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25/7/25

El dimorfismo sexual

Por Jesús Mosterín

Normalmente los mamíferos machos tienden tanto más a la poligamia cuanto mayor es el dimorfismo sexual (es decir, la diferencia promedia entre los sexos) de su especie. Los gibones, por ejemplo. son los únicos primates hominoides consistentemente monógamos, y por lo tanto su dimorfismo sexual es nulo: es muy difícil distinguir a un macho de una hembra a simple vista. Los elefantes marinos (Mirounga leonina), por el contrario, tienen un dimorfismo sexual muy marcado, con machos inmensos provistos de «trompa» nasal y un peso de dos toneladas y media, muy distintos de las hembras, cuatro veces más ligeras y carentes de «trompa»; consiguientemente, los machos tienen una acusada tendencia a la poligamia, que algunos, los «sultanes», logran llevar a la práctica, dominando sobre enormes harenes de hembras, mientras la mayoría de los machos, los «solteros», no se comen un rosco y no transmiten sus genes. En mis caminatas por la banquisa (plataforma rocosa plana entre el acantilado y el mar) de la península Valdés (Argentina), observando harenes de elefantes marinos, lo que más me llamaba la atención era la diferencia estética entre los solteros, generalmente guapos, pulidos y con la piel intacta, y los sultanes, feos pero poderosos, con el cuerpo marcado por mil heridas y cicatrices, resultado de las sucesivas peleas en las que han reafirmado su rango.

El dimorfismo sexual entre los humanes es moderado, pero desde luego no nulo. Los hombres norteamericanos de treinta y cinco años pesan un 24 por 100 más que las mujeres de la misma edad; aunque esa diferencia se reduce con el tiempo, sigue siendo del 22 por 100 a los cuarenta y cinco años y del 17 por 100 a los cincuenta y cinco años. En correspondencia con este grado moderado de dimorfismo, los hombres tienen una moderada tendencia a la poligamia o, digamos, al ligue, lo que a veces provoca conflictos con las mujeres, más centradas en establecer una relación estable de pareja. En general, el erotismo masculino es distinto del femenino y a lo largo de la historia ha dado lugar a fenómenos sociales como los harenes, la pornografía y la prostitución, sin parangón entre las mujeres. De todos modos, estos datos promedios ocultan todo tipo de excepciones individuales. Además, tampoco hay que exagerar las diferencia y los conflictos. El erotismo entre hombres y mujeres con frecuencia es profundamente satisfactorio para ambas partes, y unos y otras están genéticamente programados para buscarlo.

Fuente: Mosterín, J. (2006), La naturaleza humana, Espasa Calpe, Madrid.

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