12/1/24

El consenso

Por Ian Kershaw

El régimen de Hitler … no fue únicamente (durante la mayor parte de los casi doce años que duró) una tiranía que impuso su voluntad a una gran mayoría hostil de la población. Y hasta que «se desbocó» en la última fase de la guerra, el terror, al menos dentro de Alemania, había estado dirigido específicamente contra unos enemigos políticos y raciales definidos, no arbitrarios, mientras que el nivel de consenso, al menos parcial, en todos los sectores de la sociedad había sido bastante amplio. Las generalizaciones sobre la mentalidad y el comportamiento de millones de alemanes durante el nazismo tienen una aplicación limitada, salvo, tal vez, la generalización de que, metafóricamente hablando, era menos probable encontrar en la gran mayoría de la población los colores blanco y negro puros que una amplia y variada gama de grises. Aun así, sigue siendo cierto que, colectivamente, los miembros de una sociedad sumamente moderna, sofisticada y pluralista que, tras perder una guerra, estaba sufriendo una profunda humillación nacional, la bancarrota económica, una fuerte polarización social, política e ideológica y lo que se percibía en general como un completo fracaso de un sistema político desacreditado, habían estado dispuestos, cada vez más, a depositar su confianza en la visión milenarista de un hombre que se autoproclamaba un salvador político. Como ahora se puede apreciar más claramente, en cuanto se logró una serie de triunfos nacionales relativamente fáciles (aunque, en realidad, extremadamente peligrosos), todavía fueron más quienes estuvieron despuestos a guardarse sus dudas y creer en el destino de su gran líder. Además, esos triunfos, por mucho que la propaganda los atribuyera a los logros de un único hombre, no sólo se habían logrado contando con la aclamación de las masas, sino también con un nivel de apoyo muy alto de casi todos los grupos de elite no nazis (empresarios, industriales, funcionarios y, sobre todo, las fuerzas armadas), que controlaban prácticamente todos los sectores del poder fuera de las altas esferas del propio movimiento nazi. Aunque en muchos sentidos el consenso fuera superficial, y se basara en diferentes niveles de apoyo a los distintos aspectos de la visión ideológica global que Hitler encarnaba, hasta la mitad de la guerra brindó una plataforma extremadamente amplia y potente de apoyo, que Hitler podía manipular y aprovechar.

Fuente: Kershaw, I. (2008), Hitler, Península, Barcelona.

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