Por Noam Chomsky
Todos hemos estudiado el primer párrafo de
La riqueza de las Naciones de Adam Smith que hablaba del carnicero, del
panadero, de que todos trabajan juntos y de lo fabulosa que es la división del
trabajo. Pero no muchos han llegado, por ejemplo, al libro quinto, donde Smith
condena la división del trabajo porque dice que convierte a la población en
criaturas de lo más ignorantes y estúpidas, ya que dedicarse a tareas simples y
rutinarias les impide desarrollar su inteligencia y su capacidad creativa. Por
consiguiente, urge que en toda sociedad civilizada el gobierno intervenga para
evitarlo.
Somos seres humanos, no
autómatas. Trabajamos en un empleo, pero no dejamos de ser personas. Y eso
significa beneficiarse de las ricas tradiciones culturales, no únicamente de
las propias, sino de muchas otras, y volvernos no sólo hábiles, sino también
sabios. Convertirnos en personas capaces de pensar –pensar de forma creativa,
de forma independiente, investigar, indagar– y contribuir a la sociedad. De lo
contrario, bien podría sustituirnos un robot. Creo que es algo que no debe
pasarse por alto si queremos una sociedad donde merezca la pena vivir.
Fuente: Chomsky, N. (2017), Réquiem
por el sueño americano, Sexto Piso, Madrid.
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