Por Mario Bunge
Hasta
el momento, el igualitarismo, sea radical, sea matizado, solo se podía defender
con argumentos morales. Ahora también hay argumentos científicos a favor de él:
biopsicológicos y sociopolíticos. Echémosles un vistazo. El argumento
biopsicológico contra la jerarquía social despótica es que estresa tanto como
al jefe como al subordinado por lo que, desde el punto de vista médico, es
peligroso para ambos. En efecto, a partir de los trabajos pioneros de Hans
Seyle, en la década de 1950, se ha sabido que el estrés de cualquier clase
causa todo tipo de enfermedades –cardiovasculares, respiratorias, reumáticas y
psiquiátricas– e incrementa la mortalidad debida a todas las causas. En pocas
palabras, las diferencias sociales extremas perjudican a todos, incluso a los
pocos que obtienen beneficios económicos de estar en la cima. Es interesante
señalar que esto vale para las jerarquías despóticas, pero no para las
jerarquías naturales derivadas de diferencias aceptadas de capacidades o
experiencia.
El argumento sociopolítico contra los
abruptos gradientes socioeconómicos y políticos es que generan resentimiento,
odio y pereza a nivel personal, así como violencia (tanto desde arriba como
desde abajo) a nivel social. Esto, a su vez, produce o intensifica la represión
social, a menos que la gente esté tan anquilosada e intimidada por la
cosmovisión dominante que la idea misma de una revuelta ni siquiera les quepa
en la cabeza, lo cual constituye el motivo de que no hubiera lucha de clases en
las civilizaciones antiguas. Pero la resignación, al final, lleva al
estancamiento. El progreso necesita de la participación y del inconformismo
constructivo. En resumen, la ciencia muestra que la desigualdad injustificada
(o jerarquía despótica) es mala tanto para el individuo como para la sociedad.
En otras palabras, el igualitarismo tiene fundamento tanto científico como
moral.
Fuente:
Bunge, M. (2009), Filosofía política, Gedisa, Barcelona.
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