Por Eduardo Galeano
1948
Bogotá
…
El
país político, dice Jorge Eliécer Gaitán, nada tiene
que ver con el país nacional. Gaitán es jefe del Partido Liberal, pero es
también su oveja negra. Lo adoran los pobres de todas las banderas. ¿Qué
diferencia hay entre el hambre liberal y el hambre conservadora? ¡El paludismo
no es conservador ni liberal!
La voz de Gaitán desata al pueblo que por
su boca grita. Este hombre pone al miedo de espaldas. De todas partes acuden a
escucharlo, a escucharse, los andrajosos, echando remo a través de la selva y
metiendo espuela a los caballos por los caminos. Dicen que cuando Gaitán habla
se rompe la niebla en Bogotá; y que hasta en el alto cielo san Pedro para la
oreja y no permite que caiga la lluvia sobre las gigantescas concentraciones
reunidas a la luz de las antorchas.
El altivo caudillo, enjuto rostro de
estatua, denuncia sin pelos en la lengua a la oligarquía y al ventrílocuo
imperialista que la tiene sentada en sus rodillas, oligarquía sin vida propia
ni palabra propia, y anuncia la reforma agraria y otras verdades que pondrán
fin a tan larga mentira.
Si no lo matan, Gaitán será presidente de
Colombia. Comprarlo, no se puede. ¿A qué tentación podría sucumbir este hombre
que desprecia el placer, que duerme solo, come poco y bebe nada y que no acepta
anestesia ni para sacarse una muela?
Fuente:
Galeano, E. (1986), Memoria del fuego 3 EL SIGLO DEL VIENTO, Siglo Veintiuno, Madrid.