Imagen tomada de https://bit.ly/2TXn8Ek
Levantó la cabeza hacia las esbeltas
columnas, hacia las altas bóvedas, para comprobar la seguridad y la estabilidad
de la circulación sanguínea, luego dijo, Ya estoy bien, pero en aquel mismo
instante pensó que se había vuelto loca, o que, desaparecido el vértigo, sufría
ahora alucinaciones, no podía ser verdad aquello que los ojos le mostraban,
aquel hombre clavado en la cruz con una venda blanca cubriéndole los ojos, y, al
lado una mujer con el corazón traspasado por siete espadas y con los ojos
también tapados por una venda blanca, y no eran sólo este hombre y esta mujer
los que así estaban, todas las imágenes de la iglesia tenían los ojos vendados,
las esculturas con un paño blanco atado alrededor de la cabeza, y los cuadros
con una gruesa pincelada de pintura blanca, y más allá estaba una mujer
enseñando a su hija a leer, y las dos tenían los ojos tapados, y un hombre con
un libro abierto donde se sentaba un niño pequeño, y los dos tenían los ojos
tapados, y un viejo de larga barba, con tres llaves en la mano, y tenía los
ojos tapados, y otro hombre con el cuerpo acribillado de flechas, y tenía los
ojos tapados, y una mujer con una lámpara encendida, y tenía los ojos tapados,
y un hombre con heridas en las manos y en los pies y en el pecho, y tenía los
ojos tapados, y otro hombre con un león, y los dos tenían los ojos tapados, y
otro hombre con un cordero, y los dos tenían los ojos tapados, y otro hombre
con un águila, y los dos tenían los ojos tapados, y otro hombre con una lanza
dominando a un hombre caído, con cornamenta el caído y con pies de cabra, y los
dos tenían los ojos tapados, y otro hombre con una balanza, y tenía los ojos
tapados, y un viejo calvo sosteniendo un lirio blanco, y tenía los ojos
tapados, y otro viejo apoyado en una espada desenvainada, y tenía los ojos
tapados, y un hombre con dos cuervos, y los tres tenían los ojos tapados, sólo
había una mujer que no tenía los ojos tapados porque los llevaba arrancados en
una bandeja de plata.
Fuente: Saramago, J. (1995), Ensayo sobre la ceguera, Alfaguara,
Buenos Aires.
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