Por Noam Chomsky
D.B. [David Barsamian]: Tuvo usted experiencias muy aleccionadoras
con su hermano David de las que todavía habla hoy en día. En concreto una, cuando
usted se cortó la mano y le echó las culpas a él.
Eso no fue más que una pelea entre críos.
D.B.: ¿Y
la historia del niño gordo del patio?
Sí; me influyó hasta cierto punto.
Recuerdo cuando tenía seis años; estaba en primero. Había, como siempre, un
niño gordo del que se reía todo el mundo. Recuerdo que en ese patio, él estaba
a la entrada de clase y un grupo de niños se estaban burlando de él. Uno de
ellos llamó a su hermano mayor de tercero, un niño corpulento, y todos pensamos
que le iba a dar una paliza. Me acuerdo que me puse a su lado pensando que
alguien debería echarle una mano; y me pasé allí un rato hasta que me entró
miedo y salí corriendo. Es una sensación que me ha marcado: hay que estar del
lado del débil. El sentimiento de vergüenza no se me pasó. Debería haberme
quedado con él. Creo que todo el mundo debe tener experiencias de este tipo,
que te marcan y condicionan el color de las opciones que tomarás en el futuro.
Fuente: Chomsky, N. (1993), Crónicas de la discrepancia, Visor, Madrid.
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