderas del río y las vivanderas del mercado, las sieteamores y los sieteoficios, los buscavidas, los buscamuertes, los buscasuertes: del torbellino se desprende una mujer llevándose cuatro abrigos de piel, todos encima, torpe y feliz como osa enamorada; como conejo huye un hombre con varios collares de perlas en el pescuezo y como tortuga camina otro con una nevera a la espalda.

En las esquinas, niños en harapos dirigen el tránsito, los presos revientan los barrotes de las cárceles, alguien corta a machetazos las mangueras de los bomberos. Bogotá es una inmensa fogata y el cielo una bóveda roja; de los balcones de los ministerios incendiados llueven máquinas de escribir y llueven balazos desde los campanarios de las iglesias en llamas. Los policías se esconden o se cruzan de brazos ante la furia.

Desde el palacio presidencial, se ve venir el río de gente. Las ametralladoras han rechazado ya dos ataques, pero el gentío alcanzó a arrojar contra las puertas del palacio al destripado pelele que había matado a Gaitán.

Doña Bertha, la primera dama, se calza un revólver al cinto y llama por teléfono a su confesor:

Padre, tenga la bondad de llevar a mi hijo a la Embajada americana.

Desde otro teléfono, el presidente, Mariano Ospina Pérez, manda proteger la casa del general Marshall y dicta órdenes contra la chusma alzada. Después, se sienta y espera. El rugido crece desde las calles.

Tres tanques encabezan la embestida contra el palacio presidencial. Los tanques llevan gente encima, gente agitando banderas y gritando el nombre de Gaitán, y detrás arremete la multitud erizada de machetes, hachas y garrotes. No bien llegan a palacio, los tanques se detienen. Giran lentamente las torretas, apuntan hacia atrás y empiezan a matar pueblo a montones.

Fuente: Galeano, E. (1986), Memoria del fuego 3 EL SIGLO DEL VIENTO, Siglo Veintiuno, Madrid.

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