Por Eduardo Galeano
1583
Tlatelolco
…
Solaestoy,
solaestoy, canta la torcaza.
Una mujer ofrece flores a una piedra hecha
pedazos:
–Señor –dice la mujer a la piedra–. Señor,
cómo has sufrido.
Los viejos sabios indígenas ofrecen su
testimonio a fray Bernardino de Sahagún: «Que nos dejen morir», piden, «ya que
han muerto nuestros dioses».
Fray Bernardino de Ribeira, natural de
Sahagún: hijo de san Francisco, pies descalzos, sotana de parches, buscador de
la plenitud del Paraíso, buscador de la memoria de estos pueblos vencidos: más
de cuarenta años lleva Sahagún recorriendo comarcas de México, el señorío de
Huexotzingo, la Tula de los toltecas, la región de Texcoco, para rescatar las
imágenes y las palabras de los tiempos pasados. En los doce libros de la Historia
general de las cosas de la Nueva España, Sahagún y sus jóvenes ayudantes
han salvado y reunido las voces antiguas, las fiestas de los indios, sus ritos,
sus dioses, su modo de contar el paso de los años y de los astros, sus mitos,
sus poemas, su medicina, sus relatos de épocas remotas y de la reciente
invasión europea... La historia canta en esta primera gran obra de la
antropología americana.
Hace seis años, el rey Felipe II mandó
arrancar esos manuscritos de manos de Sahagún, y todos los códices indígenas
por él copiados y traducidos, sin que dellos quede original ni traslado
alguno. ¿Dónde habrán ido a parar esos libros sospechosos de perpetuar y
divulgar idolatrías? Nadie sabe. El Consejo de Indias no ha respondido a
ninguna de las súplicas del desesperado autor y recopilador. ¿Qué ha hecho el
rey con estos cuarenta años de la vida de Sahagún y varios siglos de la vida de
México? Dicen en Madrid que se han usado sus páginas para envolver especias.
El viejo Sahagún no se da por vencido. A
los ochenta años largos, aprieta contra el pecho unos pocos papeles salvados
del desastre, y dicta a sus alumnos, en Tlatelolco, las primeras líneas de una
obra nueva, que se llamará Arte adivinatoria. Luego, se pondrá a
trabajar en un calendario mexicano completo. Cuando acabe el calendario,
comenzará el diccionario náhuatl-castellano-latín. Y no bien termine el
diccionario...
Afuera aúllan los perros, temiendo lluvia.
Fuente:
Galeano, E. (1982), Memoria del fuego I. Los nacimientos, Siglo XXI, México, D.F.
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