Por Agustín Pániker
Desde
mi óptica … el nirvana sería la realidad y el estado de mente del
despierto, que ve las cosas tal-cual-son; es decir, sin la ilusión de un
"yo" que experimenta "cosas". Despertar y liberación se
refuerzan mutuamente. El nirvana sería la experiencia de este mundo sin apegos;
o mejor, sin caer dominado por las pulsiones, las obsesiones y los apegos. En
términos psicológicos, correspondería a la plena madurez, superado el egoísmo,
cuando se es libre de actuar sin condicionamientos ni apegos. Una vida,
en suma, de discernimiento pleno, verdaderamente transpersonal. Aunque existe
una persona, ella no es más que una manifestación de la vaciedad, un
"yo" carente de "yo"; por tanto, dinámico y activo; que
puede disfrutar del mundo pero sin quedarse apegado a él. En términos éticos,
es la destrucción del odio, la maldad, la codicia y la ignorancia. En términos
místicos, sería la propia naturaleza de la realidad –despierta y
autoconsciente– percatándose de sí misma, ya que no hay "despierto"
alguno.
El nirvana o la bodhi no serían,
pues, ninguna ruptura de las relaciones, sino el descubrimiento de una relación
más genuina. Esto es lo que muchos maestros budistas entienden por
"felicidad" o han denominado "liberación". Esa sería
–entiendo yo– la verdadera libertad.
Fuente:
Pániker, A. (2018), Las tres joyas, Kairós, Barcelona.
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