30/12/22

Jainismo y budismo

Por Agustín Pániker

Tanto budismo como jainismo reaccionaron frente al ritualismo brahmánico, rechazaron el carácter revelado del Veda, se opusieron a la ideología de clases socioespirituales, negaron una primera causa inteligente y no persiguieron la prosperidad o la felicidad mundanal, sino lo incondicionado. Los dos colectivos poseen una orden de monjes renunciantes y célibes, adoran a sus santos y maestros y centran su ética en la no-violencia. Ambos sistemas se basan en la perfección alcanzada por sus maestros, nacidos humanos comunes que, tras renunciar a sus reinos y obtener la iluminación, alcanzaron la perfección del nirvāṇa. Por eso a ambos se les llamó indistintamente jina, buddha o śramaṇa. Jainismo y budismo encabezaron, en definitiva, sendas heterodoxias, una palabra que en la India es preferible a la de herejía.

No obstante, aun cuando comparten una posición semejante y sus enseñanzas tienen muchos puntos en común, sus doctrinas también difieren notablemente. Si la vía enseñada por el Buddha fue el Camino Medio, Mahāvīra propugnó un camino mucho más duro y estricto. De hecho, el rechazo del tapas por parte del Buddha acabó por erigirse como la principal diferencia entre los śramaṇas bauddhas y los śramaṇas nirgranthas. La personalidad del Buddha, tal y como aparece en los textos, es la de un hombre afable, casi cándido. El Buddha permitía incluso que se le invitase a comer. Eso era algo impensable para un tapasvin como Mahāvīra; una concesión a la vida-en-el-mundo altamente perniciosa. Indudablemente, el Jina fue un hombre menos proclive que el Buddha a sermonear e interactuar con la gente-del-mundo. Los textos budistas suelen ironizar bastante sobre la insistencia de los nirgranthas en el ascetismo. Por su parte, las referencias jainistas no cesaron de criticar el enfoque excesivamente mentalista y hasta ilusionista de los budistas. Un verso famoso satiriza la vida monástica budista en estos términos:

«Una cama blanda, comida y bebida, apuestas, y al final de todo, la liberación.»

Desde el punto de vista jainista la vía budista es casi la del hedonismo; es decir, la del denostado materialismo (Lokāyata), sinónimo de la ignorancia. Los jainas consideran que el Buddha flaqueó en su empeño y propuso una vía mucho más dulce y fácil, que, con el tiempo, llevaría a una laxitud y relajación de las normas fatal para su orden de monjes.

Además, hablando con propiedad, el budismo se inició con la predicación del Buddha. De ahí que sus discursos estén marcados por un claro rechazo a otras doctrinas. En cambio, Mahāvīra no fue el primero en exponer la doctrina jainista. Él aceptó el dharma que había adquirido por tradición familiar o por simpatía. Si el Buddha tuvo que formar una comunidad, Mahāvīra tuvo que reorganizarla. A nivel filosófico hallamos oposiciones notables. Si los budistas sostenían la irrealidad del espíritu –doctrina del anātman–, los jainistas mantenían su realidad. Como advirtió el profesor Radhakrishnan, las teorías del espíritu y el conocimiento, tan peculiares del jainismo y tan distintas de las de los budistas, no pudieron surgir la una de la otra.

Fuente: Pániker, A. (2000), El jainismo, Kairós, Barcelona.

23/12/22

El temperamento

Por Stephen Jay Gould

Se han reconocido claramente dos prerrequisitos de la fama intelectual: el don de una inteligencia extraordinaria y la suerte de circunstancias insólitas (tiempo, clase social, etc.). Creo que no se ha concedido la debida importancia a un tercer factor: el temperamento. Al menos en mi observación limitada de nuestro mundo actualmente agotado, el factor temperamental parece el menos variable de todos. Entre las personas a las que he conocido, las pocas a las que llamaría «grandes» comparten todas una especie de dedicación impetuosa e incuestionable; una absoluta falta de duda acerca del valor de sus actividades (o al menos un impulso interno que atraviesa cualquier angst que pudiera existir); y, por encima de todo, una capacidad de trabajo (o al menos de hallarse mentalmente alerta para intuiciones inesperadas) en cualquier momento disponible de todos y cada uno de los días de su vida. He conocido a otras personas de talento intelectual igual o mayor que sucumbían a la enfermedad mental, a la desconfianza en sí mismos o a la simple y anticuada pereza.

Esta tenacidad maniática, este fuego en las entrañas, esta actitud que establece el significado literal de entusiasmo («la absorción de Dios»), define a un pequeño grupo de personas que merecen genuinamente la frase manida de «mayor que la vida», pues parecen vivir en un plano distinto al que habitamos nosotros, hombres insignificantes, que miramos a hurtadillas bajo sus enormes piernas. Esta obsesión no tiene ninguna relación particular con la manifestación externa conocida como carisma. Algunas personas de esta categoría, al exudar su placer inducen a otros; otras pueden ser tristemente silenciosas o mostrarse activamente dispépticas hacia el resto del mundo. Este temperamento establece un contrato interno entre una persona y su musa.

Fuente: Gould, S. J. (2000), Las piedras falaces de Marrakech, Crítica, Barcelona.

16/12/22

Ése no puede ser mi hijo

Por Juan Rulfo

–Me derrengaré, pero llegaré con usted a Tonaya, para que le alivien esas heridas que le han hecho. Y estoy seguro de que, en cuanto se sienta usted bien, volverá a sus malos pasos. Eso ya no me importa. Con tal que se vaya lejos, donde yo no vuelva a saber de usted. Con tal de eso... Porque para mí usted ya no es mi hijo. He maldecido la sangre que usted tiene de mí. La parte que a mí me tocaba la he maldecido. He dicho: «¡Que se le pudra en los riñones la sangre que yo le di!». Lo dije desde que supe que usted andaba trajinando por los caminos, viviendo del robo y matando gente... Y gente buena. Y si no, allí está mi compadre Tranquilino. El que lo bautizó a usted. El que le dio su nombre. A él también le tocó la mala suerte de encontrarse con usted. Desde entonces dije: «Ése no puede ser mi hijo».

Rulfo, J. (1953), El Llano en llamas, Cátedra, Madrid.

9/12/22

África mía

Por Eduardo Galeano

Febrero

26

A fines del siglo diecinueve, las potencias coloniales europeas se reunieron, en Berlín, para repartirse el África.

Fue larga y dura la pelea por el botín colonial, las selvas, los ríos, las montañas, los suelos, los subsuelos, hasta que las nuevas fronteras fueron dibujadas y en el día de hoy de 1885 se firmó, en nombre de Dios Todopoderoso, el Acta General.

Los amos europeos tuvieron el buen gusto de no mencionar el oro, los diamantes, el marfil, el petróleo, el caucho, el estaño, el cacao, el café ni el aceite de palma;

prohibieron que la esclavitud fuera llamada por su nombre;

llamaron sociedades filantrópicas a las empresas que proporcionaban carne humana al mercado mundial;

advirtieron que actuaban movidos por el deseo de favorecer el desarrollo del comercio y de la Civilización

y, por si hubiera alguna duda, aclararon que actuaban preocupados por aumentar el bienestar moral y material de las poblaciones indígenas.

Así Europa inventó el nuevo mapa del África.

Ningún africano estuvo, ni de adorno, en esa reunión cumbre.

Fuente: Galeano, E. (2012), Los hijos de los días, Siglo Veintiuno, Buenos Aires.

2/12/22

El fenomenismo

Por Mario Bunge

Lo más interesante suele existir u ocurrir tras algo: tras montañas o rejas; tras los ojos o las orejas; tras las pantallas de televisores, ordenadores o cinematógrafos; etcétera.

Por ejemplo, lo que importa de un texto no son sus caracteres sino su mensaje: lo que dice y lo que sugiere entre líneas. Y lo que más importa de una imagen visual no es la apariencia que exhibe, sino lo que produce dicha apariencia.

Los caracteres de un texto interesan más al impresor que al lector. Las imágenes en una pantalla interesan más al técnico electrónico que al usuario. Lo que realmente nos interesa a los demás son los personajes y los hechos que descubren o encubren dichas apariencias.

Sin embargo, según una opinión muy difundida, las apariencias son valiosas en sí mismas. Esta opinión, llamada fenomenismo, es común a muchas escuelas filosóficas, en particular las de Berkeley, Hume, Kant, Comte, Mill, Mach y los neopositivistas del Círculo de Viena.

En rigor, hay dos clases de fenomenismo: radical y moderado. El primero sostiene que sólo hay apariencias; el segundo, que sólo las apariencias pueden conocerse. El filósofo George Berkeley era un fenomenista radical; para él, ser es percibir o ser percibido por alguien (o Alguien).

Su sucesor, David Hume, no dudaba de la existencia independiente del mundo, pero creía que sólo conocemos lo que captan nuestros órganos sensoriales, y en la forma en que lo captan.

Kant osciló entre ambas opiniones. En unas páginas afirmó que el mundo no es sino una pila de apariencias. Pero en otras admitió que toda apariencia lo es de algo que existe de por sí. No hay como ser ambiguo para generar escuelas de estudiosos capaces de ganarse la vida comentando los aciertos, desaciertos y vacilaciones del Maestro.

Obviamente, ninguno de esos filósofos se ajustó al ABC de la ciencia a moderna que fundaron Galileo, Descartes, Huygens, Harvey, Boyle, Newton, Lavoisier y otros. En efecto, todos estos sostuvieron que los objetos físicos existen de por sí y poseen solamente propiedades primarias, tales como forma, tamaño, energía y composición química. Por esto investigaron estas propiedades y las relaciones entre ellas. No confundieron la física con la psicología cognitiva.

El mundo físico no huele ni sabe a nada y ni siquiera tiene color. Todas estas son propiedades secundarias, es decir, propiedades del sujeto que explora en relación con el objeto que se propone conocer.

Las propiedades secundarias no existieron siempre, sino que emergieron con los primeros organismos dotados de sistema nervioso central, hace menos de 1000 millones de años. Antes de ellos sólo hubo propiedades primarias.

La moraleja es tan obvia como vieja: desconfía de las pantallas, procura averiguar qué hay tras ellas.

Fuente: Bunge, M. (2006), 100 ideas, Laetoli, Pamplona.

25/11/22

Pelé

Por Eduardo Galeano

Imagen tomada de shorturl.at/agHV6

Cien canciones lo nombran. A los diecisiete años fue campeón del mundo y rey del fútbol. No había cumplido veinte cuando el gobierno de Brasil lo declaró tesoro nacional y prohibió su exportación. Ganó tres campeonatos mundiales con la selección brasileña y dos con el club Santos. Después de su gol número mil, siguió sumando. Jugó más de mil trescientos partidos, en ochenta países, un partido tras otro a ritmo de paliza, y convirtió casi mil trescientos goles. Una vez, detuvo una guerra: Nigeria y Biafra hicieron una tregua para verlo jugar.

Verlo jugar, bien valía una tregua y mucho más. Cuando Pelé iba a la carrera, pasaba a través de los rivales, como un cuchillo. Cuando se detenía, los rivales se perdían en los laberintos que sus piernas dibujaban. Cuando saltaba, subía en el aire como si el aire fuera una escalera. Cuando ejecutaba un tiro libre, los rivales que formaban la barrera querían ponerse al revés, de cara a la meta, por no perderse el golazo.

Había nacido en casa pobre, en un pueblito remoto, y llegó a las cumbres del poder y la fortuna, donde los negros tienen prohibida la entrada. Fuera de las canchas, nunca regaló un minuto de su tiempo y jamás una moneda se le cayó del bolsillo. Pero quienes tuvimos la suerte de verlo jugar, hemos recibido ofrendas de rara belleza: momentos de esos tan dignos de inmortalidad que nos permiten creer que la inmortalidad existe.

Fuente: Galeano, E. (1995), El fútbol a sol y sombra, Siglo Veintiuno, México, D.F.

18/11/22

El fin de la pesadilla terrestre

Por Eduardo Galeano

Mil colores luce la muerte en el cementerio de Chichicastenango. Quizá los colores celebran, en las tumbas florecidas, el fin de la pesadilla terrestre: este mal sueño de mandones y mandados que la muerte acaba cuando de un manotazo nos desnuda y nos iguala.

Pero en el cementerio no hay lápidas de 1982, ni de 1983, cuando fue el tiempo de la gran matazón en las comunidades indígenas de Guatemala. El ejército arrojó esos cuerpos a la mar, o a las bocas de los volcanes, o los quemó en quién sabe qué fosas.

Los alegres colores de las tumbas de Chichicastenango saludan a la muerte, la Igualadora, que con igual cortesía trata al mendigo y al rey. Pero en el cementerio no están los que murieron por querer que así también fuera la vida.

Fuente: Galeano, E. (2004), Bocas del tiempo, Siglo XXI, México, D.F.

11/11/22

El miedo venció

Por Eduardo Galeano

Corría el año 1964, y el dragón del comunismo internacional abría sus siete fauces para comerse a Chile.

La publicidad bombardeaba a la opinión pública con imágenes de iglesias quemadas, campos de concentración, tanques rusos, un muro de Berlín en pleno centro de Santiago y guerrilleros barbudos llevándose a los niños.

Hubo elecciones.

El miedo venció. Salvador Allende fue derrotado. En esos días de dolor, yo le pregunté qué era lo que le había dolido más. Y Allende me contó lo que había ocurrido ahí nomás, en una casa vecina, en el barrio de Providencia. La mujer que allí se deslomaba trabajando de cocinera, limpiadora y niñera a cambio de un sueldito, había metido en una bolsa de plástico toda la ropa que tenía y la había enterrado en el jardín de sus patrones, para que no la despojaran los enemigos de la propiedad privada.

Fuente: Galeano, E. (2004), Bocas del tiempo, Siglo XXI, México, D.F.

4/11/22

La palabra

Por Roberto Bolaño

La primera conversación telefónica, la que hizo Pelletier, empezó de manera difícil, aunque Espinoza esperaba esa llamada, como si a ambos les costara decirse lo que tarde o temprano iban a tener que decirse. Los veinte minutos iniciales tuvieron un tono trágico en donde la palabra destino se empleó diez veces y la palabra amistad veinticuatro. El nombre de Liz Norton se pronunció cincuenta veces, nueve de ellas en vano. La palabra París se dijo en siete ocasiones. Madrid, en ocho. La palabra amor se pronunció dos veces, una cada uno. La palabra horror se pronunció en seis ocasiones y la palabra felicidad en una (la empleó Espinoza). La palabra resolución se dijo en doce ocasiones. La palabra solipsismo en siete. La palabra eufemismo en diez. La palabra categoría, en singular y en plural, en nueve. La palabra estructuralismo en una (Pelletier). El término literatura norteamericana en tres. Las palabras cena y cenamos y desayuno y sándwich en diecinueve. La palabra ojos y manos y cabellera en catorce. Después la conversación se hizo más fluida. Pelletier le contó un chiste en alemán a Espinoza y éste se rió. Espinoza le contó un chiste en alemán a Pelletier y éste también se rió. De hecho, ambos se reían envueltos en las ondas o lo que fuera que unía sus voces y sus oídos a través de los campos oscuros y del viento y de la nieves pirenaicas y ríos y carreteras solitarias y los respectivos e interminables suburbios que rodeaban París y Madrid.

Fuente: Bolaño, R. (2004), 2666, Anagrama, Barcelona.

28/10/22

Campeonato mundial del terror

Por Eduardo Galeano

En el desprecio por la vida humana, Hitler era imbatible; pero tuvo competidores.

En el año 2010, el gobierno ruso reconoció oficialmente que había sido Stalin el autor de la matanza de catorce mil quinientos prisioneros polacos en Katyn, Kharkov y Miednoje. Los polacos habían sido fusilados por la nuca en la primavera de 1940, y el crimen había sido siempre atribuido a la Alemania nazi.

En 1945, cuando ya era más que evidente la victoria de los aliados, la ciudad alemana de Dresden y las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki fueron arrasadas hasta la última piedra. Las fuentes oficiales de las naciones victoriosas dijeron que esos eran objetivos militares, pero los miles y miles de muertos fueron todos civiles, y entre las ruinas no apareció ni una honda para cazar pajaritos.

Fuente: Galeano, E. (2012), Los hijos de los días, Siglo Veintiuno, Buenos Aires.

21/10/22

Allende según García Márquez

Por Gabriel García Márquez

Había cumplido sesenta y cuatro años en el julio anterior y era un Leo perfecto: tenaz, decidido e imprevisible. "Lo que piensa Allende sólo lo sabe Allende", me había dicho uno de sus ministros. Amaba la vida, amaba las flores y los perros, y era de una galantería un poco a la antigua con esquelas perfumadas y encuentro furtivos. Su virtud mayor fue la consecuencia, pero el destino le deparó la rara y trágica grandeza de morir defendiendo a bala el mamarracho anacrónico del derecho burgués, defendiendo una Corte Suprema de Justicia que lo había repudiado y había de legitimar a sus asesinos, defendiendo un Congreso miserable que lo había declarado ilegítimo pero que había de sucumbir complacido ante la voluntad de los usurpadores, defendiendo la libertad de los partidos de oposición que habían vendido su alma al fascismo, defendiendo toda la parafernalia apolillada de un sistema de mierda que él se había propuesto desmantelar sin disparar un tiro. El drama ocurrió en Chile, para mal de los chilenos, pero ha de pasar a la historia como algo que nos sucedió sin remedio a todos los hombres de este tiempo y que se quedó en nuestras vidas para siempre.

Fuente: García Márquez, G. (1992), Por la libre, Norma, Bogotá.

14/10/22

La clase media

Por Eduardo Galeano

El miedo del medio: el piso cruje bajo los pies, ya no hay garantías, la estabilidad es inestable, se evaporan los empleos, se desvanece el dinero, llegar a fin de mes es una hazaña. Bienvenida, clase media, saluda un cartel a la entrada de uno de los barrios más miserables de Buenos Aires. La clase media sigue viviendo en estado de impostura, fingiendo que cumple las leyes y que cree en ellas, y simulando tener más de lo que tiene; pero nunca le ha resultado tan difícil cumplir con esta abnegada tradición. Está la clase media asfixiada por las deudas y paralizada por el pánico, y en el pánico cría a sus hijos. Pánico de vivir, pánico de caer: pánico de perder el trabajo, el auto, la casa, las cosas, pánico de no llegar a tener lo que se debe tener para llegar a ser. En el clamor colectivo por la seguridad pública, amenazada por los monstruos del delito que acecha, la clase media es la que más alto grita. Defiende el orden como si fuera su propietaria, aunque no es más que una inquilina agobiada por el precio del alquiler y la amenaza del desalojo.

Fuente: Galeano, E. (1998), Patas arriba, Siglo Veintiuno, Buenos Aires.

7/10/22

La sociedad del futuro

Por Noam Chomsky

Tengo mis propias ideas sobre cómo tendría que ser la sociedad del futuro. Desde una perspectiva muy general, deberíamos desvelar las diferentes manifestaciones de la autoridad y la dominación y poner en tela de juicio su legitimidad. A veces son legítimas. Digamos que se necesitan para sobrevivir. Durante la Segunda Guerra Mundial, teníamos una sociedad totalitaria; y es posible que estuviera en parte justificada dado que vivíamos en tiempo de guerra. Las relaciones entre padres e hijos, por ejemplo, requieren un cierto grado de coerción. A veces está justificada. Pero todo mecanismo de control y coerción debe estar justificado; y, en la mayoría de los casos, no existe justificación alguna. En diferentes estadios de la civilización humana ha sido posible cuestionar algunos de ellos, pero no otros. Otros están demasiado enraizados, o no se perciben, o lo que sea. Por tanto, en cualquier campo concreto, lo que tienes que hacer es detectar las diferentes manifestaciones de la autoridad y la dominación, manifestaciones que cambian con el tiempo y no tienen legitimidad alguna y que, de hecho, a menudo atentan contra los derechos humanos fundamentales y contra tu propia concepción de los derechos fundamentales y de la naturaleza humana. En mi opinión, en vista de la situación actual, la sociedad del futuro que a mí me gustaría sería aquella en la que estuviéramos continuamente haciendo esto, una sociedad en la que estuviéramos aumentando continuamente las cuotas de libertad y justicia, una sociedad en la que no existieran controles externos y hubiera una mayor participación de la población.

¿Cuáles son las cuestiones centrales hoy día? Se está intentando resolver algunas de ellas. Hay quien participa en el movimiento feminista. Hay gente metida en el movimiento en defensa de los derechos civiles. Pero una cuestión fundamental pendiente es la crítica a los fundamentos del sistema de dominación: el control privado de la producción y la distribución de los recursos. Las revoluciones del siglo XVIII no han sido consumadas. Hasta los textos del liberalismo clásico hablaban de que las personas quedaban condenadas a trabajar para otros, en lugar de trabajar para sí mismas, y a no controlar el proceso de producción. Ésta es una parte fundamental del liberalismo clásico. Nadie se acuerda de ello. Pero habría que plantearlo de nuevo. Se trata de una posibilidad real, una posibilidad que supondría un ataque contra las estructuras básicas del capitalismo de estado. Creo que es algo que hay que hacer. Y no en un futuro lejano. En realidad, ni siquiera necesitamos ideas originales. Buena parte de las ideas las encontramos en el siglo XVIII incluso en los textos liberales clásicos y, más tarde, en los textos de la tradición libertaria del movimiento socialista y en los del movimiento anarquista. Creo que se trata de una cuestión muy actual que debería plantearse de nuevo. La sociedad del futuro, desde este punto de vista, sería aquella en la que la producción, las decisiones sobres las inversiones, etc. estuvieran sometidas a control democrático. Es decir, a un control ejercido desde las comunidades, desde los lugares de trabajo, desde los consejos de trabajadores de las fábricas o las universidades, desde todo tipo de organizaciones, con unas estructuras federales que integraran a sectores organizados de muy diverso signo.

Es posible conseguirlo, especialmente en el caso de las sociedades industriales avanzadas. El ambiente cultural necesario sólo existe en pequeño grado, pero podría crearse. He aquí un retrato de una parte de la sociedad del futuro.

Fuente: Chomsky, N. (1993), Crónicas de la discrepancia, Visor, Madrid.

30/9/22

Quemazones

Por Eduardo Galeano

La impunidad es hija de la mala memoria. Bien lo han sabido todas las dictaduras militares que en nuestras tierras han sido. En América latina se han quemado cordilleras de libros, libros culpables de contar la realidad prohibida y libros culpables simplemente de ser libros, y también montañas de documentos. Militares, presidentes, frailes: es larga la historia de las quemazones, desde que en 1562, en Maní de Yucatán, fray Diego de Landa arrojó a las llamas los libros mayas, queriendo incendiar la memoria indígena. Por no citar más que algunas fogatas, baste recordar que en 1870, cuando los ejércitos de Argentina, Brasil y Uruguay arrasaron al Paraguay, los archivos históricos del vencido fueron reducidos a cenizas. Veinte años después, el gobierno de Brasil quemó el papelerío que daba testimonio de tres siglos y medio de esclavitud negra. En 1983, los militares argentinos echaron al fuego los documentos de la guerra sucia contra sus compatriotas, y en 1995, los militares guatemaltecos hicieron lo mismo.

Fuente: Galeano, E. (1998), Patas arriba, Siglo Veintiuno, Buenos Aires.

23/9/22

Euclides

Por Gabriel García Márquez

Florentino Ariza no le reveló la verdad de su empresa sino que se informó a fondo sobre sus facultades de buzo y navegante. Le preguntó si podría descender sin aire a veinte metros de profundidad, y Euclides dijo que sí. Le preguntó si estaba en condiciones de llevar él solo un cayuco de pescador por la mar abierta en medio de una borrasca, sin más instrumentos que su instinto, y Euclides dijo que sí. Le preguntó si sería capaz de localizar un lugar exacto a dieciséis millas náuticas al noroeste de la isla mayor del archipiélago de Sotavento, y Euclides dijo que sí. Le preguntó si era capaz de navegar de noche orientándose por las estrellas, y Euclides le dijo que sí. Le preguntó si estaba dispuesto a hacerlo por el mismo jornal que le pagaban los pescadores por ayudarlos a pescar, y Euclides le dijo que sí, pero con un recargo de cinco reales los domingos. Le preguntó si sabía defenderse de los tiburones, y Euclides le dijo que sí, pues tenía artificios mágicos para espantarlos. Le preguntó si era capaz de guardar un secreto aunque lo pusieran en las máquinas de tormento del palacio de la Inquisición, y Euclides le dijo que sí, pues a nada le decía que no, y sabía decir que sí con tanta propiedad que no había modo de ponerlo en duda.

Fuente: García Márquez, G. (1985), El amor en los tiempos del cólera, Penguin Random House, Barcelona.

16/9/22

La nación que inventó casi todo

Por Eduardo Galeano

Allá en la infancia, supe que China era un país que estaba al otro lado del Uruguay y se podía llegar allí si uno tenía la paciencia de cavar un pozo bien hondo.

Después, algo aprendí de historia universal, pero la historia universal era, y sigue siendo, la historia de Europa. El resto del mundo yacía, yace, en tinieblas. China también. Poco o nada sabemos del pasado de una nación que inventó casi todo.

La seda nació allí, hace cinco mil años.

Antes que nadie, los chinos descubrieron, nombraron y cultivaron el té.

Fueron los primeros en extraer sal de pozos profundos y fueron los primeros en usar gas y petróleo en sus cocinas y en sus lámparas.

Crearon arados de hierro de porte liviano y máquinas sembradoras, trilladoras y cosechadoras, dos mil años antes que los ingleses mecanizaran su agricultura.

Inventaron la brújula mil cien años antes de que los barcos europeos empezaran a usarla.

Mil años antes que los alemanes, descubrieron que los molinos de agua podían dar energía a sus hornos de hierro y de acero.

Hace mil novecientos años, inventaron el papel.

Imprimieron libros seis siglos antes que Gutenberg, y dos siglos antes que él usaron tipos móviles de metal en sus imprentas.

Hace mil doscientos años inventaron la pólvora, y un siglo después el cañón.

Hace novecientos años, crearon máquinas de hilar seda con bobinas movidas a pedal, que los italianos copiaron con dos siglos de atraso.

También inventaron el timón, la rueca, la acupuntura, la porcelana, el fútbol, los naipes, la linterna mágica, la pirotecnia, la cometa, el papel moneda, el reloj mecánico, el sismógrafo, la laca, la pintura fosforescente, los carretes de pescar, el puente colgante, la carretilla, el paraguas, el abanico, el estribo, la herradura, la llave, el cepillo de dientes y otras menudencias.

Fuente: Galeano, E. (2008), Espejos, Siglo XXI, Buenos Aires.

9/9/22

La acción afirmativa

Por Mario Bunge

A partir de 1964, Estados Unidos promulgó las leyes y reglas de acción afirmativa [Affirmative Action] que asignaban puntos de mérito por raza (y género), en una época en que aquel era el más racista de todos los países desarrollados. En esencia esas leyes permitían a la gente ponerse al nivel de los demás antes de que se les exigiera competir. Se ha criticado la acción afirmativa por ser una forma de discriminación inversa. Esta crítica es injusta. Lo que hace la acción afirmativa es dar oportunidades a las personas que no las tuvieron antes, por el único motivo de su sexo o su color, a consecuencia de lo cual no estaban bien preparadas para competir por los puestos de trabajo o el ingreso en la universidad. De tal modo, la acción afirmativa pertenece al mismo grupo que el hándicap del golf. Baja las barreras de entrada, pero no el listón de salida: procura igualar las oportunidades sin bajar los estándares, de modo tal que es congruente con la meritocracia.

Fuente: Bunge, M. (2009), Filosofía política, Gedisa, Barcelona.

1/9/22

Alguien

Por Eduardo Galeano

1969

En cualquier ciudad

En una esquina, ante el semáforo rojo, alguien traga fuego, alguien lava parabrisas, alguien vende toallitas de papel, chicles, banderitas y muñecas que hacen pipí. Alguien escucha el horóscopo por radio, agradecido de que los astros se ocupen de él. Caminando entre los altos edificios, alguien quisiera comprar silencio o aire, pero no le alcanzan las monedas. En un cochino suburbio, entre los enjambres de moscas de arriba y los ejércitos de ratas de abajo, alguien alquila una mujer por tres minutos: en un cuartucho de burdel es violador el violado, mejor que si lo hiciera con una burra en el río. Alguien habla solo ante el teléfono, después de colgar el tubo. Alguien habla solo ante el televisor. Alguien habla solo ante la máquina tragamonedas. Alguien riega una maceta de flores de plástico. Alguien sube a un ómnibus vacío, en la madrugada, y el ómnibus sigue estando vacío.

Fuente: Galeano, E. (1986), Memoria del fuego 3 EL SIGLO DEL VIENTO, Siglo Veintiuno, Madrid.

25/8/22

Borges según Bunge

Por Mario Bunge

Todo el mundo admira la obra de Borges. Se lo cita hoy día tan a menudo como antes se citaba a Paul Valéry, otro poeta cerebral. El motivo es que Borges era extremadamente culto, inteligente, imaginativo e ingenioso, y escribía como los ángeles (como se diría en inglés). Casi todo lo que escribió es interesante, particularmente para los intelectuales.

Pero también hay quien piensa que a Borges le faltó algo.

¿Qué? Tengo la osadía de proponer que carecía de empatía, que no simpatizaba con sus personajes. Propongo esta idea con osadía porque carezco de credenciales literarias y porque soy consciente de que estoy haciendo piscología de butaca.

Creo que Borges admiraba, temía o despreciaba a la gente. Pero ¿alguna vez se compadeció de alguien o amó a alguien al punto de sacrificar algo? Si hemos de juzgar por sus personajes, Borges no le tuvo lástima ni amó apasionadamente a persona alguna. En efecto, ninguno de sus personajes es entrañable. Al menos, yo no querría ser amigo de ninguno de ellos.

Nos reímos de don Quijote y de Sancho Panza, pero también nos encariñamos con ellos. No apreciamos al Doctor Bovary, pero nos da pena. También le tenemos lástima al coronel a quien nadie escribe de García Márquez, aunque no lo admiramos.

Quien lee poemas, cuentos o novela no busca información ni gimnasia intelectual. Busca emoción, asombro o diversión. Borges me asombra, interesa y admira, pero no me emociona. En cambio, el francés Le Clézio, el danés Peter Høeg, el brasileño Jorge Amado, el portugués José Saramago, el indo-canadiense Rohinton Mistry, el albanés Ismail Kadaré, la sudafricana Nadine Gordimer, el nigeriano Wole Soyinka, el egipcio Naguib Mahfouz, el australiano Peter Carey, el español Miguel Delibes, el norteamericano Kurt Vonnegut y muchos otros me emocionan, además de asombrarme y divertirme. Que esto es arte ardiente y perdurable: su capacidad de emocionar.

Creo que Borges fue más porteño "piola" (astuto) de lo que le hubiera gustado ser. Por si no lo sabía la lectora, el porteño piola de aquellos tiempos era despreciativo y perdonavidas, hacía alarde de pellejo duro y de intelecto superior, era escéptico y cínico. Si lo sabré yo, que fui porteño casi la mitad de mi vida. Tanto lo fui, que en mi juventud elogiaba a Borges, a quien respetaba intelectualmente, por ser el mejor escritor inglés en lengua castellana.

Si mi hipótesis fuera verdadera, explicaría por qué la obra de Borges admira pero no conmueve. Fue escrita con la corteza cerebral, sin participación del sistema límbico. Es fría y distante como una escultura moderna o como la música atonal.

Me corrijo: así veo yo la obra de Borges. Admito que otros puedan sentirla de maneras diferentes, acaso por identificarse con el autor o con alguno de sus personajes. Para averiguar la verdad habría que hacer una investigación experimental de la apreciación estética de la obra de Borges. ¿Se anima? Yo tampoco.

Fuente: Bunge, M. (2006), 100 ideas, Laetoli, Pamplona.

18/8/22

Asia oriental versus América Latina

Por Noam Chomsky

La comparación entre Asia oriental y América Latina es impresionante. América Latina tiene una de las peores marcas del mundo en desigualdad, el este de Asia una de las mejores. Lo mismo puede decirse de la enseñanza, la sanidad y los servicios sociales en general. Las importaciones de América Latina se decantan señaladamente hacia el consumo de los ricos; en Asia oriental, hacia la inversión productiva. La fuga de capitales latinoamericanos se ha acercado a las dimensiones de la aplastante deuda; en Asia oriental se ha controlado firmemente hasta hace muy poco. En América Latina los acaudalados suelen estar exentos de obligaciones sociales, incluidos los impuestos. El problema de América Latina no es el «populismo», señala el economista brasileño Bresser Pereira, sino «el sometimiento del estado a los ricos». Asia oriental es tajantemente distinta.

Fuente: Chomsky, N (1999), El beneficio es lo que cuenta, Crítica, Barcelona.

11/8/22

Isaac Newton

Por Eduardo Galeano

Enero

4

Hoy nació, en 1643, Isaac Newton.

Newton nunca tuvo, que se sepa, amantes ni amantas.

Murió virgen, tocado por nadie, aterrorizado por la amenaza de contagios y fantasmas.

Pero este señor miedoso tuvo el coraje de investigar y revelar

el movimiento de los astros,

la composición de la luz,

la velocidad del sonido,

la conducción del calor

y la ley de la gravedad, esa irresistible fuerza de atracción de la tierra que nos llama y llamándonos nos recuerda nuestro origen y nuestro destino.

Fuente: Galeano, E. (2012), Los hijos de los días, Siglo Veintiuno, Buenos Aires.

4/8/22

Quién, quién, quién

Por Roberto Bolaño

De detrás de una arboleda volaron algunos pájaros. Parecían chillar el nombre de esa aldea perdida, Querquén, pero también parecían decir quién, quién, quién. Premuroso, recé una oración y me encaminé hacia un banco de madera, para componer una figura más acorde con lo que yo era o con lo que yo en aquel tiempo creía ser. Virgen María, no desampares a tu siervo, murmuré, mientras los pájaros negros de unos veinticinco centímetros de alzada decían quién, quién, quién, Virgen de Lourdes, no desampares a tu pobre clérigo, murmuré, mientras otros pájaros, marrones o más bien amarronados, con el pecho blanco, de unos diez centímetros de alzada, chillaban más bajito quién, quién, quién, Virgen de los Dolores, Virgen de la Lucidez, Virgen de la Poesía, no dejes a la intemperie a tu servidor, murmuré, mientras unos pájaros minúsculos, de colores magenta y negro y fucsia y amarillo y azul ululaban quién, quién, quién, al tiempo que un viento frío se levantaba de improviso helándome hasta los huesos.

Fuente: Bolaño, R. (2000), Nocturno de Chile, Anagrama, Barcelona.

28/7/22

La libertad humana

Por Brian Greene

Cuando se trata de evaluar el libre albedrío, se puede ganar mucho si desplazamos la atención de un estrecho foco sobre las causas últimas a una observación más amplia de la respuesta humana. Nuestra libertad no es respecto a unas leyes físicas que no podemos afectar. Nuestra libertad consiste en exhibir comportamientos (saltar, pensar, imaginar, observar, deliberar, explicar, etc.) que no tienen a su disposición otros conjuntos de partículas. La libertad humana no está relacionada con la elección libre. Todo lo que la ciencia ha revelado hasta el momento no ha hecho sino reforzar la idea de que esa intercesión volitiva en el desarrollo de la realidad no existe. La libertad humana tiene que ver más bien con verse liberados de las ataduras de ese estrecho abanico de respuestas que desde siempre ha restringido el comportamiento del mundo inanimado.

Fuente: Greene, B. (2020), Hasta el final del tiempo, Crítica, Barcelona.

21/7/22

Los tres

Por Eduardo Galeano

En 1967, mil setecientos soldados acorralaron al Che Guevara y a sus poquitos guerrilleros en Bolivia, en la Quebrada del Yuro. El Che, prisionero, fue asesinado al día siguiente.

En 1919, Emiliano Zapata había sido acribillado en México.

En 1934, mataron a Augusto César Sandino en Nicaragua.

Los tres tenían la misma edad, estaban por cumplir cuarenta años.

Los tres cayeron a balazos, a traición, en emboscada.

Los tres, latinoamericanos del siglo veinte, compartieron el mapa y el tiempo.

Y los tres fueron castigados por negarse a repetir la historia.

Fuente: Galeano, E. (2016), El cazador de historias, Siglo XXI, Ciudad de México.

14/7/22

Malthus versus Condorcet

Por Mario Bunge

¿Qué hacer en el Tercer Mundo, donde la población continúa creciendo y la superpoblación perpetúa la pobreza y, en ocasiones, causa guerras por las tierras, el agua u otros recursos naturales? Lo que la gente ha venido haciendo desde tiempos inmemoriales es morirse de hambre, matar a las niñas o, si sobreviven, rechazarlas; luchar por la tierra o el agua, o emigrar. ¿Hay algo que un Gobierno pueda hacer para cambiar este lamentable estado de cosas? Se han probado dos políticas demográficas muy diferentes, en China y en la India, los países más poblados de la Tierra. Malthus y Condorcet sugirieron estas políticas alternativas a finales del siglo XVIII.

Malthus, clérigo y economista, propuso la «restricción moral» obligatoria: la abstinencia sexual en lugar del control artificial de la natalidad. En cambio, el politólogo y matemático Condorcet previó correctamente que los avances científicos llevarían a un aumento de la productividad de la tierra y que la educación universal convencería a la gente de practicar la planificación familiar. En resumen, mientras que el igualitario marqués era partidario de una política demográfica liberal e ilustrada, el párroco conservador se inclinó por las restricciones legales y el adoctrinamiento religioso.

¿Qué resultados han dado estas políticas demográficas alternativas? Los chinos han tenido un éxito espectacular en el uso de la coerción para reducir la tasa de nacimientos de 7,55 nacimientos por mujer, en 1962, a 1,7 en 2004, mientras que, en el mismo período, la tasa india se redujo de 4,71 a 2,87. Pero el precio pagado por el pueblo chino no es insignificante: una proporción de sexos muy elevada, sesgada hacia los varones (1,17), una generación de «pequeños emperadores» mimados, el rechazo de las niñas no deseadas y una nueva restricción autoritaria que llega desde arriba.

En cambio, el éxito demográfico indio, si bien más modesto, ha sido también cultural y político. Según Sen, en los estados indios de Kerala y Tamil Nadu, está reducción en las tasas de natalidad fue resultado de una mejor educación y asistencia sanitaria, tanto de mujeres como de hombres, así como de la igualdad entre los sexos. El éxito iraní en planificación familiar es todavía más espectacular: su tasa de fertilidad cayó de 5,6 nacimientos por mujer en 1985 a 2,0 en 2000. Como los Gobiernos indios de Kerala y Tamil Nadu, las autoridades iraníes adoptaron la política demográfica liberal e ilustrada de Condorcet. Pusieron una gran confianza en la información, educación y una vasta red de asistencia sanitaria que incluía la salud reproductiva, apoyada no solo por la ONU, sino también, sorprendentemente, por el clero islámico.

Fuente: Bunge, M. (2009), Filosofía política, Gedisa, Barcelona.

7/7/22

Gualberto Villarroel

Por Eduardo Galeano

1946

La Paz

En la cumbre, hay tres. Abajo, en la base de la montaña, hay tres millones. La montaña es de estaño y se llama Bolivia.

Los tres de la cumbre forman la Rosca minera. Simón Patiño está al centro. A un costado tiene a Carlos Aramayo; al otro, a Mauricio Hochschild. Patiño era un minero pobretón hasta que hace medio siglo una hada lo tocó con la varita mágica y lo convirtió en uno de los hombres más ricos del mundo. Ahora usa chaleco con cadena de oro y a su mesa sienta reyes y presidentes. Aramayo viene de la aristocracia local. Hochschild viene del avión que lo trajo. Cualquiera de los tres tiene más dinero que el Estado.

Todo lo que el estaño rinde, queda afuera. Para evitar impuestos, la sede de Patiño está en Estados Unidos, la de Aramayo en Suiza y la de Hochschild en Chile. Patiño paga a Bolivia 50 dólares al año por impuesto a la renta, Aramayo 22 y Hochschild nada.

Cada miembro de la Rosca dispone de un diario y de varios ministros y legisladores. Es tradición que el canciller reciba un salario mensual de la Patiño Mines. Pero ahora el presidente, Gualberto Villarroel, quiere obligar a la Rosca a pagar impuestos y salarios que no sean simbólicos, así que se desata una desaforada conspiración.

Imagen tomada de https://bit.ly/3yaOqYX

El presidente Villarroel no se defiende. Se abandona al destino, como si del destino se tratara.

Contra él embisten matones a sueldo, seguidos de un extraño y numeroso cortejo donde se mezclan beatas y estudiantes. Alzando antorchas, banderas negras y sábanas ensangrentadas, los amotinados invaden el palacio de gobierno, arrojan a Villarroel del balcón a la calle y lo cuelgan, desnudo, de un farol.

Además de desafiar a la Rosca, Villarroel había querido dar los mismos derechos al blanco y al indio, a la esposa y a la amante, al hijo legal y al hijo natural.

El mundo entero saluda el crimen. Los dueños de la Democracia anuncian que han liquidado a este tirano a sueldo de Hitler, que con imperdonable insolencia pretendía elevar el derrumbado precio internacional del estaño. Y en Bolivia, país que no cesa de trabajar por su propia desgracia, se celebra la caída de lo que es y la restauración de lo que era. Viven jornadas felices la Liga de Moral, la Asociación de Madres del Sacerdote, las Viudas de Guerra, la embajada de los Estados Unidos, toda la derecha, casi toda la izquierda, izquierda a la izquierda de la luna, y la Rosca.

Fuente: Galeano, E. (1986), Memoria del fuego 3 EL SIGLO DEL VIENTO, Siglo Veintiuno, Madrid.

30/6/22

Peregrinando en el saṃsāra

Por Agustín Pániker

Nosotros, que hemos tenido la inmensa suerte de haber traspasado la horrorosa vida de los infinitos nigodas... que hemos sido millones de veces alguno de los miles de millones de ekendriyas... que hemos pasado tropecientas vidas en una colonia de incontables jīvas de una planta bulbosa... que hemos renacido como un violento carnívoro cuya forma de subsistencia acarreó inevitablemente renacimientos infernales... nosotros que hemos pasado eones en los infiernos... una vez alcanzado el renacimiento adecuado para poner fin a la pesadilla de la eternidad, ¿vamos a ser tan estúpidos de no saber aprovecharlo?, ¿vamos a desperdiciar esta posibilidad prácticamente única? Y aún más; nosotros, que como humanos hemos tenido la suerte de vivir en un tiempo en que el jainismo todavía existe sobre la Tierra, ¿vamos a vivir una vida sin meta que puede devolvernos de un plumazo a cualquiera de las bajas existencias?, ¿vamos a seguir violentando a los seres vivos a sabiendas de que todo en el universo posee un grado de conciencia?, ¿vamos a seguir peregrinando en el saṃsāra sin meta ni fin?

Fuente: Pániker, A. (2000), El jainismo, Kairós, Barcelona.

23/6/22

Andresito Guacurarí

Por Eduardo Galeano

José Artigas, autor de la primera reforma agraria en las Américas, se negó a aceptar que la independencia fuera una emboscada contra los hijos más pobres de estas tierras. Y escandalizó a la sociedad colonial cuando nombró gobernador y comandante al indio Andresito Guacurarí.

Antes de ser vencido por dos imperios esclavistas y tres puertos traidores, Artigas recibió la noticia de la muerte de Andresito, que había caído peleando.

Nada nunca le dolió tanto. Andresito, su hijo elegido, era el más valiente y el más silencioso de sus soldados. Indio callado, hablaba por sus actos.

Fuente: Galeano, E. (2016), El cazador de historias, Siglo XXI, Ciudad de México.

16/6/22

¿Dónde están?

Por Carl Sagan

Si pensamos en los fundadores de Estados Unidos –Jefferson, Washington, Samuel y John Adams, Madison y Monroe, Benjamin Franklin, Tom Paine y muchos otros–, nos encontramos con una lista de al menos diez y puede que incluso docenas de grandes líderes políticos. Eran cultos. Siendo productos de la Ilustración europea, eran estudiosos de la historia. Conocían la falibilidad, debilidad y corrupción humanas. Hablaban el inglés con fluidez. Escribían sus propios discursos. Eran realistas y prácticos y, al mismo tiempo, estaban motivados por altos principios. No tenían que comprobar las encuestas para saber qué pensar aquella semana. Sabían qué pensar. Se sentían cómodos pensando a largo plazo, planificando incluso más allá de la siguiente elección. Eran autosuficientes, no necesitaban una carrera de políticos ni formar grupos de presión para ganarse la vida. Eran capaces de sacar lo mejor que había en nosotros. Les interesaba la ciencia y, al menos dos de ellos, la dominaban. Intentaron trazar un camino para Estados Unidos hasta un futuro lejano, no tanto estableciendo leyes como fijando los límites del tipo de leyes que se podían aprobar.

La Constitución y su Declaración de Derechos han resultado francamente buenas y, a pesar de la debilidad humana, han constituido una máquina capaz, casi siempre, de corregir su propia trayectoria.

En aquella época había sólo dos millones y medio de ciudadanos de Estados Unidos. Hoy somos unas cien veces más. Es decir, si entonces había diez personas del calibre de Thomas Jefferson, ahora debería haber 10 x 100 = 1 000 Thomas Jefferson.

¿Dónde están?

Fuente: Sagan, C. (1995), El mundo y sus demonios, Planeta, Bogotá.

9/6/22

Los herederos del liberalismo clásico

Por Noam Chomsky

Para los libertarios del siglo XVIII, los principales enemigos de la libertad eran el sistema feudal, la esclavitud y dos poderosas instituciones: la Iglesia y el Estado. Concebían un orden social en el cual los individuos (más exactamente, los hombres blancos con propiedades) serían más o menos iguales y libres, una vez que esas barreras hacia la libertad hubiesen sido eliminadas. No podían prever la centralización del poder efectivo en el sistema industrial y financiero del capitalismo corporativo. Para aplicar sus ideales libertarios al mundo moderno, hay que ir más allá de la preocupación por el papel coercitivo de la Iglesia y del Estado. Los verdaderos herederos del liberalismo clásico, en mi opinión, son los socialistas libertarios y los anarquistas, quienes se oponen a las estructuras jerárquicas y a las instituciones autoritarias en un ámbito mucho más amplio.

Fuente: Chomsky, N. (1988), Sobre el poder y la ideología, A. Machado Libros, Madrid.

2/6/22

Cuántas veces

Por Eduardo Galeano

¿Cuántas veces he sido un dictador? ¿Cuántas veces un inquisidor, un censor, un carcelero? ¿Cuántas veces he prohibido, a quienes más quería, la libertad y la palabra? ¿De cuántas personas me he sentido dueño? ¿A cuántas he condenado porque cometieron el delito de no ser yo? ¿No es la propiedad privada de las personas más repugnante que la propiedad de las cosas? ¿A cuánta gente usé, yo que me creía tan al margen de la sociedad de consumo? ¿No he deseado o celebrado, secretamente, la derrota de otros, yo que en voz alta me cagaba en el valor del éxito? ¿Quién no reproduce, dentro de sí, al mundo que lo genera? ¿Quién está a salvo de confundir a su hermano con un rival y a la mujer que ama con la propia sombra?

Fuente: Galeano, E. (1978), Días y noches de amor y de guerra, Alianza Editorial, Madrid.

26/5/22

La derecha política

Por Mario Bunge

La derecha del espectro político no es menos diversa que el centro o la izquierda. Sin embargo, todas las ideologías de derechas, ya sean liberales o autoritarias, laicas o religiosas, comparten dos características: su preferencia por los ricos y los correlativos odio a la igualdad y desconfianza por el disenso. Tal como se ha dicho, saben distinguir la derecha de la izquierda, pero no lo bueno de lo malo. No solo ignoran los lamentos de los pobres, quienes, casualmente, constituyen la enorme mayoría de la población: los neoliberales libran una guerra inmisericorde contra aquellos, sean estos personas o naciones, al oponerse a toda redistribución de la riqueza.

La rama liberal de la derecha se llama neoliberalismo o neoconservadurismo. Se trata de una suerte de anarquismo de derechas, ya que combina el liberalismo político con el culto al mercado. De hecho, propone volver al capitalismo victoriano (o crudo). En efecto, los neoliberales procuran reducir el Estado a la sola protección de la persona y la propiedad, y dejan que los indigentes se las arreglen por sí mismos («iniciativa privada»). De hecho, el neoliberalismo o fundamentalismo mercantil se compone de: desregulación y globalización económica, reducción radical de los servicios sociales, debilitamiento de los sindicatos, «flexibilización» del mercado laboral y democracia política en casa, pero tolerancia o apoyo de las dictaduras extranjeras amistosas. No tienen nada constructivo que decir acerca de la degradación ambiental, la guerra, el desempleo crónico, la desigualdad en los ingresos, la discriminación de género, el despotismo, la salud pública, el analfabetismo, el abismo Norte-Sur u otras calamidades sociales. El neoliberalismo es elitista, puesto que procura asegurar el dominio de unos pocos sobre la mayoría.

Los neoliberales ven todas las cuestiones sociales a través del prisma más estrecho posible. Practican tanto el individualismo como el economicismo. Sus lemas son La sociedad no existe: solo existen los individuos (Margaret Thatcher) y El mercado lo da y el mercado lo quita. Toda amenaza al imperio del mercado se encuentra con el autoritarismo. Esta es la razón de que los Gobiernos republicanos de Estados Unidos hayan entablado relaciones amistosas con todos los Gobiernos autoritarios de derechas en todo el mundo. La extremada estrechez conceptual y práctica del neoliberalismo ilustra el principio praxiológico de que siempre se persigue un único objetivo, tal como la libertad o la igualdad, todos los demás objetivos quedan amenazados.

Las consecuencias prácticas de las políticas neoliberales (el llamado Consenso de Washington) diseñadas e impuestas por el FMI, el Banco Mundial y la Organización Mundial del Comercio se hicieron sentir en América Latina después de que fueran adoptadas en forma masiva, durante la década de 1990. Los resultados fueron decepcionantes, en el mejor de los casos: la pobreza, la desigualdad y el analfabetismo no disminuyeron, la productividad no aumentó y la opinión pública fue silenciada.

La reacción popular llegó en nuestro siglo. Numerosos partidos con tendencia a la izquierda y hasta rudimentarios movimientos populistas, tales como el de Hugo Chávez en Venezuela, llegaron al poder o cerca de él en numerosas naciones de la región. Este es un contraejemplo más a la «ley» de Tocqueville de que el pueblo no se levanta cuando está más oprimido, sino cuando la situación comienza a mejorar y el Estado se debilita. (Excepciones anteriores fueron la revolución rusa, china e indochina.)

A continuación, en el espectro ideológico, viene el tradicionalismo, el cual une el fundamentalismo religioso a la defensa del statu quo. Un ejemplo es el de la actual teocracia iraní, en la que la política y la cultura cotidianas estás sometidas a una estricta censura religiosa. Se llevan a cabo elecciones regularmente, pero los candidatos deben ser examinados por un consejo que no es elegido por votación. Dicho sea de paso, esto no es excepcional: aun en las naciones más democráticas, solo la élite del partido selecciona a los candidatos o precandidatos.

Por último, encontramos el fascismo en sus muy diversas formas, cada una adaptada a las condiciones y tradiciones particulares de un país dado. Sean de base laica, sean de base religiosa, todos los regímenes fascistas se han caracterizado por ser partidarios de la desigualdad radical, así como por la intolerancia, la identificación del Gobierno con el partido y el uso de la violencia extrema en defensa de los ricos. Todos los regímenes fascistas se han beneficiado de la complicidad, explícita o tácita, de la iglesia católica, así como de la protestante.

Fuente: Bunge, M. (2009), Filosofía política, Gedisa, Barcelona.