Por Eduardo Galeano
En
el desprecio por la vida humana, Hitler era imbatible; pero tuvo competidores.
En el año 2010, el gobierno ruso reconoció
oficialmente que había sido Stalin el autor de la matanza de catorce mil
quinientos prisioneros polacos en Katyn, Kharkov y Miednoje. Los polacos habían
sido fusilados por la nuca en la primavera de 1940, y el crimen había sido
siempre atribuido a la Alemania nazi.
En 1945, cuando ya era más que evidente la
victoria de los aliados, la ciudad alemana de Dresden y las ciudades japonesas
de Hiroshima y Nagasaki fueron arrasadas hasta la última piedra. Las fuentes
oficiales de las naciones victoriosas dijeron que esos eran objetivos
militares, pero los miles y miles de muertos fueron todos civiles, y entre las
ruinas no apareció ni una honda para cazar pajaritos.
Fuente:
Galeano, E. (2012), Los hijos de los días, Siglo Veintiuno, Buenos Aires.
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