3/11/23

Perón

Por Eduardo Galeano

1945

Buenos Aires


Imagen tomada de https://shorturl.at/fnyGZ

El general MacArthur se hace cargo de los japoneses y Spruille Braden se ocupa de los argentinos. Para conducir a los argentinos por la buena senda de la Democracia, el embajador norteamericano Braden reúne a todos los partidos, desde el Conservador hasta el Comunista, en un frente único contra Juan Domingo Perón. Según el Departamento de Estado, el coronel Perón, ministro de Trabajo del gobierno, es el jefe de una banda de nazis. La revista «Look» afirma que se trata de un pervertido, que en los cajones de su escritorio guarda fotos de indias desnudas de la Patagonia junto a las imágenes de Hitler y Mussolini.

Volando recorre Perón el camino a la presidencia. Lleva del brazo a Evita, actriz de radioteatro, de ojos febriles y entradora voz; y cuando él se cansa o duda o se asusta, es ella quien lo lleva. Perón reúne más gente que todos los partidos juntos. Cuando lo acusan de agitador, responde que a mucha honra. Los copetudos, los de punta en blanco, corean el nombre del embajador Braden en las esquinas del centro de Buenos Aires, agitando sombreros y pañuelos, pero en los barrios obreros gritan el nombre de Perón las descamisadas multitudes. El pueblo laburante, desterrado en su propia tierra, mudo de tanto callar, encuentra patria y voz en este raro ministro que se pone siempre de su lado.

El prestigio popular de Perón crece y crece a medida que él desempolva olvidadas leyes sociales o crea leyes nuevas. Suyo es el estatuto que obliga a respetar los derechos de quienes se desloman trabajando en estancias y plantaciones. El estatuto no se queda en el papel y así el peón de campo, casi cosa, se hace obrero rural con sindicato y todo.

Fuente: Galeano, E. (1986), Memoria del fuego 3 EL SIGLO DEL VIENTO, Siglo Veintiuno, Madrid.

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