Por Marvin Harris
Vicos
era una hacienda en las tierras montañosas de Perú, habitada por 373
familias de campesinos indios económicamente explotados, deprimidos y
semejantes a siervos. La Universidad de Cornell arrendó la hacienda y se la
pasó al antropólogo Allen Holmberg con el objetivo de elevar el nivel de vida
de los indios y hacerles económicamente independientes. En el momento de
comenzar el proyecto, la gente de Vicos era incapaz de cultivar lo suficiente
como para autoabastecerse, las tierras de cultivo estaban divididas en miles de
pequeñas parcelas dispersas, su cosecha de patatas normalmente fallaba, y
carecían de motivación para producir excedentes, ya que estaban continuamente
en deuda o a merced de los terratenientes.
Bajo las normas feudales del sistema de la
hacienda, se pidió a los campesinos que trabajaran en las tierras del
dueño tres días a la semana. Holmberg decidió aprovecharse de esta obligación
utilizándola para familiarizar a los campesinos con las variedades mejoradas de
patatas, fertilizantes, fungicidas e insecticidas. Después de comprobar el
éxito de las nuevas semillas y métodos en su trabajo obligatorio en las
parcelas de su nuevo jefe, los campesinos estaban más dispuestos a hacer lo
mismo en sus propias parcelas. Esto resultaba más fácil dándoles por adelantado
las semillas y otros materiales sobre la base de una cosecha común. Los
antropólogos y técnicos supervisaban cuidadosamente el uso de los nuevos
métodos para asegurarse el éxito.
Mientras tanto, se llevaban a cabo otras
actividades: un programa educacional completo; un programa de comida caliente
en la escuela, que introducía frutas y juegos, que anteriormente no formaban
parte de la dieta; también se hacían demostraciones prácticas en la huerta para
cultivar verduras, así como lecciones de coser a máquina, lo que permitía a las
mujeres hacer sus propias ropas. Además, a través de frecuentes discusiones y
encuentros comunales, los campesinos empezaron gradualmente a confiar más unos
en otros y a buscar soluciones de tipo cooperativo y comunal a sus problemas.
La culminación de todos estos cambios fue
la compra de la hacienda por las familias que vivían en ella. Esto
ocurrió en 1962, y junto con mayores ingresos, mejor salud y cultura, el suceso
fue considerado como una clara evidencia del éxito del proyecto.
La vida de la gente de Vicos mejoró
notablemente como resultado de la intervención de Holmberg y otros antropólogos
de acción. Sin embargo, se han expresado ciertas críticas cuando se lo
considera como un modelo de desarrollo para todo el sector campesino de los
Andes peruanos. Las inversiones per cápita del proyecto Cornell-Perú eran
bastante modestas en comparación con las de otros proyectos internacionales, a
pesar de que se habían ocultado costes de inversión que probablemente no se
duplicarían en una escala lo suficientemente amplia como para afectar a una
parte importante del campesinado peruano. Estos costes ocultos se referían al
capital humano y técnico puesto al servicio de Vicos por expertos altamente
especializados, honrados y relativamente desinteresados (incluido Holmberg) que
trabajaban activamente para mejorar todo el grupo de campesinos, y cuyos medios
de vida no estaban basados en las ganancias o impuestos que se podían sacar de
los excedentes producidos por los campesinos. (Estaban pagados por las
universidades y fundaciones, y muchos de ellos trabajaban prácticamente por
nada, como estudiantes graduados esperando ser compensados al obtener sus
doctorados y hacer sus carreras en antropología.) Aunque resulta extremadamente
interesante como prueba de lo que pueden llegar a hacer antropólogos en acción,
que tenían una considerable capacidad de dirigir a la gente a su cargo, el
proyecto Vicos se queda corto a la hora de proporcionar una solución más
general al problema del subdesarrollo.
Fuente:
Harris, M. (1983), Antropología cultural, Alianza Editorial, Madrid.
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