Por Marvin Harris
Bajo
los auspicios de un programa internacional de desarrollo, expertos australianos
intentaron que los campesinos indios de la provincia de Chimborazo, en Ecuador,
sustituyeran sus tradicionales y escuálidas razas de ovejas por la raza merina
australiana, de alto rendimiento. A pesar de que la oferta era regalárselas si
las usaban para criar, nadie quería las ovejas. Por fin un indio «progresista»
aceptó la oferta y consiguió criar un rebaño de merinas híbridas que tenían
mucha más lana y peso que los rebaños tradicionales indios. Desgraciadamente,
los indios de Chimborazo viven en una sociedad estructurada en castas. Los
granjeros no indios, que viven en los valles más bajos, se molestaron por la
atención prestada a los indios; empezaron a temer que éstos se envalentonaran y
presionaran pidiendo beneficios sociales y económicos, lo cual irían en
perjuicio de sus propios intereses. Alguien se fijó en las ovejas merinas, las
metieron todas en un camión y las robaron. Los ladrones estaban protegidos por
la opinión pública, que, en cualquier caso, consideraba a dichos animales
«demasiado buenos para los indios». El innovador «progresista» fue el único del
pueblo que se quedó sin ovejas. Factores tales como el antagonismo étnico y de
clase social, las oportunidades para robar y la subordinación política de los
campesinos no tienen nada que ver con la pericia para criar ovejas; sin
embargo, tener en cuenta estos factores demostró ser esencial para conseguir
sus objetivos.
Fuente:
Harris, M. (1983), Antropología cultural, Alianza Editorial, Madrid.
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