12/9/25

Lesperimento

Por Ernesto Sabato

–A mí me gusta hacé esperimento. ¿Sabé lo qu'hice un día?

Una sonrisa anunciaba que aquel experimento había sido decisivo.

–¿Sabé lo qu'hice? Me fui al zoológico a eso de loración.

–¿Cómo, a loración?

–Ma sí, sonso, a la tardecita. Cuando ya han cerrao el zoológico. ¿Viste la verja que da por la avenida Sarmiento?

–Sí.

–Bueno, era la tardecita, lo pibe ya se habían ido a tomá la leche, lo portero había cerrado la puerta. No había propiamente nadie. Hay que vé lo que entonce é el zoológico. Hacé la prueba.

–¿Qué prueba?

–El zoológico cuando no hay nadie.

–¿Y cómo es, Carlucho?

Carlucho bajó la cabeza y empezó a hacer unos dibujitos con una paja de escoba en la tierra de la vereda.

–É tristísimo murmuró.

–Y bueno, porque no están los pibes, porque no les dan caramelos o galletitas, todo eso.

Carlucho levantó su cara irritada.

–Cuándo aprenderá vo. ¿No te da cuenta, pavote? Cuando están lo chico, lo animale se distraen, claro, cómo no. Bueno fuera. Que un caramelo, que lo manise, que lo bizcochito. Claro que se distraen. A quién má, a quién meno, a todo lo animale le gustan lo chico. No me aparto. ¿Pero entendé? ¡Se DISTRAEN!

Nacho no comprendía. Carlucho lo examinaba como un profesor a un alumno incapaz.

–Supongamo (é un suponé) que a vo se te muere tu padre, pongo por caso, y viene un amigo y te habla de si el partido de River, de si el paro de la CGT, de cosita. Te distraé. No te digo que no lo tengan que hacé, si te quieren. Está bien, é natural, é una buena cosa.

Nacho lo miraba.

–Vo no me entendé. Te lostoy viendo a la cara.

Se concentró. La vena del cuello comenzó a hincharse.

–Lo que quiero decí é que no tiene que habé amigo que te hablen de River. Si no que no se te muera el padre. ¿Entendé lo que te quiero decí?

Observó al chico, para ver si la idea le entraba en la cabeza.

–¿Te da cuenta? No é que yo moponga a que lo chico vayan al zoológico y den manise a lo elefante o bizcochito a lo mono. Lo que te digo é que no tiene que habé zoológico. Por eso hice lesperimento.

–¿Qué experimento?

–Mirá lo animale, a la tardecita, cuando empieza a caé la noche, cuando están solo, lo que se dice solo, sin pibe, sin caramelo, sin nada, lo que se dice nada de nada.

Volvió a hacer dibujitos con la ramita en el suelo y al cabo de un largo silencio levantó su cara y al chico le pareció que sus ojos estaban velados.

–¿Y qué viste, Carlucho? –preguntó, sin saber si debía hacerlo o no.

–¿Qué vi?

Se levantó, arregló unas cajas y después respondió:

–¿Y qué te parece que podía vé? Nada. Lo animale solitario. Eso é lo que vi.

Se sentó y agregó como para sí:

–Había uno animale grandote, una especie de no sé qué. Había que verlo. Está encorvado, mirando el suelo, nada má que mirando el suelo, todo el tiempo. Cada ve má oscuro, y el bicho solito. Tan grandote. Ni se movía pa espantá una mosca. Estaba pensando. ¿Vo creé que lo animale porque no hablan no piensan? Son como lo cristiano: cuidan la cría, acarician lo hijo, lloran cuando matan a la compañera. Así que vaya a sabé lo que pensaba aquel bicho. Y te voy a decí que cuanto má grande má pena me da. No sé, lo bichito chico a vece no me gustan, pa qué no vamos a engañá. Son molesto, como la pulga. Pero eso animale grandote... Un león, pongo por caso. Un popótamo. ¿Te da cuenta lo triste que debe sé no está nunca má a la selva, lo que se dice nunca má? ¿A lo grande río, a lo lago?

Se calló.

–¿Y sabé lo que pasó despué?

–Qué.

–Le hablé.

–¿A quién?

–A quién iba a sé, sonso: al animal ese, bisonte, qué sé yo.

–¿Le hablaste?

–¿Y por qué no? Pero no se movió nada. Claro, capá que no me oía. Maginate, yo no podía ponerme a gritá desde la verja. A vé si me tomaban por loco.

–¿Y qué le decías?

–Y, qué sé yo... Cosa... macanita... Bicho, le decía. Bicho. Y nada.

–¿Y qué podía responder?

–No, natural. Pero al meno que me mirara. Pero nada.

–A lo mejor no te oía.

–Claro, claro. Yo tenía de hablá en vo baja.

Se quedaron en silencio. Después hablaron de otras cosas, pero al final Carlucho volvió a lo mismo:

–¿Sabé una cosa?

–Qué.

–Yo podería ser médico. Pero no veterinario.

–¿Por qué?

–Por ese asunto. Capá que hablan entre ello, seguro que entre ello se entienden como nosotro. Si vo so médico y un tipo te dice me duele esto o esto de má allá, está bien. Podé rumbiá. ¿Pero cóomo hacé pa rumbiá con un popótamo? ¿O con un león? Maginate ese rey de la selva tirado, sin fuerza pa mové la cabeza, que te mira con ojos triste, pidiendo ayuda, confía en vo. A lo mejó, pudriéndose de cáncer y vo sin sabé lo que le pasa.

Lentamente, la tarde de otoño se iba convirtiendo en noche, primero en los lugares más ocultos, en el interior de las casillas de los animales, para ir creciendo luego hacia lo alto, poco a poco, mientras Nacho se empeñaba en seguir viendo a través de la reja, adivinando un elefante, y más allá quizá al mismo bisonte que aquel día Carlucho había contemplado en su experimento, al mismo a quien había dirigido aquella pequeña palabra sin respuesta.

Fuente: Sabato, E. (1974), Abaddón el exterminador, Seix Barral, Barcelona.

5/9/25

Jorge Eliécer Gaitán

Por Eduardo Galeano

1948

Bogotá

El país político, dice Jorge Eliécer Gaitán, nada tiene que ver con el país nacional. Gaitán es jefe del Partido Liberal, pero es también su oveja negra. Lo adoran los pobres de todas las banderas. ¿Qué diferencia hay entre el hambre liberal y el hambre conservadora? ¡El paludismo no es conservador ni liberal!

La voz de Gaitán desata al pueblo que por su boca grita. Este hombre pone al miedo de espaldas. De todas partes acuden a escucharlo, a escucharse, los andrajosos, echando remo a través de la selva y metiendo espuela a los caballos por los caminos. Dicen que cuando Gaitán habla se rompe la niebla en Bogotá; y que hasta en el alto cielo san Pedro para la oreja y no permite que caiga la lluvia sobre las gigantescas concentraciones reunidas a la luz de las antorchas.

El altivo caudillo, enjuto rostro de estatua, denuncia sin pelos en la lengua a la oligarquía y al ventrílocuo imperialista que la tiene sentada en sus rodillas, oligarquía sin vida propia ni palabra propia, y anuncia la reforma agraria y otras verdades que pondrán fin a tan larga mentira.

Si no lo matan, Gaitán será presidente de Colombia. Comprarlo, no se puede. ¿A qué tentación podría sucumbir este hombre que desprecia el placer, que duerme solo, come poco y bebe nada y que no acepta anestesia ni para sacarse una muela?

Fuente: Galeano, E. (1986), Memoria del fuego 3 EL SIGLO DEL VIENTO, Siglo Veintiuno, Madrid.

29/8/25

El Centenario y el amor

Por Eduardo Galeano

1910

Ciudad de México

Por cumplirse cien años de la independencia de México, todos los burdeles de la capital lucen el retrato del presidente Porfirio Díaz.

En la ciudad de México, dos de cada diez mujeres jóvenes ejercen la prostitución. Paz y Orden, Orden y Progreso: la ley regula este oficio tan numeroso. La ley de burdeles, promulgada por don Porfirio, prohíbe practicar el comercio carnal sin el debido disimulo o en las cercanías de escuelas e iglesias. También prohíbe la mezcla de clases sociales –en los burdeles sólo habrá mujeres de la clase a la que pertenezcan los clientes–, a la par que impone controles sanitarios y gravámenes y obliga a las matronas a impedir que sus pupilas salgan a la calle reunidas en grupos que llamen la atención. No siendo en grupos, pueden salir: condenadas a malvivir entre la cama, el hospital y la cárcel, las putas tienen al menos el derecho a uno que otro paseíto por la ciudad. En este sentido, son más afortunadas que los indios. Por orden del presidente, indio mixteco casi puro, los indios no pueden caminar por las avenidas principales ni sentarse en las plazas públicas.

Fuente: Galeano, E. (1986), Memoria del fuego 3 EL SIGLO DEL VIENTO, Siglo Veintiuno, Madrid.

22/8/25

La dignidad del arte

Por Eduardo Galeano

Yo escribo para quienes no pueden leerme. Los de abajo, los que esperan desde hace siglos en la cola de la historia, no saben leer o no tienen con qué.

Cuando me viene el desánimo, me hace bien recordar una lección de dignidad del arte que recibí hace años, en un teatro de Asís, en Italia. Habíamos ido con Helena a ver un espectáculo de pantomima, y no había nadie. Ella y yo éramos los únicos espectadores. Cuando se apagó la luz, se nos sumaron el acomodador y la boletera. Y, sin embargo, los actores, más numerosos que el público, trabajaron aquella noche como si estuvieran viviendo la gloria de un estreno a sala repleta. Hicieron su tarea entregándose enteros, con todo, con alma y vida; y fue una maravilla.

Nuestros aplausos retumbaron en la soledad de la sala. Nosotros aplaudimos hasta despellejarnos las manos.

Fuente: Galeano, E. (1989), El libro de los abrazos, Siglo XXI, Madrid.

15/8/25

El cuerpo es un pecado

Por Eduardo Galeano

En 1854, al cabo de seis años de matrimonio, se divorció el escritor inglés John Ruskin.

Su mujer alegó que él no había cumplido nunca con su deber conyugal, y él se justificó asegurando que ella padecía una anomalía monstruosa.

Ruskin era el crítico de arte más respetado en la Inglaterra victoriana.

Él había visto una incontable cantidad de mujeres desnudas, pintadas, dibujadas o esculpidas, pero no había visto ninguna con vello púbico, ni en la tela, ni en el mármol, ni mucho menos en la cama.

Cuando lo descubrió, en su noche de bodas, la revelación del pelo entre las piernas le arruinó el matrimonio. Esa anomalía monstruosa era una indecencia de la naturaleza, indigna de una dama bien educada y quizás típica de las negras salvajes, que en las selvas se exhiben desnudas, como si todo el cuerpo fuera cara.

Fuente: Galeano, E. (2016), El cazador de historias, Siglo XXI, Ciudad de México.

8/8/25

El precio del arte

Por Eduardo Galeano

Europa había tenido la gentileza de civilizar el África negra. Le había roto el mapa y se había tragado sus pedazos; le había robado el oro, el marfil y los diamantes; le había arrancado a sus hijos más fuertes y los había vendido en los mercados de esclavos.

Para completar la educación de los negros, Europa les obsequió numerosas invasiones militares de castigo y escarmiento.

A fines del siglo diecinueve, los soldados británicos llevaron a cabo, en el reino de Benín, una de esas operaciones pedagógicas. Después de la carnicería, y antes del incendio, se llevaron el botín. Era la mayor colección de arte africano jamás reunida: una enorme cantidad de máscaras, esculturas y tallas arrancadas de los santuarios que les daban vida y amparo.

Esas obras venían de mil años de historia. Su perturbadora belleza despertó, en Londres, alguna curiosidad y ninguna admiración. Los frutos del zoológico africano sólo interesaban a los coleccionistas excéntricos y a los museos dedicados a las costumbres primitivas. Pero cuando la reina Victoria mandó el botín a remate, el dinero alcanzó para pagar todos los gastos de su expedición militar.

El arte de Benín financió, así, la devastación del reino donde ese arte había nacido y sido.

Fuente: Galeano, E. (2004), Bocas del tiempo, Siglo XXI, México, D.F.

1/8/25

La Triple Infamia

Por Eduardo Galeano

1865

Buenos Aires

Mientras en Norteamérica la historia gana una guerra, en América del sur se desencadena otra guerra que la historia perderá. Buenos Aires, Río de Janeiro y Montevideo, los tres puertos que hace medio siglo aniquilaron a José Artigas, se disponen a arrasar el Paraguay.

Bajo las sucesivas dictaduras de Gaspar Rodríguez de Francia, Carlos Antonio López y su hijo Francisco Solano, caudillos de muy absoluto poder, el Paraguay se ha convertido en ejemplo peligroso. Corren los vecinos grave riesgo de contagio: en el Paraguay no mandan los terratenientes, ni los mercaderes especulan, ni asfixian los usureros. Bloqueado desde afuera, el país ha crecido hacia adentro, y sigue creciendo, sin obedecer al mercado mundial ni al capital extranjero. Mientras los demás patalean, ahorcados por sus deudas, el Paraguay no debe un centavo a nadie y camina con sus propias piernas.

El embajador británico en Buenos Aires, Edward Thornton, es el supremo sacerdote de la feroz ceremonia de exorcismo. Argentina, Brasil y Uruguay conjurarán al demonio clavando bayonetas en el pecho de los soberbios.

Fuente: Galeano, E. (1984), Memoria del fuego 2: Las caras y las máscaras, Siglo Veintiuno, Buenos Aires.

25/7/25

El dimorfismo sexual

Por Jesús Mosterín

Normalmente los mamíferos machos tienden tanto más a la poligamia cuanto mayor es el dimorfismo sexual (es decir, la diferencia promedia entre los sexos) de su especie. Los gibones, por ejemplo. son los únicos primates hominoides consistentemente monógamos, y por lo tanto su dimorfismo sexual es nulo: es muy difícil distinguir a un macho de una hembra a simple vista. Los elefantes marinos (Mirounga leonina), por el contrario, tienen un dimorfismo sexual muy marcado, con machos inmensos provistos de «trompa» nasal y un peso de dos toneladas y media, muy distintos de las hembras, cuatro veces más ligeras y carentes de «trompa»; consiguientemente, los machos tienen una acusada tendencia a la poligamia, que algunos, los «sultanes», logran llevar a la práctica, dominando sobre enormes harenes de hembras, mientras la mayoría de los machos, los «solteros», no se comen un rosco y no transmiten sus genes. En mis caminatas por la banquisa (plataforma rocosa plana entre el acantilado y el mar) de la península Valdés (Argentina), observando harenes de elefantes marinos, lo que más me llamaba la atención era la diferencia estética entre los solteros, generalmente guapos, pulidos y con la piel intacta, y los sultanes, feos pero poderosos, con el cuerpo marcado por mil heridas y cicatrices, resultado de las sucesivas peleas en las que han reafirmado su rango.

El dimorfismo sexual entre los humanes es moderado, pero desde luego no nulo. Los hombres norteamericanos de treinta y cinco años pesan un 24 por 100 más que las mujeres de la misma edad; aunque esa diferencia se reduce con el tiempo, sigue siendo del 22 por 100 a los cuarenta y cinco años y del 17 por 100 a los cincuenta y cinco años. En correspondencia con este grado moderado de dimorfismo, los hombres tienen una moderada tendencia a la poligamia o, digamos, al ligue, lo que a veces provoca conflictos con las mujeres, más centradas en establecer una relación estable de pareja. En general, el erotismo masculino es distinto del femenino y a lo largo de la historia ha dado lugar a fenómenos sociales como los harenes, la pornografía y la prostitución, sin parangón entre las mujeres. De todos modos, estos datos promedios ocultan todo tipo de excepciones individuales. Además, tampoco hay que exagerar las diferencia y los conflictos. El erotismo entre hombres y mujeres con frecuencia es profundamente satisfactorio para ambas partes, y unos y otras están genéticamente programados para buscarlo.

Fuente: Mosterín, J. (2006), La naturaleza humana, Espasa Calpe, Madrid.

18/7/25

Cine de terror: Guión para dos actores y algunos extras

Por Eduardo Galeano

1934

Managua

Somoza sale de la casa de Arthur Bliss Lane, embajador de los Estados Unidos.

Sandino llega a la casa de Sacasa, presidente de Nicaragua.

Mientras Somoza se sienta a trabajar con sus oficiales, Sandino se sienta a cenar con el presidente.

Somoza cuenta a sus oficiales que el embajador acaba de darle su apoyo incondicional para matar a Sandino.

Sandino cuenta al presidente los problemas de la cooperativa de Wiwilí, donde él y sus soldados trabajan la tierra desde hace más de un año.

Somoza explica a sus oficiales que Sandino es un comunista enemigo del orden, que tiene escondidas muchas más armas que las que ha entregado.

Sandino explica al presidente que Somoza no lo deja trabajar en paz.

Somoza discute con sus oficiales si Sandino ha de morir por veneno, tiro, incendio de avión o emboscada en las montañas.

Sandino discute con el presidente sobre el creciente poder de la Guardia Nacional, dirigida por Somoza, y le advierte que pronto Somoza lo volteará de un soplido para sentarse en el sillón presidencial.

Somoza termina de resolver algunos detalles prácticos y se despide de sus oficiales.

Sandino termina de beber su café y se despide del presidente.

Somoza marcha al recital de una poetisa y Sandino marcha a la muerte.

Mientras Somoza escucha los sonetos de Zoila Rosa Cárdenas, joven valor de las letras peruanas que distingue al país con su visita, Sandino cae acribillado en un lugar llamado La Calavera, sobre el Camino Solo.

Fuente: Galeano, E. (1986), Memoria del fuego 3 EL SIGLO DEL VIENTO, Siglo Veintiuno, Madrid.

11/7/25

La Guerra Fría

Por Noam Chomsky

Creo que la Guerra Fría ha sido mal interpretada por la izquierda y por la derecha desde el principio. Si repasas lo sucedido realmente durante la Guerra Fría, descubres, en mi opinión, una especie de acuerdo tácito entre la Unión Soviética y los Estados Unidos para repartirse el gobierno del mundo. La doctrina oficial no es completamente falsa, y merece la pena analizarla, pero la Guerra Fría fue, en buena medida, un mecanismo por medio del cual los Estados Unidos pudieron luchar contra el Tercer Mundo y controlar a sus aliados en Europa y la Unión Soviética pudo mantener su poder en su propio imperio y en sus estados satélite, apelando ambos a que el otro suponía una amenaza. Para esto sirvió, en buena medida, la Guerra Fría. Sirvió para otras cosas, pero ésta fue su principal función. Desde este punto de vista, la mitad de la Guerra Fría continúa. De hecho, se ha intensificado. Los Estados Unidos todavía están jugando este partido. La otra mitad del partido se ha suspendido, lo cual supone todo un cambio. Pero éste no es el final de la Guerra Fría. Lo que hay es que un equipo se ha retirado del campo, mientras que el otro sigue jugando como siempre.

Fuente: Chomsky, N. (1993), Crónicas de la discrepancia, Visor, Madrid. 

4/7/25

La más prestigiosa crónica

Por Eduardo Galeano

Julio César fue el corresponsal de guerra de sus propias campañas.

Él se ocupó de escribir, para la posteridad, el muy meticuloso relato de sus hazañas.

Los Comentarios a la guerra de las Galias fueron su obra más famosa. El tiempo convirtió en un clásico esa exaltación de los méritos militares del autor, que ninguna atención prestó a los sacrificios de sus soldados, que jamás se quejaban ni se cansaban.

Julio César, emperador y dios, cronista de sí mismo, consagró todo su talento literario al homenaje a esa invasión que mató a un millón de galos y condenó a la esclavitud a los sobrevivientes.

Fuente: Galeano, E. (2016), El cazador de historias, Siglo XXI, Ciudad de México.

27/6/25

El experimento más grotesco

Por Noam Chomsky

Nadie ha investigado demasiado sobre Nagasaki, de manera que sólo puedo teorizar, pero tengo la impresión de que la bomba lanzada sobre esta ciudad fue básicamente un experimento. No estoy seguro y alguien debería comprobarlo, pero creo que básicamente pretendían descubrir si un mecanismo distinto podía funcionar y utilizaron, ignoro la razón, una ciudad, ¿por qué no? Si esta hipótesis resulta ser cierta, incluso en un 5 por 100, nos encontramos, probablemente, ante el suceso más grotesco de la historia. El experimento científico más grotesco de la historia, seguramente.

Fuente: Chomsky, N. (1996), Lucha de clases, Crítica, Barcelona.

20/6/25

La única estrategia

Por Noam Chomsky

No sabemos nada sobre la naturaleza humana. Si somos racionales, nos damos cuenta de que existe; y de que sin duda existen restricciones biológicas muy importantes sobre nuestra manera de pensar, de actuar y de conceptualizar el mundo, sobre lo que podemos imaginar y sobre nuestros temores y nuestras esperanzas, etc. Pero, sobre su contenido real, nos dice más una novela que la ciencia. Lo que te mueve es la esperanza. Creo que nadie lo ha formulado mejor que Gramsci en su famosa frase: «debería haber un pesimismo del intelecto y un optimismo de la voluntad». Ésa es la única estrategia razonable.

Fuente: Chomsky, N. (1993), Crónicas de la discrepancia, Visor, Madrid. 

13/6/25

Tituba

Por Eduardo Galeano

En América de sur había sido cazada, allá en la infancia, y había sido vendida una vez y otra y otra, y de dueño en dueño había ido a parar a la villa de Salem, en América de norte.

Allí, en ese santuario puritano, la esclava Tituba servía en la casa del reverendo Samuel Parris.

Las hijas del reverendo la adoraban. Ellas soñaban despiertas cuando Tituba les contaba cuentos de aparecidos o les leía el futuro en una clara de huevo. Y en el invierno de 1692, cuando las niñas fueron poseídas por Satán y se revolcaron y chillaron, sólo Tituba pudo calmarlas, y las acarició y les susurró cuentos hasta que las durmió en su regazo.

Eso la condenó: era ella quien había metido el infierno en el virtuoso reino de los elegidos de Dios.

Y la maga cuentacuentos fue atada al cadalso, en plaza pública, y confesó.

La acusaron de cocinar pasteles con recetas diabólicas y la azotaron hasta que dijo que sí.

La acusaron de baila desnuda en los aquelarres y la azotaron hasta que dijo que sí.

La acusaron de dormir con Satán y la azotaron hasta que dijo que sí.

Y cuando le dijeron que sus cómplices eran dos viejas que jamás iban a la iglesia, la acusada se convirtió en acusadora y señaló con el dedo a ese par de endemoniadas y ya no fue azotada.

Y después otras acusadas acusaron.

Y la horca no paró de trabajar.

Fuente: Galeano, E. (2008), Espejos, Siglo XXI, Buenos Aires.

6/6/25

La guerra de guerrillas

Por Mario Bunge

La guerra de guerrillas se viene practicando desde hace siglos, ora contra invasores extranjeros, ora contra el propio Gobierno de los combatientes. Tal como reza la vieja historia, allí donde los guerrilleros se llaman a sí mismos «luchadores por la libertad», sus adversarios les llaman «terroristas». Los movimientos guerrilleros son moralmente justificables en la medida que tengan objetivos legítimos, no agredan a civiles y no haya a la vista medios pacíficos para derrocar a un Gobierno opresivo. Estas condiciones las cumplieron los revolucionarios estadounidenses, los españoles que combatieron a los invasores napoleónicos, los filipinos y portorriqueños que combatieron las fuerzas invasoras norteamericanas, los centroamericanos que lucharon contra dictadores respaldados por Estados Unidos durante gran parte del siglo XX y los sudafricanos que combatieron el régimen del apartheid. En cambio, el requisito de abstenerse de hacer daño a los civiles ha sido violado sistemáticamente por los pistoleros del IRA y de ETA, razón por la que al final los primeros han quedado tan desacreditados que tuvieron que negociar y finalmente disolverse.

Fuente: Bunge, M. (2009), Filosofía política, Gedisa, Barcelona.

30/5/25

La pálida

Por Eduardo Galeano

Mis certezas desayunan dudas. Y hay días en que me siento extranjero en Montevideo y en cualquier otra parte. En esos días, días sin sol, noches sin luna, ningún lugar es mi lugar y no consigo reconocerme en nada, ni en nadie. Las palabras no se parecen a lo que nombran y ni siquiera se parecen a su propio sonido. Entonces no estoy donde estoy. Dejo mi cuerpo y me voy, lejos, a ninguna parte, y no quiero estar con nadie, ni siquiera conmigo, y no tengo, ni quiero tener, nombre ninguno: entonces pierdo las ganas de llamarme o ser llamado.

Fuente: Galeano, E. (1989), El libro de los abrazos, Siglo XXI, Madrid.

23/5/25

Juana Manso

Por Eduardo Galeano

Junio

30

Hoy fue bautizada, en 1819, en Buenos Aires, Juana Manso.

Las aguas sagradas la iniciaron en el camino de la mansedumbre, pero Juana Manso nunca fue mansa.

Contra viento y marea, ella fundó, en Argentina y en Uruguay, escuelas laicas y mixtas, donde se mezclaban niñas y niños, no era obligatoria la enseñanza de la religión y estaba prohibido el castigo físico.

Escribió el primer texto escolar de historia argentina y varias obras más. Entre ellas, una novela que le daba duro a la hipocresía conyugal.

Fundó la primera biblioteca popular en el interior del país.

Se divorció cuando el divorcio no existía.

Los diarios de Buenos Aires se deleitaban insultándola.

Cuando murió, la Iglesia le negó sepultura.

Fuente: Galeano, E. (2012), Los hijos de los días, Siglo Veintiuno, Buenos Aires. 

16/5/25

Campeonas

Por Eduardo Galeano

En el año 2003, se disputó el tercer campeonato mundial de fútbol femenino.

Al fin del torneo, las jugadoras alemanas fueron campeonas; y en el año 2007 nuevamente alzaron el trofeo mundial.

Ellas no habían recorrido un camino de rosas.

Desde 1955, y hasta 1970, el fútbol había sido prohibido a las mujeres alemanas.

La Asociación Alemana de Fútbol había explicado por qué:

En la lucha por la pelota, desaparece la elegancia femenina, y el cuerpo y el alma sufren daños. La exhibición del cuerpo ofende al pudor.

Fuente: Galeano, E. (2012), Los hijos de los días, Siglo Veintiuno, Buenos Aires.

9/5/25

Una caja de sorpresas

Por Robert Service

La Rusia del siglo XX ha sido una caja de sorpresas. Ha dado dirigentes como Lenin, Jruschov y Gorbachov, y también figuras artísticas y científicas como Shostakovich, Ajmatova, Kapitsa, Sajarov y Pavlov. La gente del pueblo, desde los desgraciados presos del Gulag hasta los soldados del ejército rojo que derrotaron a Hitler, se han convertido en símbolos de los episodios decisivos de la historia de nuestros días. Rusia ha atravesado dos guerras mundiales, una guerra civil, una transformación económica violenta, una dictadura y una etapa de terror. Se convirtió en una superpotencia y dejó de serlo. Ha pasado de ser un imperio con una sociedad en su mayor parte agraria y analfabeta a ser un país alfabetizado, industrializado y desposeído de sus antiguos dominios en los territorios fronterizos. «Rusia» no dejó de cambiar a lo largo del siglo XX. No tendría sentido pensar que su enorme capacidad para sorprenderse a sí misma, a sus vecinos y al mundo entero haya llegado a su fin.

Service, R. (1997), Historia de Rusia en el siglo XX, Crítica, Barcelona.

2/5/25

Vivir un poco más

Por Robert Service

Durante la guerra germano-soviética … las condiciones urbanas [en Rusia] eran terribles. El hambre no cesó para la mayor parte de la gente de las ciudades en manos del ejército rojo. Había una tasa de mortalidad muy elevada, y la gente aprovechaba los cuerpos de los muertos para vivir un poco más. Primero se comieron las vacas, los cerdos y los pollos; luego los perros, los gatos y las ratas, seguidos de las bayas, las hierbas y después las ortigas, el césped y la corteza de los árboles. Así pues, los muertos a veces eran literalmente el último recurso. Los factores geográficos tuvieron una influencia profunda y directa sobre estas cosas. Leningrado era la ciudad peor abastecida de alimentos: los valientes convoyes enviados por encima del lago Ladoga no siempre podían romper el cerco alemán. Pero la malnutrición y las enfermedades afectaban a todas las áreas urbanas, las casas demolidas por la artillería o los bombardeos aéreos no se reemplazaban, y el sistema sanitario estaba en ruinas. Muy pocas familias escaparon a la pérdida de algún ser querido: hasta Vasili, el hijo de Stalin, fue muerto por los alemanes.

Service, R. (1997), Historia de Rusia en el siglo XX, Crítica, Barcelona.