Por Roberto Bolaño
La
primera conversación telefónica, la que hizo Pelletier, empezó de manera
difícil, aunque Espinoza esperaba esa llamada, como si a ambos les costara
decirse lo que tarde o temprano iban a tener que decirse. Los veinte minutos
iniciales tuvieron un tono trágico en donde la palabra destino se empleó diez
veces y la palabra amistad veinticuatro. El nombre de Liz Norton se pronunció
cincuenta veces, nueve de ellas en vano. La palabra París se dijo en siete
ocasiones. Madrid, en ocho. La palabra amor se pronunció dos veces, una cada
uno. La palabra horror se pronunció en seis ocasiones y la palabra felicidad en
una (la empleó Espinoza). La palabra resolución se dijo en doce ocasiones. La
palabra solipsismo en siete. La palabra eufemismo en diez. La palabra
categoría, en singular y en plural, en nueve. La palabra estructuralismo en una
(Pelletier). El término literatura norteamericana en tres. Las palabras cena y
cenamos y desayuno y sándwich en diecinueve. La palabra ojos y manos y
cabellera en catorce. Después la conversación se hizo más fluida. Pelletier le
contó un chiste en alemán a Espinoza y éste se rió. Espinoza le contó un chiste
en alemán a Pelletier y éste también se rió. De hecho, ambos se reían envueltos
en las ondas o lo que fuera que unía sus voces y sus oídos a través de los
campos oscuros y del viento y de la nieves pirenaicas y ríos y carreteras
solitarias y los respectivos e interminables suburbios que rodeaban París y
Madrid.
Fuente:
Bolaño, R. (2004), 2666, Anagrama, Barcelona.
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