10/2/23

Sigüenza y Góngora

Por Eduardo Galeano

1681

Ciudad de México

Desde fines del año pasado, un cometa incendia el cielo de México. ¿Qué males anuncia el colérico profeta? ¿Qué penas traerá? ¿Se derrumbará el sol sobre la tierra? ¿El sol como gran puño de Dios? ¿Se secará la mar y no quedará ni gota de los ríos?

–Por ninguna razón han de ser infaustos los cometas –responde el sabio a los despavoridos.

Carlos de Sigüenza y Góngora publica su Manifiesto philosofico contra los cometas despojados del imperio que tenían sobre los tímidos, formidable alegato contra la superstición y el miedo. Se desata la polémica entre la astronomía y la astrología, entre la curiosidad humana y la revelación divina. El jesuita alemán Eusebio Francisco Kino, que anda por estas tierras, se apoya en seis fundamentos bíblicos para afirmar que casi todos los cometas son precursores de siniestros, tristes y calamitosos sucesos. Desdeñoso, Kino pretende enmendar la plana de Sigüenza y Góngora, que es hijo de Copérnico y Galileo y otros herejes; y le responde el sabio criollo:

Podrá usted reconocer, al menos, que hay también matemáticos fuera de Alemania, aunque metidos entre los carrizales y espadañas de la mexicana laguna.

Cosmógrafo mayor de la Academia, Sigüenza y Góngora ha intuido la ley de gravedad y cree que otras estrellas han de tener, como el sol, planetas volando alrededor. Valiéndose del cálculo de los eclipses y los cometas, ha conseguido situar las fechas de la historia indígena de México; por ser la tierra su oficio tanto como el cielo, también ha fijado exactamente la longitud de esta ciudad (283° 23' al oeste de Santa Cruz de Tenerife), ha dibujado el primer mapa completo de esta región y ha contado sus sucesos, en verso y prosa, en obras de títulos extravagantes, al uso del siglo.

Fuente: Galeano, E. (1982), Memoria del fuego I. Los nacimientos, Siglo XXI, México, D.F.

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