Por Ian Kershaw
[La
de Stalin] no fue una dictadura popular. Había muchos individuos comprometidos
con el régimen, idealistas y zelotes ideológicos, sí. Pero la población en
general, más allá de los adoradores reales o fingidos de la figura de Stalin y
de los entusiastas del régimen, fue intimidada y obligada a adoptar una actitud
de truculenta calma. No se produjeron grandes turbulencias ni manifestaciones
de descontento. Y, por lo que se sabe, nunca se dio ningún intento de asesinar
a Stalin. El dictador era querido por muchos, pero temido por muchos más. El
terror había cumplido su cometido. El terror fue el rasgo definitorio del
régimen de Stalin. Nunca antes había habido un gobierno que aterrorizara a
tantos de sus propios ciudadanos de una forma tan depravada y cruel.
Fuente: Kershaw,
I. (2015), Descenso a los infiernos, Crítica, Barcelona.
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