Por Jacques Gernet
En
las regiones comprendidas entre India e Irán, las influencias helenísticas
habían permanecido lo suficientemente vivas como para marcar fuertemente el
arte budista que, simbólico en sus orígenes, acabó convirtiéndose en
figurativo. Este arte con una mezcla de influencias indias, griegas e iranias
se difundió desde las cuencas del Indo y del Ganges hasta los oasis de Asia
Central, alcanzando a partir de ahí China del norte, Corea y Japón. El lejano
recuerdo de la estatuaria griega que conservan en sus pliegues, sus poses y sus
caras algunas estatuas budistas de China y del Japón constituye una de las
pruebas más hermosas de la unidad de nuestro mundo.
Gernet, J. (1999), El mundo chino, Crítica, Barcelona.
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