2/12/22

El fenomenismo

Por Mario Bunge

Lo más interesante suele existir u ocurrir tras algo: tras montañas o rejas; tras los ojos o las orejas; tras las pantallas de televisores, ordenadores o cinematógrafos; etcétera.

Por ejemplo, lo que importa de un texto no son sus caracteres sino su mensaje: lo que dice y lo que sugiere entre líneas. Y lo que más importa de una imagen visual no es la apariencia que exhibe, sino lo que produce dicha apariencia.

Los caracteres de un texto interesan más al impresor que al lector. Las imágenes en una pantalla interesan más al técnico electrónico que al usuario. Lo que realmente nos interesa a los demás son los personajes y los hechos que descubren o encubren dichas apariencias.

Sin embargo, según una opinión muy difundida, las apariencias son valiosas en sí mismas. Esta opinión, llamada fenomenismo, es común a muchas escuelas filosóficas, en particular las de Berkeley, Hume, Kant, Comte, Mill, Mach y los neopositivistas del Círculo de Viena.

En rigor, hay dos clases de fenomenismo: radical y moderado. El primero sostiene que sólo hay apariencias; el segundo, que sólo las apariencias pueden conocerse. El filósofo George Berkeley era un fenomenista radical; para él, ser es percibir o ser percibido por alguien (o Alguien).

Su sucesor, David Hume, no dudaba de la existencia independiente del mundo, pero creía que sólo conocemos lo que captan nuestros órganos sensoriales, y en la forma en que lo captan.

Kant osciló entre ambas opiniones. En unas páginas afirmó que el mundo no es sino una pila de apariencias. Pero en otras admitió que toda apariencia lo es de algo que existe de por sí. No hay como ser ambiguo para generar escuelas de estudiosos capaces de ganarse la vida comentando los aciertos, desaciertos y vacilaciones del Maestro.

Obviamente, ninguno de esos filósofos se ajustó al ABC de la ciencia a moderna que fundaron Galileo, Descartes, Huygens, Harvey, Boyle, Newton, Lavoisier y otros. En efecto, todos estos sostuvieron que los objetos físicos existen de por sí y poseen solamente propiedades primarias, tales como forma, tamaño, energía y composición química. Por esto investigaron estas propiedades y las relaciones entre ellas. No confundieron la física con la psicología cognitiva.

El mundo físico no huele ni sabe a nada y ni siquiera tiene color. Todas estas son propiedades secundarias, es decir, propiedades del sujeto que explora en relación con el objeto que se propone conocer.

Las propiedades secundarias no existieron siempre, sino que emergieron con los primeros organismos dotados de sistema nervioso central, hace menos de 1000 millones de años. Antes de ellos sólo hubo propiedades primarias.

La moraleja es tan obvia como vieja: desconfía de las pantallas, procura averiguar qué hay tras ellas.

Fuente: Bunge, M. (2006), 100 ideas, Laetoli, Pamplona.

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