27/12/24

Uno de los beneficiados

Por Jacques Gernet

China comercia con el mundo entero –Japón, Asia del sureste, Europa y América vía Manila– y este comercio, que se desarrolla tras la suspensión de las restricciones impuestas al tráfico con el extranjero después de la conquista de Taiwan en 1683, es beneficios para China. Estimula la agricultura y la artesanía, y canaliza hacia allí la moneda de plata. Se ha podido calcular que de los 400 millones de dólares de plata importados de América del Sur y de México hacia Europa entre 1571 y 1821, la mitad sirvió para que los países occidentales compraran productos chinos. Si la estimación es exacta tendería a demostrar que China, que debe al Nuevo Mundo unas plantas cuya difusión provocó una especie de revolución agrícola, fue uno de los países que más se benefició del descubrimiento de América.

Fuente: Gernet, J. (1999), El mundo chino, Crítica, Barcelona.

20/12/24

Las clases instruidas

Por Noam Chomsky

La educación es una forma de adoctrinamiento y, por tanto, lo normal es que, en cualquier sociedad, las clases instruidas estén más adoctrinadas. Son quienes se ven sujetos al constante flujo de propaganda que, en su mayor parte, va dirigido a ellos porque, al ser más importantes, tienen que estar más controlados. Además, las clases instruidas se convierten en instrumentos de propaganda. Su función en la sociedad consiste en divulgar y desarrollar los principios ideológicos. Por consiguiente, los interiorizan; si no lo hacen, se les aparta a un lado y dejan de pertenecer a la elite de los privilegiados. No es nada raro descubrir que, en cualquier sociedad, las clases instruidas son las menos críticas con los principios básicos del sistema ideológico y que es en aquéllas donde más enraizados están éstos.

Fuente: Chomsky, N. (1993), Crónicas de la discrepancia, Visor, Madrid.

13/12/24

¡Éste no soy yo!

Por Philip Roth

Penetrar en el interior del prójimo era una habilidad o capacidad que el Sueco no poseía. No tenía la combinación de esa cerradura. A quien presentaba los signos de la bondad lo tomaba por bueno; a quien presentaba los de la lealtad lo tomaba por leal; a quien presenta los de la inteligencia lo tomaba por inteligente. Y por eso no había logrado ver el interior de su hija, de su esposa, de la única amante que había tenido, y probablemente ni siquiera había empezado a ver su propio interior. ¿Qué era él, despojado de todas las señales que emitía? La gente estaba en pie por todas partes, gritando: «¡Éste soy yo! ¡Éste soy yo!». Cada vez que uno les miraba, se levantaban y le decían quién era, y a decir verdad no tenían más idea que él de qué o quiénes eran. También creían en las señales que emitían. Deberían estar en pie y gritar: «¡Éste no soy yo! ¡Éste no soy yo!». Lo harían así si fuesen honestos. «¡Éste no soy yo!» Entonces uno podría conocer la manera de avanzar a través de las centelleantes tonterías de este mundo.

Fuente: Roth, P. (1997), Pastoral americana, Random House Mondadori, México, D.F.

6/12/24

Queremos otro tiempo

Por Eduardo Galeano

Julio

29

A lo largo de tres días, en 1830, seis mil barricadas convirtieron la ciudad de París en campo de batalla, y derrotaron a los soldados del rey.

Y cuando este día fue noche, la multitud acribilló, a pedradas y a balazos, los relojes: los grandes relojes de las iglesias y otros templos del poder.

Fuente: Galeano, E. (2012), Los hijos de los días, Siglo Veintiuno, Buenos Aires.

29/11/24

Potosí

Por Eduardo Galeano

En la época colonial, el Cerro Rico de Potosí produjo mucha plata y muchas viudas.

Durante más de dos siglos, Europa celebró, en estas heladas alturas de América, una ceremonia occidental y cristiana: día tras día, noche tras noche, daba de comer carne humana a la montaña, a cambio de la plata que le arrancaba.

De cada diez indios que entraban a la boca de los socavones, siete no salían. El exterminio ocurrió en Bolivia, que todavía no se llamaba así, para que en Europa fuera posible el desarrollo del capitalismo, que tampoco se llamaba así todavía.

En nuestros días, el Cerro Rico es una montaña hueca. Toda su plata se ha marchado lejos, sin decir adiós.

En lengua indígena, Potosí, Potojsi, significa: truena, hace explosión, porque dice la tradición que en tiempos lejanos el cerro tronaba cuando lo lastimaban. Ahora, vaciado, calla.

Fuente: Galeano, E. (2004), Bocas del tiempo, Siglo XXI, México, D.F.

22/11/24

El gobierno de Attlee

Por Ian Kershaw

Decisivos en las elecciones de 1945 fueron los recuerdos de la Depresión que habían hecho mella en la conciencia pública de Gran Bretaña. Quizá no hubiera una vuelta a aquellos años desoladores. Las demandas de grandes reformas sociales y económicas para impedir la vuelta a una miseria semejante habían supuesto la caída de Winston Churchill y habían catapultado al poder a los laboristas en las lecciones de julio de 1945 con más del 60% de los escaños del parlamento. El nuevo gobierno presidido por Clement Attlee, el nuevo primer ministro carente por completo de carisma, pero sumamente eficaz, estaba dispuesto a construir Jerusalén aquí y ahora «en la tierra verde y plácida de Inglaterra» (como decía el poema de William Blake escrito a comienzos del siglo XIX). Attlee contó con el apoyo de varios ministros sumamente experimentados y competentes. Entre los más destacados cabría citar a Ernest Bevin, que durante el período de entreguerras había sido el principal líder sindical de Gran Bretaña. Bevin fue una presencia importantísima como ministro de Trabajo en el Gobierno de Concentración Nacional durante la guerra, y ahora, en una de las jugadas maestras de Attlee, fue nombrado secretario del Foreign Office. Otra personalidad fundamental fue su casi homónimo Aneurin Bevan. Antiguo minero y orador vigoroso, Bevan estaba profundamente marcado por las privaciones y la miseria sufridas por las comunidades mineras de Gales, y con Attlee se convirtió en ministro de Sanidad. El ascético sir Stafford Cripps, antiguo rebelde de izquierdas del partido, cuyo entusiasmo inicial por Stalin se había atenuado mucho durante su estancia en Moscú a lo largo de la guerra como embajador de Inglaterra y había dado paso a una nueva simpatía por la buena gestión, la eficiencia y la planificación al estilo del New Deal en una economía mixta, resultó particularmente influyente en la dirección de la economía de la Inglaterra de posguerra.

El objetivo del nuevo gobierno laborista era ni más ni menos que una revolución social y económica por medios democráticos. Las minas de carbón, los ferrocarriles, el servicio de gas y electricidad, y el Banco de Inglaterra fueron nacionalizados. En virtud de la Ley de Educación introducida en 1944 por el gobierno de coalición de los años de la guerra se hizo posible la ampliación del acceso a los centros de enseñanza secundaria. Se mejoraron los derechos de los trabajadores. Se emprendió un amplísimo programa de vivienda. Pero, sobre todo, se estableció el «estado del bienestar», expresión que fue acertadamente calificada como «el talismán de una Gran Bretaña mejor de posguerra» y como el máximo logro del gobierno de Attlee. Las ayudas familiares, pagadas directamente a las madres, se convirtieron en un subsidio universal, y una amplia variedad de leyes de asistencia social (que venían a poner en práctica buena parte del proyecto de seguridad social de lord Beveridge elaborado en 1942) empezaron a reducir lo peor de las carencias existentes antes de la guerra. El mayor logro, a ojos de la gente, entonces y durante las décadas posteriores, fue la creación en 1948 de un Servicio Nacional de Salud, fundamentalmente obra del hombre que lo inspiró, Aneurin Bevan (y que chocó con la vehemente oposición de la profesión médica), que proporcionaba tratamiento sin que el paciente tuviera que pagar directamente nada (aparte, por supuesto, de la aportación efectuada a través de los impuestos). El resultado fue una mejora sustancial de las prestaciones sanitarias a los sectores más pobres de la sociedad y una reducción del número de muertes por neumonía, difteria y tuberculosis. Fueron avances muy importantes y duraderos. 

Fuente: Kershaw, I. (2015), Descenso a los infiernos, Crítica, Barcelona.

15/11/24

El sueño desvanecido

Por Ian Kershaw

Las ilusiones acerca de la Unión Soviética mantuvieron a muchos intelectuales esclavizados mucho después incluso de que se conocieran los horrores del estalinismo y se demostrara su realidad como algo irrefutable. Unos perdieron sencillamente cualquier espíritu crítico, cegados por la propaganda soviética en torno a la gloriosa nueva sociedad que estaba en proceso de creación. Dos de las lumbreras más notables del partido laborista inglés, Sidney y Beatrice Webb, publicaron en 1935 un embarazoso himno de alabanza al estalinismo titulado Soviet Russia: A New Civilisation? Estaban tan seguros de sus opiniones que cuando el libro fue reeditado dos años después, en el momento álgido de las purgas, fue eliminado del título el signo de interrogación. Otros, como el gran dramaturgo alemán Bertold Brecht, se limitaron a cerrar los ojos permanentemente a la realidad inhumana de la dictadura comunista al tiempo que se aferraban a la visión humanizada de la sociedad comunista utópica. A menudo los intelectuales sencillamente no quisieron reconocer la realidad de la Unión Soviética. No podían permitir que el sueño se desvaneciera. Con frecuencia fueron incapaces de abandonar su fe en el comunismo como una esperanza de la capacidad humana de crear un mundo mejor, incluso cuando se tuvieron pruebas evidentes de que el estalinismo desafiaba cualquier parodia que pudiera hacerse de esa fe.

Fuente: Kershaw, I. (2015), Descenso a los infiernos, Crítica, Barcelona.

8/11/24

Elvis

Por Eduardo Galeano

1977

Graceland

Su manera de sacudir la pierna izquierda arrancaba alaridos a las multitudes. Sus labios, sus ojos y sus patillas eran órganos sexuales.

Elvis Presley, destronado rey del rock'n roll, es ahora un blando globo que yace en cama, con la mirada flotando ante seis pantallas de televisión. Los televisores, suspendidos del techo, están encendidos todos a la vez, en canales diferentes. Entre sueño y sueño, siempre más dormido que despierto, Elvis juega a disparar pistolas descargadas, clic, clic, contra las imágenes que no le gustan. La bola de grasa de su cuerpo recubre un alma hecha de codeína, morfina, valium, seconal, placidyl, quaalude, nembutal, valmid, demerol, elavil, eventyl, carbrital, sinutab y amytal.

Fuente: Galeano, E. (1986), Memoria del fuego 3 EL SIGLO DEL VIENTO, Siglo Veintiuno, Madrid.

1/11/24

Ante Pavelić

Por Ian Kershaw

Imagen tomada de https://shorturl.at/1UloQ

En Croacia, estado recién creado (con la incorporación de Bosnia y Herzegovina) tras la invasión de Yugoslavia por los alemanes en abril de 1941, los nazis encontraron a terceros que se encargaron de hacer por ellos el trabajo sucio. El gobierno que instalaron al mando de Ante Pavelić, el líder de los ústache fascistas, fomentó un régimen de terror prácticamente indecible. Era un movimiento fanático que probablemente no tuviera más de unos 5.000 partidarios antes de hacerse con el poder, pero que estaba decidido a llevar a cabo la «limpieza» del país de todos los no croatas, casi la mitad de la totalidad de sus habitantes, unos 6,3 millones de personas. El objetivo de Pavelić era resolver el «problema serbio» convirtiendo al catolicismo a una tercera parte de los casi 2 millones de serbios de Croacia, expulsando a otra tercera parte y matando a la tercera parte restante. Se trataba de una locura letal.

Tal vez pueda discutirse si Pavelić estaba o no completamente en su juicio (se cuenta que guardaba una cesta llena de ojos humanos en un cajón de su escritorio a modo de souvenir). No cabe duda, eso sí, de la cordura de la mayoría de sus secuaces. Pero las atrocidades perpetradas por sus escuadrones de la muerte, que a veces llegaron a masacrar a aldeas enteras, y cuyos principales objetivos eran los serbios, los judíos y los gitanos, con el fin de eliminar toda influencia no croata, alcanzarían los abismos más profundos del horror y el sadismo. En cierta ocasión mataron a tiros a 500 hombres, mujeres y niños serbios de una pequeña localidad situada no lejos de Zagreb. Cuando las 250 personas de las aldeas vecinas se reunieron dispuestas a convertirse al catolicismo con tal de evitar ser asesinadas, seis ústache las encerraron dentro de la iglesia ortodoxa serbia y las asesinaron una tras otra golpeándolas en la cabeza con mazas erizadas de clavos. Otras orgías de muerte comportaron niveles absolutamente obscenos de humillación y tortura. Incluso en una región en la que la violencia política llevaba largo tiempo siendo endémica, nunca hasta entonces se había vivido ni de lejos una catástrofe humana de tal calibre. En 1943 los ústache habían asesinado a cerca de 400.000 personas.

Fuente: Kershaw, I. (2015), Descenso a los infiernos, Crítica, Barcelona.

25/10/24

¿Habría podido ganar la República?

Por Ian Kershaw

¿Habría podido ganar la guerra la República? Una vez que se produjo el alzamiento, que Mola se negó a aceptar los términos de una tregua, que Franco trasladó al ejército de África de Marruecos a la Península y que los nacionales consolidaron sus primeras ganancias territoriales importantes, la victoria de la República resultaría cada vez más improbable y a mediados de 1937 era prácticamente imposible. Las divisiones y conflictos de la izquierda no beneficiaron en nada a la República. Sin embargo, no causaron su derrota. Aunque nunca con absoluta eficacia, las fuerzas gubernamentales fueron capaces gradualmente de combatir en una guerra defensiva larga. Pero en ningún momento dio la impresión de que pudieran conseguir una victoria definitiva. Quizá hubieran podido conseguirla si el carácter desigual de la intervención internacional en un conflicto que rápidamente adquiriría los perfiles de un sucedáneo de confrontación ideológica entre las fuerzas internacionales del fascismo y el comunismo, no hubiera dado una clara ventaja a los nacionales. En realidad, mientras que la ayuda soviética permitió a las fuerzas republicanas prolongar su lucha, pero poco más, las armas proporcionadas a las fuerzas nacionales rebeldes por la Italia fascista y la Alemania nazi fueron trascendentales para asegurar su éxito militar. Decisiva fue la política de no intervención de las democracias occidentales –y la determinación por parte de Estados Unidos de observar la más estricta neutralidad–, que significó que, aparte de la ayuda soviética, los republicanos tuvieran que alimentarse de migajas, mientras que los nacionales recibían regularmente suministros de armas procedentes de las potencias fascistas. Semejante desequilibrio excluiría en la práctica la victoria de los republicanos y aseguraría prácticamente el triunfo final de Franco.

Fuente: Kershaw, I. (2015), Descenso a los infiernos, Crítica, Barcelona.

18/10/24

El terror

Por Ian Kershaw

[La de Stalin] no fue una dictadura popular. Había muchos individuos comprometidos con el régimen, idealistas y zelotes ideológicos, sí. Pero la población en general, más allá de los adoradores reales o fingidos de la figura de Stalin y de los entusiastas del régimen, fue intimidada y obligada a adoptar una actitud de truculenta calma. No se produjeron grandes turbulencias ni manifestaciones de descontento. Y, por lo que se sabe, nunca se dio ningún intento de asesinar a Stalin. El dictador era querido por muchos, pero temido por muchos más. El terror había cumplido su cometido. El terror fue el rasgo definitorio del régimen de Stalin. Nunca antes había habido un gobierno que aterrorizara a tantos de sus propios ciudadanos de una forma tan depravada y cruel.

Fuente: Kershaw, I. (2015), Descenso a los infiernos, Crítica, Barcelona.

11/10/24

Emerson y Hawthorne

Por Noam Chomsky

Cuando estalló la guerra de Secesión, Emerson, que era el principal filósofo del momento, se entusiasmó con ella porque pensaba que quebraría las estructuras sociales y llevaría a una sociedad más libre. No es que estuviera a favor del Norte; estaba en contra de todas las apelaciones al patriotismo. Las criticaba y las denunciaba. Pero tenía la esperanza de que la guerra socavara las estructuras sociales represivas. En poco tiempo se convirtió en un gran entusiasta de la guerra. Escribió famosos poemas acerca de cómo los jóvenes de Harvard se dirigían a morir para cumplir su deber y su servicio con la Unión.

La mayoría de los intelectuales de Concord (Massachusetts), el principal centro intelectual del momento, se alinearon con Emerson; estaban muy a favor de la guerra. Hawthorne fue uno de los pocos que no lo hizo. En general, no dijo nada, pero hizo algo muy interesante: emprendió un viaje por el Sur en los últimos días de la guerra. Estaba claro que la Unión derrotaría al Sur. Visitó Washington. Escribió sobre Abraham Lincoln. No lo divinizó del modo que se consideraba adecuado en aquel momento; redactó un comentario algo crítico y algo favorable. Fue a campos de prisioneros en los que se retenía a los soldados sudistas. Habló con ellos. Escribió un gran artículo para el Atlantic Monthly, la principal revista intelectual de la época.

En el artículo decía, y estoy parafraseando, que estos jóvenes en los campos de prisioneros de sureños son solo gente corriente que fueron llamados a la batalla en una causa que creían que era justa. Tenemos que tratarlos con dignidad, como seres humanos honorables. En general, ofreció una imagen muy comedida de la victoria. No reclamaba ninguna proclamación entusiasta y triunfalista por nuestra gran victoria y nuestros magníficos líderes. Fue crítico y circunspecto, taciturno.

El Atlantic aceptó publicar el artículo. Pero si lo lees, está interpolado con comentarios de los editores criticando a Hawthorne por lo que dice. No alababa a Lincoln lo suficiente y era demasiado favorable a esos soldados sureños prisioneros.

Es un artículo humano y decente, y Hawthorne recibió duros ataques por él. De hecho murió poco después. No sabemos cuáles fueron las repercusiones, pero la diferencia entre él y Emerson es muy evidente.

Fuente: Chomsky, N. (2022), Resistencia, Pasado y Presente, Barcelona.

4/10/24

La geografía

Por Eduardo Galeano

En Chicago, no hay nadie que no sea negro. En pleno invierno, en New York, el sol fríe las piedras. En Brooklyn, la gente que llega viva a los treinta años merecería una estatua. Las mejores casas de Miami están hechas de basura. Perseguido por las ratas, Mickey huye de Hollywood.

Chicago, New York, Brooklyn, Miami y Hollywood son los nombres de algunos de los barrios de Cité Soleil, el suburbio más miserable de la capital de Haití.

Fuente: Galeano, E. (2004), Bocas del tiempo, Siglo XXI, México, D.F.

27/9/24

La objetividad

Por Noam Chomsky

¿Qué podemos decir de la objetividad? Es una noción curiosa. En primer lugar, no deberíamos pretender que somos observadores neutrales y ya está. Cada ser humano tiene un punto de vista; si no tienes una opinión de las cosas, no eres humano, no tienes un cerebro activo. Si eres un periodista o académico serio, lo que hace es presentar con claridad tu punto de vista, de modo que tus lectores puedan entenderlo y compensarlo, y luego tienes que procurar ser lo más preciso que puedas acerca de lo que sucede.

Si para ti lo importante son los derechos de los poderosos, muy bien, dilo claramente y escribe a partir de esta perspectiva. Si tu punto de vista es que lo importante son los derechos de los que sufren y los oprimidos, exprésalo claramente y luego describe la situación con la máxima precisión que puedas, sin recortar nada.

La objetividad pura no es más que una noción sin sentido en las ciencias. Ningún físico nuclear aborda cada artículo que lee con una objetividad pura, como si no tuviera ciertas convicciones sobre el tema. Vaya, es que es ridículo. Hace poco leí una discusión entre un grupo de científicos de renombre sobre lo que es una partícula, el concepto más crítico de la física. Tienes muchas opiniones diferentes y la gente discute acerca de ellas. De cualquier forma que observen un experimento, estarán influidos por su punto de vista. Es física fundamental.

Supón que observamos la guerra de Siria. Está claro que tendrás tu propia opinión, pero esto no significa que no puedas ser un buen periodista objetivo, tal como era Robert Fisk, o como Patrick Cockburn, Charles Glass, Jonathan Steele y muchos otros. Todos tienen sus respectivos puntos de vista.

Fuente: Chomsky, N. (2022), Resistencia, Pasado y Presente, Barcelona.

20/9/24

El mundo continúa

Por Eduardo Galeano

1900

San José de Gracia

Hubo quien gastó los ahorros de varias generaciones en una sola parranda corrida. Muchos insultaron a quien no podían y besaron a quien no debían, pero nadie quiso acabar sin confesión. El cura del pueblo dio preferencia a las embarazadas y a las recién paridas. El abnegado sacerdote pasó tres días y tres noches clavado en el confesionario, hasta que se desmayó por indigestión de pecados.

Cuando llegó la medianoche del último día del siglo, todos los habitantes del pueblo de San José de Gracia se prepararon para bien morir. Mucha ira había acumulado Dios desde la fundación del mundo, y nadie dudó de que era llegado el momento de la reventazón final. Sin respirar, ojos cerrados, dientes apretados, las gentes escucharon las doce campanadas de la iglesia, una tras otra, muy convencidas de que no habría después.

Pero hubo. Hace rato que el siglo veinte se ha echado a caminar y sigue como si nada. Los habitantes de San José de Gracia continúan en las mismas casas, viviendo o sobreviviendo entre las mismas montañas del centro de México, para desilusión de las beatas, que esperaban el Paraíso, y para alivio de los pecadores, que encuentran que este pueblito no está tan mal, al fin y al cabo, si se compara.

Fuente: Galeano, E. (1986), Memoria del fuego 3 EL SIGLO DEL VIENTO, Siglo Veintiuno, Madrid.

13/9/24

El poderoso cero

Por Eduardo Galeano

Hace cerca de dos mil años, el signo del cero fue grabado en las estelas de piedra de Uaxactún y en otros centros ceremoniales de los mayas.

Ellos habían llegado más lejos que los babilonios y los chinos en el desarrollo de esta llave que abrió paso a una nueva era en las ciencias humanas.

Gracias a la cifra cero, los mayas, hijos del tiempo, sabios astrónomos y matemáticos, crearon los calendarios solares más perfectos y fueron los más certeros profetas de los eclipses y otras maravillas de la naturaleza.

Fuente: Galeano, E. (2016), El cazador de historias, Siglo XXI, Ciudad de México.

6/9/24

¿Qué es la vida?

Por Philip Roth

Entonces recordó algo que ella había escrito en sexto o séptimo curso, antes de que fuese al instituto de Morristown. A sus compañeros de clase en la escuela Montessori les hicieron diez preguntas sobre su «filosofía», una por semana. La primera semana la maestra les preguntó: «¿Por qué estamos aquí abajo?». En lugar de responder como los demás niños que estamos aquí para hacer el bien, para convertir el mundo en un lugar mejor, etcétera, Merry respondió con su propio interrogante: «¿Por qué hay monos aquí abajo?». Pero la maestra consideró inadecuada esta respuesta y le pidió que, en casa, reflexionara más seriamente sobre el particular. «Desarrolla el tema», le pidió. Merry se fue a casa, hizo lo que le pedían y al día siguiente entregó otra frase: «¿Por qué hay canguros aquí abajo?». Ésa fue la primera ocasión en que uno de sus maestros informó a Merry acerca de su «testarudez». La última pregunta formulada a la clase era «¿Qué es la vida?», y Merry respondió algo que hizo reír a sus padres aquella noche. Según la niña, mientras sus compañeros se esforzaban por expresar unos pensamientos falsamente profundos, ella, tras pensar una hora en su pupitre, escribió una sola frase nada trivial: «La vida no es más que un breve periodo de tiempo durante el que una está viva».

Fuente: Roth, P. (1997), Pastoral americana, Random House Mondadori, México, D.F.

30/8/24

Intuitivamente evidente

Por Noam Chomsky

El anarquismo me parece indiscutible. ¿Por qué deben existir estructuras de autoridad? Toda estructura de autoridad, jerarquía o dominio tiene la obligación de probarse; tiene que demostrar que es legítima. Quizá pueda; de lo contrario, debe desmantelarse. Es de una obviedad irrefutable. Y éste es el tema esencial del anarquismo: identificar estructuras de poder y dominio, desde una familia patriarcal hasta un sistema imperial y todo lo que haya entre medio, y exigir que se justifiquen. Si no pueden, que es lo habitual, hay que desmantelarlos a favor de un sistema más libre, cooperativo y participativo. Me parece intuitivamente evidente.

Fuente: Chomsky, N. (2017), Malestar global, Sexto Piso, Madrid.

23/8/24

La gran diosa Soledad

Por Philip Roth

«Mi querida y estúpida Merry, todavía más estúpida que tu estúpido padre, ni siquiera hacer volar edificios a bombazos sirve de ayuda. Uno está solo tanto si hay edificios como si no. No hay ninguna protesta que formular contra la soledad, y todos los atentados con bombas de la historia no pueden ni siquiera mellarla. El más letal de los explosivos fabricados por el hombre no puede afectarla. No sientas un temor reverencial por el comunismo, idiota hija mía, sino por la soledad ordinaria, cotidiana. El 1.° de mayo puedes desfilar con tus amigos para su mayor gloria, la superpotencia de las superpotencias, la fuerza que las aplasta a todas. Invierte tu dinero en ello, apuesta por ello, ríndele culto, inclínate sumisamente no ante Karl Marx, mi hija tartamudeante, enojada, idiota, no ante Ho Chi Minh y Mao Tse-Tung, ¡sino ante la gran diosa Soledad!»

Fuente: Roth, P. (1997), Pastoral americana, Random House Mondadori, México, D.F.

16/8/24

La fabricación de papelones

Por Eduardo Galeano

Fue la mayor expedición militar de toda la historia del mar Caribe. Y el mayor fiasco.

Los dueños de Cuba, despojados, desalojados, proclamaban desde Miami que iban a morir peleando por la devolución, contra la revolución.

El gobierno norteamericano les creyó, y sus servicios de inteligencia demostraron, una vez más, que no merecían ese nombre.

El 20 de abril de 1961, tres días después del desembarco en la Bahía de Cochinos, los héroes, armados hasta los dientes, apoyados por barcos y aviones, se rindieron sin pelear.

Fuente: Galeano, E. (2012), Los hijos de los días, Siglo Veintiuno, Buenos Aires. 

9/8/24

Zhong Xiang

Por Jacques Gernet

Durante el desastre de los años 1126-1138, la región del lago Dongting en el Hunan sufre a la vez las incursiones jürchen, las exacciones de una administración corrompida y los pillajes de un ejército local medio oficial y medio privado creado para luchar contra los invasores y que evoca nuestras «grandes compañías» de la Edad Media. En 1130 estalla una sublevación campesina, dirigida por un tal Zhong Xiang que tiene aptitudes de caudillo guerrero, de mago y de curandero. Se atribuyen a Zhong Xiang estas palabras subversivas: «La ley separa lo de arriba y lo de abajo, el rico y el pobre. Publicaré una ley que obligará a que lo de arriba y lo de abajo, el rico y el pobre sean iguales». No tarda en ser capturado y ejecutado. Pero sus tropas aumentan y se hacen fuertes en las marismas del lago. La rebelión inicialmente destructora e igualitarista de Zhong Xiang se convierte en simple bandolerismo. Para reducir este absceso que entorpece la organización de la defensa contra los jürchen, se organiza una amplia operación de represión que dura hasta 1135 y cuya dirección se confía en el último año al célebre general Yue Fei.

Fuente: Gernet, J. (1999), El mundo chino, Crítica, Barcelona.

2/8/24

Iván el Terrible

Por Eduardo Galeano

Iván el Terrible nació en 1530.

Para educar al pueblo en la fe cristiana, erigió en Moscú el gran templo de San Basilio, que sigue siendo el hermoso símbolo de la ciudad, y para perpetuar su cristiano poder envió al Infierno a unos cuantos pecadores, sus rivales, sus parientes:

arrojó a los perros al príncipe Andrei y al arzobispo Leonid;

asó vivo al príncipe Piotr;

partió a golpes de hacha a los príncipes Aleksander, Repnin, Snuyon, Nikolai, Dimitri, Telepnev y Tiutin;

ahogó en el río a su primo Vladimir, a su cuñada Aleksandra y a su tía Eudoxia;

envenenó a cinco de sus siete esposas,

y de un bastonazo mató a su hijo, el preferido, el que llevaba su nombre, porque se le parecía demasiado.

Fuente: Galeano, E. (2012), Los hijos de los días, Siglo Veintiuno, Buenos Aires. 

26/7/24

Tramposos, pero sinceros

Por Eduardo Galeano

El 14 de abril de 1997, la revista Sports Illustrated publicó una reveladora encuesta, dirigida por el prestigioso médico Bob Goldman, sobre el tema de las drogas en los deportes olímpicos.

La revista garantizó el anonimato a los atletas, que dijeron la verdad sin temor a las consecuencias.

La pregunta era:

¿Aceptaría usted recibir una sustancia prohibida si le aseguraran que ningún control podrá detectarla y que usted ganará todas las competencias?

Dijeron sí: 159 atletas.

Dijeron no: 3.

Fuente: Galeano, E. (2016), El cazador de historias, Siglo XXI, Ciudad de México.

19/7/24

Las lágrimas

Por José Saramago

Entre el río Jordán y el mar lloran las viudas y los huérfanos, es una antigua costumbre suya, para eso son viudas y huérfanos, para llorar, después todo se reduce a esperar el tiempo de que los niños crezcan y vayan a una guerra nueva, otras viudas y otros huérfanos vendrán a relevarlos, y si mientras tanto han cambiado las modas, si el luto, de blanco, pasó a ser negro, viceversa, si sobre el pelo, que se arrancaba a manojos, se pone ahora una mantilla bordada, las lágrimas son las mismas, cuando se sienten.

Fuente: Saramago, J. (1991), El Evangelio según Jesucristo, Santillana, México, D.F.

12/7/24

El patrimonio invisible

Por Gabriel García Márquez

Sólo faltaba entonces la enumeración minuciosa de los bienes morales. Haciendo un esfuerzo supremo –el mismo que hicieron sus antepasados antes de morir para asegurar el predominio de su especie– la Mamá Grande se irguió sobre sus nalgas monumentales, y con voz dominante y sincera, abandonada a su memoria, dictó al notario la lista de su patrimonio invisible:

La riqueza del subsuelo, las aguas territoriales, los colores de la bandera, la soberanía nacional, los partidos tradicionales, los derechos del hombre, las libertades ciudadanas, el primer magistrado, la segunda instancia, el tercer debate, las cartas de recomendación, las constancias históricas, las elecciones libres, las reinas de la belleza, los discursos trascendentales, las grandiosas manifestaciones, las distinguidas señoritas, los correctos caballeros, los pundonorosos militares, su señoría ilustrísima, la corte suprema de justicia, los artículos de prohibida importación, las damas liberales, el problema de la carne, la pureza del lenguaje, los ejemplos para el mundo, el orden jurídico, la prensa libre pero responsable, la Atenas sudamericana, la opinión pública, las elecciones democráticas, la moral cristiana, la escasez de divisas, el derecho de asilo, el peligro comunista, la nave del Estado, la carestía de la vida, las tradiciones republicanas, las clases desfavorecidas, los mensajes de adhesión.

No alcanzó a terminar. La laboriosa enumeración tronchó su último vahaje. Ahogándose en el mare mágnum de fórmulas abstractas que durante dos siglos constituyeron la justificación moral del poderío de la familia, la Mamá Grande emitió un sonoro eructo y expiró.

Fuente: García Márquez, G. (1962), Todos los cuentos, Debolsillo, Buenos Aires.

5/7/24

La mala racha

Por Eduardo Galeano

Mientras dura la mala racha, pierdo todo. Se me caen las cosas de los bolsillos y de la memoria: pierdo llaves, lapiceras, dinero, documentos, nombres, caras, palabras. Yo no sé si será gualicho de alguien que me quiere mal y me piensa peor, o pura casualidad, pero a veces el bajón demora en irse y yo ando de pérdida en pérdida, pierdo lo que encuentro, no encuentro lo que busco, y siento mucho miedo de que se me caiga la vida en alguna distracción.

Fuente: Galeano, E. (1989), El libro de los abrazos, Siglo XXI, Madrid.

28/6/24

Marche al manicomio

Por Eduardo Galeano

Mayo

16

Los meros y otros preces,

los delfines,

los cisnes, los flamencos, los albatros,

los pingüinos,

los bisontes,

las avestruces,

los osos koalas,

los orangutanes y otros monos,

las mariposas y otros insectos

y muchos más parientes nuestros del reino animal tienen relaciones homosexuales, hembra con hembra, macho con macho, por un rato o para siempre.

Menos mal que no son personas: se salvaron del manicomio.

Hasta el día de hoy del año 1990, la homosexualidad integró la lista de enfermedades mentales de la Organización Mundial de la Salud.

Fuente: Galeano, E. (2012), Los hijos de los días, Siglo Veintiuno, Buenos Aires. 

21/6/24

Garrincha

Por Eduardo Galeano

Alguno de sus muchos hermanos lo bautizó Garrincha, que es el nombre de un pajarito inútil y feo. Cuando empezó a jugar al fútbol, los médicos le hicieron la cruz: diagnosticaron que nunca llegaría a ser un deportista este anormal, este pobre resto del hambre y de la poliomelitis, burro y cojo, con un cerebro infantil, una columna vertebral hecha una S y las dos piernas torcidas para el mismo lado.

Nunca hubo un puntero derecho como él. En el Mundial del 58, fue el mejor en su puesto. En el Mundial del 62, el mejor jugador del campeonato. Pero a lo largo de sus años en las canchas, Garrincha fue más: él fue el hombre que dio más alegría en toda la historia del fútbol.

Cuando él estaba allí, el campo de juego era un picadero de circo; la pelota, un bicho amaestrado; el partido, una invitación a la fiesta. Garrincha no se dejaba sacar la pelota, niño defendiendo su mascota, y la pelota y él cometían diabluras que mataban de risa a la gente: él saltaba sobre ella, ella brincaba sobre él, ella se escondía, él se escapaba, ella lo corría. En el camino, los rivales se chocaban entre sí, se enredaban las piernas, se mareaban, caían sentados. Garrincha ejercía sus picardías de malandra a la orilla de la cancha, sobre el borde derecho, lejos del centro: criado en los suburbios, en los suburbios jugaba. Jugaba para un club llamado Botafogo, que significa prendefuego, y ése era él: el botafogo que encendía los estadios, loco por el aguardiente y por todo lo ardiente, el que huía de las concentraciones, escapándose por la ventana, porque desde los lejanos andurriales lo llamaba alguna pelota que pedía ser jugada, alguna música que exigía ser bailada, alguna mujer que quería ser besada.

¿Un ganador? Un perdedor con buena suerte. Y la buena suerte no dura. Bien dicen en Brasil que si la mierda tuviera valor, los pobres nacerían sin culo.

Garrincha murió de su muerte: pobre, borracho y solo.

Fuente: Galeano, E. (1995), El fútbol a sol y sombra, Siglo Veintiuno, México, D.F.

14/6/24

Dicen los indios:

Por Eduardo Galeano

¿Que tiene dueño la tierra? ¿Cómo así? ¿Cómo se ha de vender? ¿Cómo se ha de comprar? Si ella no nos perteneces, pues. Nosotros somos de ella. Sus hijos somos. Así siempre, siempre. Tierra viva. Como cría a los gusanos, así nos cría. Tiene huesos y sangre. Leche tiene, y nos da de mamar. Pelo tiene, pasto, paja, árboles. Ella sabe parir papas. Hace nacer casas. Gente hace nacer. Ella anos cuida y nosotros la cuidamos. Ella bebe chicha, acepta nuestro convite. Hijos suyos somos. ¿Cómo se ha de vender? ¿Cómo se ha de comprar?

Fuente: Galeano, E. (1982), Memoria del fuego I. Los nacimientos, Siglo XXI, México, D.F.

7/6/24

Fundación de los campos de concentración

Por Eduardo Galeano

Cuando Namibia conquistó la independencia, en 1990, se siguió llamando Göring la principal avenida de su capital. No por Hermann, el célebre jefe nazi, sino en homenaje a su papá, Heinrich Göring, que fue uno de los autores del primer genocidio del siglo veinte.

Aquel Göring, representante del imperio alemán en ese país africano, había tenido la bondad de confirmar, en 1904, la orden de exterminio dictada por el general Lothar von Trotta.

Los hereros, negros pastores, se habían alzado en rebelión. El poder colonial los expulsó a todos y advirtió que mataría a los hereros que encontrara en Namibia, hombres, mujeres o niños, armados o desarmados.

De cada cuatro hereros, murieron tres. Los abatieron los cañones o los soles del desierto adonde fueron arrojados.

Los sobrevivientes de la carnicería fueron a parar a los campos de concentración, que Göring programó. Entonces, el canciller Von Bülow tuvo el honor de pronunciar por primera vez la palabra Konzentrationslager.

Los campos, inspirados en el antecedente británico de África del Sur, combinaban el encierro, el trabajo forzado y la experimentación científica. Los prisioneros, que extenuaban la vida en las minas de oro y diamantes, eran también cobayos humanos para la investigación de las razas inferiores. En esos laboratorios trabajaban Theodor Mollison y Eugen Fischer, que fueron maestros de Joseph Mengele.

Mengele pudo desarrollar sus enseñanzas a partir de 1933. Ese año, Göring hijo fundó los primeros campos de concentración en Alemania, siguiendo el modelo que su papá había ensayado en África.

Fuente: Galeano, E. (2008), Espejos, Siglo XXI, Buenos Aires.

31/5/24

El miedo y la codicia

Por Eduardo Galeano

Cuando el gobierno de Francia decidió, en mayo del 98, reducir la semana laboral de 39 a 35 horas, dando así una elemental lección de cordura, la medida desató clamores de protesta entre empresarios, políticos y tecnócratas. En Suiza, que no tiene problemas de desempleo, me tocó asistir, hace algún tiempo, a un acontecimiento que me dejó turulato. Un plebiscito propuso trabajar menos horas sin disminuir los salarios, y los suizos votaron en contra. Recuerdo que no lo entendí, confieso que sigo sin entenderlo todavía. El trabajo es una obligación universal desde que Dios condenó a Adán a ganarse el pan con el sudor de su frente, pero no hay por qué tomarse tan a pecho la voluntad divina. Sospecho que este fervor laboral tiene mucho que ver con el terror al desempleo, aunque en el caso de Suiza el desempleo sea una amenaza borrosa y lejana, y con el pánico al tiempo libre. Ser es ser útil, para ser hay que ser vendible. El tiempo que no se traduce en dinero, tiempo libre, tiempo de vida vivida por el placer de vivir y no por el deber de producir, genera miedo. Al fin y al cabo, eso nada tiene de nuevo. El miedo ha sido siempre, junto con la codicia, uno de los dos motores más activos del sistema que otrora se llamaba capitalismo.

Fuente: Galeano, E. (1998), Patas arriba, Siglo Veintiuno, Buenos Aires.

24/5/24

La unidad de nuestro mundo

Por Jacques Gernet

En las regiones comprendidas entre India e Irán, las influencias helenísticas habían permanecido lo suficientemente vivas como para marcar fuertemente el arte budista que, simbólico en sus orígenes, acabó convirtiéndose en figurativo. Este arte con una mezcla de influencias indias, griegas e iranias se difundió desde las cuencas del Indo y del Ganges hasta los oasis de Asia Central, alcanzando a partir de ahí China del norte, Corea y Japón. El lejano recuerdo de la estatuaria griega que conservan en sus pliegues, sus poses y sus caras algunas estatuas budistas de China y del Japón constituye una de las pruebas más hermosas de la unidad de nuestro mundo.

Gernet, J. (1999), El mundo chino, Crítica, Barcelona.

17/5/24

Paulo Freire

Por Eduardo Galeano

Noviembre

28

 Imagen tomada de https://shorturl.at/4rX7y

En el año 2009, el gobierno de Brasil pidió disculpas a Paulo Freire. Él no pudo agradecer el gesto, porque llevaba doce años de muerto.

Paulo había sido el profeta de una educación solidaria.

En sus comienzos, daba clases bajo un árbol. Había alfabetizado a miles y miles de obreros del azúcar, en Pernambuco, para que fueran capaces de leer el mundo y ayudaran a cambiarlo.

La dictadura militar lo metió preso, lo echó del país y le prohibió el regreso.

En el exilio, Paulo anduvo mucho mundo. Cuanto más enseñaba, más aprendía.

Hoy, trescientas cuarenta escuelas brasileñas llevan su nombre.

Fuente: Galeano, E. (2012), Los hijos de los días, Siglo Veintiuno, Buenos Aires.

10/5/24

Johannes Kepler

Por Eduardo Galeano

Noviembre

16

Como era muy miope, no tuvo más remedio que inventar lentes que fundaron la óptica moderna y un telescopio que descubrió una estrella nueva.

Y como era muy mirón, mirando un copo de nieve en la palma de su mano vio que el alma del hielo era una estrella de seis picos, seis, como seis son los lados de las celdillas de las abejas en los panales, y con los ojos de su razón vio que la forma hexagonal sabe usar el espacio de la mejor manera.

Y en el balcón de su casa vio que no era circular el viaje de sus plantitas en busca de la luz, y dedujo que quizá tampoco era circular el viaje de los planetas alrededor del sol, y su telescopio se puso a medir las elipses que describen.

Viendo, vivió.

Cuando dejó de ver murió, en este día de 1630.

La lápida de Johannes Kepler dice:

Medí los cielos. Ahora, las sombras mido.

Fuente: Galeano, E. (2012), Los hijos de los días, Siglo Veintiuno, Buenos Aires.

3/5/24

La fabricación de enfermedades

Por Eduardo Galeano

¿Buena salud? ¿Mala salud? Todo depende del punto de vista. Desde el punto de vista de la gran industria farmacéutica, la mala salud es muy saludable.

La timidez, pongamos por caso, podía resultar simpática, y quizás atractiva, hasta que se convirtió en enfermedad. En el año 1980, la American Psychiatric Association decidió que la timidez es una enfermedad psiquiátrica y la incluyó en su Manual de Alteraciones Mentales, que periódicamente ponen al día los sacerdotes de la Ciencia.

Como toda enfermedad, la timidez necesita medicamentos. Desde que se conoció la noticia, los grandes laboratorios han ganado fortunas vendiendo esperanzas de curación a los pacientes apestados por esta fobia social, alergia a la gente, dolencia médica severa...

Fuente: Galeano, E. (2012), Los hijos de los días, Siglo Veintiuno, Buenos Aires.

26/4/24

Llamas

Por Eduardo Galeano

1948

Bogotá

Invaden el centro de Bogotá las ruanas indias y las alpargatas obreras, manos curtidas por la tierra o por la cal, manos manchadas de aceite de máquinas o de lustre de zapatos, y al torbellino acuden los changadores y los estudiantes y los camareros, las lavanderas del río y las vivanderas del mercado, las sieteamores y los sieteoficios, los buscavidas, los buscamuertes, los buscasuertes: del torbellino se desprende una mujer llevándose cuatro abrigos de piel, todos encima, torpe y feliz como osa enamorada; como conejo huye un hombre con varios collares de perlas en el pescuezo y como tortuga camina otro con una nevera a la espalda.

En las esquinas, niños en harapos dirigen el tránsito, los presos revientan los barrotes de las cárceles, alguien corta a machetazos las mangueras de los bomberos. Bogotá es una inmensa fogata y el cielo una bóveda roja; de los balcones de los ministerios incendiados llueven máquinas de escribir y llueven balazos desde los campanarios de las iglesias en llamas. Los policías se esconden o se cruzan de brazos ante la furia.

Desde el palacio presidencial, se ve venir el río de gente. Las ametralladoras han rechazado ya dos ataques, pero el gentío alcanzó a arrojar contra las puertas del palacio al destripado pelele que había matado a Gaitán.

Doña Bertha, la primera dama, se calza un revólver al cinto y llama por teléfono a su confesor:

Padre, tenga la bondad de llevar a mi hijo a la Embajada americana.

Desde otro teléfono, el presidente, Mariano Ospina Pérez, manda proteger la casa del general Marshall y dicta órdenes contra la chusma alzada. Después, se sienta y espera. El rugido crece desde las calles.

Tres tanques encabezan la embestida contra el palacio presidencial. Los tanques llevan gente encima, gente agitando banderas y gritando el nombre de Gaitán, y detrás arremete la multitud erizada de machetes, hachas y garrotes. No bien llegan a palacio, los tanques se detienen. Giran lentamente las torretas, apuntan hacia atrás y empiezan a matar pueblo a montones.

Fuente: Galeano, E. (1986), Memoria del fuego 3 EL SIGLO DEL VIENTO, Siglo Veintiuno, Madrid.

19/4/24

Antístenes

Por Bertrand Russell

Antístenes era un carácter notable; en ciertos aspectos, algo así como Tolstoi. Hasta después de la muerte de Sócrates vivió en el círculo aristocrático de sus condiscípulos y no mostró ningún signo de heterodoxia. Pero algo le incitó –sea la derrota de Atenas, la muerte de Sócrates o cierto disgusto por el ergotismo filosófico–, ya no muy joven, a despreciar las cosas que anteriormente estimara. No tenía nada, sino la simple bondad. Se asoció con los hombres trabajadores y vistió como ellos. Adoptó un aire práctico al perorar, en un estilo que el inculto podía comprender. Reputó de viles a todos los filósofos refinados; cuanto tuviera que conocerse, podía ser conocido por el hombre sencillo. Creía en la «vuelta a la naturaleza», y llevó este credo muy lejos. No había que tener gobierno ni propiedad privada, ni matrimonio, ni religión establecida. Sus seguidores, si no él mismo, condenaron la esclavitud. No era exactamente ascético, pero despreciaba el lujo y todo lo que fomentaba los placeres artificiales de los sentidos. «He sido más bien loco que voluptuoso», dice.

Fuente: Russell, B. (1946), Historia de la filosofía occidental, Espasa, Madrid.

12/4/24

Antônio Conselheiro

Por Eduardo Galeano

1893

Canudos

Hace mucho tiempo que los profetas recorren las tierras candentes del nordeste brasileño. Anuncian que el rey Sebastián regresará desde la isla de las Brumas y castigará a los ricos y volverá blancos a los negros y jóvenes a los viejos. Cuando acabe el siglo, anuncian, el desierto será mar y el mar, desierto; y el fuego arrasará las ciudades del litoral, frenéticas adoradoras del dinero y el pecado. Sobre las cenizas de Recife, Bahía, Río y San Pablo se alzará una nueva Jerusalem y en ella Cristo reinará mil años. Se acerca la hora de los pobres, anuncian los profetas: faltan siete años para que el cielo baje a la tierra. Entonces ya no habrá enfermedad ni muerte; y en el nuevo reino terrestre y celeste toda injusticia será reparada.

El beato Antônio Conselheiro vaga de pueblo en pueblo, fantasma escuálido y polvoriento, seguido por un coro de letanías. La piel es una gastada armadura de cuero; la barba, una maraña de zarzas; la túnica, una mortaja en harapos. No come ni duerme. Reparte entre los infelices las limosnas que recibe. A las mujeres, les habla de espaldas. Niega obediencia al impío gobierno de la república y en la plaza del pueblo de Bom Conselho arroja al fuego los edictos de impuestos.

Perseguido por la policía, huye al desierto. Con doscientos peregrinos, funda la comunidad de Canudos junto al lecho de un río fugaz. Aquí flota y fulgura el calor sobre la tierra. El calor no deja que la lluvia toque el suelo. Brotan de los cerros calvos las primeras casuchas de barro y paja. En medio de esta hosca tierra, tierra prometida, primer escalón hacia los cielos, Antônio Conselheiro alza en triunfo la imagen de Cristo y anuncia el apocalipsis: Serán aniquilados los ricos, los incrédulos y las coquetas. Se teñirán de sangre las aguas. No habrá más que un pastor y un solo rebaño. Muchos sombreros y pocas cabezas...

Fuente: Galeano, E. (1984), Memoria del fuego 2: Las caras y las máscaras, Siglo Veintiuno, Buenos Aires.

5/4/24

Día del servicio doméstico

Por Eduardo Galeano

Marzo

30

Maruja no tenía edad.

De sus años de antes, nada contaba. De sus años de después, nada esperaba.

No era linda, ni fea, ni más o menos.

Caminaba arrastrando los pies, empuñando el plumero, o la escoba, o el cucharón.

Despierta, hundía la cabeza entre los hombros.

Dormida, hundía la cabeza entre las rodillas.

Cuando le hablaban, miraba el suelo, como quien cuenta hormigas.

Había trabajado en casas ajenas desde que tenía memoria.

Nunca había salido de la ciudad de Lima.

Mucho trajinó, de casa en casa, y en ninguna se hallaba. Por fin, encontró un lugar donde fue tratada como si fuera persona.

A los pocos días, se fue.

Se estaba encariñando.

Fuente: Galeano, E. (2012), Los hijos de los días, Siglo Veintiuno, Buenos Aires.