16/6/22

¿Dónde están?

Por Carl Sagan

Si pensamos en los fundadores de Estados Unidos –Jefferson, Washington, Samuel y John Adams, Madison y Monroe, Benjamin Franklin, Tom Paine y muchos otros–, nos encontramos con una lista de al menos diez y puede que incluso docenas de grandes líderes políticos. Eran cultos. Siendo productos de la Ilustración europea, eran estudiosos de la historia. Conocían la falibilidad, debilidad y corrupción humanas. Hablaban el inglés con fluidez. Escribían sus propios discursos. Eran realistas y prácticos y, al mismo tiempo, estaban motivados por altos principios. No tenían que comprobar las encuestas para saber qué pensar aquella semana. Sabían qué pensar. Se sentían cómodos pensando a largo plazo, planificando incluso más allá de la siguiente elección. Eran autosuficientes, no necesitaban una carrera de políticos ni formar grupos de presión para ganarse la vida. Eran capaces de sacar lo mejor que había en nosotros. Les interesaba la ciencia y, al menos dos de ellos, la dominaban. Intentaron trazar un camino para Estados Unidos hasta un futuro lejano, no tanto estableciendo leyes como fijando los límites del tipo de leyes que se podían aprobar.

La Constitución y su Declaración de Derechos han resultado francamente buenas y, a pesar de la debilidad humana, han constituido una máquina capaz, casi siempre, de corregir su propia trayectoria.

En aquella época había sólo dos millones y medio de ciudadanos de Estados Unidos. Hoy somos unas cien veces más. Es decir, si entonces había diez personas del calibre de Thomas Jefferson, ahora debería haber 10 x 100 = 1 000 Thomas Jefferson.

¿Dónde están?

Fuente: Sagan, C. (1995), El mundo y sus demonios, Planeta, Bogotá.

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