Por Noam Chomsky
Tengo
mis propias ideas sobre cómo tendría que ser la sociedad del futuro. Desde una
perspectiva muy general, deberíamos desvelar las diferentes manifestaciones de
la autoridad y la dominación y poner en tela de juicio su legitimidad. A veces
son legítimas. Digamos que se necesitan para sobrevivir. Durante la Segunda
Guerra Mundial, teníamos una sociedad totalitaria; y es posible que estuviera
en parte justificada dado que vivíamos en tiempo de guerra. Las relaciones
entre padres e hijos, por ejemplo, requieren un cierto grado de coerción. A
veces está justificada. Pero todo mecanismo de control y coerción debe estar
justificado; y, en la mayoría de los casos, no existe justificación alguna. En
diferentes estadios de la civilización humana ha sido posible cuestionar
algunos de ellos, pero no otros. Otros están demasiado enraizados, o no se
perciben, o lo que sea. Por tanto, en cualquier campo concreto, lo que tienes
que hacer es detectar las diferentes manifestaciones de la autoridad y la
dominación, manifestaciones que cambian con el tiempo y no tienen legitimidad
alguna y que, de hecho, a menudo atentan contra los derechos humanos
fundamentales y contra tu propia concepción de los derechos fundamentales y de
la naturaleza humana. En mi opinión, en vista de la situación actual, la
sociedad del futuro que a mí me gustaría sería aquella en la que estuviéramos
continuamente haciendo esto, una sociedad en la que estuviéramos aumentando
continuamente las cuotas de libertad y justicia, una sociedad en la que no existieran
controles externos y hubiera una mayor participación de la población.
¿Cuáles son las cuestiones centrales hoy
día? Se está intentando resolver algunas de ellas. Hay quien participa en el
movimiento feminista. Hay gente metida en el movimiento en defensa de los
derechos civiles. Pero una cuestión fundamental pendiente es la crítica a los
fundamentos del sistema de dominación: el control privado de la producción y la
distribución de los recursos. Las revoluciones del siglo XVIII no han sido
consumadas. Hasta los textos del liberalismo clásico hablaban de que las
personas quedaban condenadas a trabajar para otros, en lugar de trabajar para
sí mismas, y a no controlar el proceso de producción. Ésta es una parte
fundamental del liberalismo clásico. Nadie se acuerda de ello. Pero habría que
plantearlo de nuevo. Se trata de una posibilidad real, una posibilidad que
supondría un ataque contra las estructuras básicas del capitalismo de estado.
Creo que es algo que hay que hacer. Y no en un futuro lejano. En realidad, ni
siquiera necesitamos ideas originales. Buena parte de las ideas las encontramos
en el siglo XVIII incluso en los textos liberales clásicos y, más tarde, en los
textos de la tradición libertaria del movimiento socialista y en los del
movimiento anarquista. Creo que se trata de una cuestión muy actual que debería
plantearse de nuevo. La sociedad del futuro, desde este punto de vista, sería
aquella en la que la producción, las decisiones sobres las inversiones, etc.
estuvieran sometidas a control democrático. Es decir, a un control ejercido
desde las comunidades, desde los lugares de trabajo, desde los consejos de
trabajadores de las fábricas o las universidades, desde todo tipo de
organizaciones, con unas estructuras federales que integraran a sectores organizados
de muy diverso signo.
Es posible conseguirlo, especialmente en
el caso de las sociedades industriales avanzadas. El ambiente cultural
necesario sólo existe en pequeño grado, pero podría crearse. He aquí un retrato
de una parte de la sociedad del futuro.
Fuente:
Chomsky, N. (1993), Crónicas de la discrepancia, Visor, Madrid.
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