Por Eduardo Galeano
1563
Fortín
de Arauco
…
El
cerco ahoga. En este fortín de frontera, dos veces quemado y vuelto a nacer,
casi no queda agua. Pronto habrá que beber lo poco que se mea. Tantas flechas
han caído adentro que los españoles las usan de leña para guisar.
El jefe de los araucanos se acerca, de a
caballo, hasta el pie de la muralla:
–¡Capitán! ¿Me
oyes?
Lorenzo Bernal se
asoma desde lo alto.
El jefe indígena anuncia que rodearán la
fortaleza con paja y le prenderán fuego. Dice que no han dejado hombre con vida
en Concepción.
–¡Nada! –grita Bernal.
–¡A rendirse,
capitán! ¡No tienen salida!
–¡Nada! ¡Nunca!
El caballo se para
en dos patas.
–Entonces,
¡morirán!
–Pues moriremos –dice Bernal, y grita:
«¡Pero a la larga, ganaremos la guerra! ¡Nosotros seremos cada vez más!»
El indio responde
con una carcajada.
–¿Con qué mujeres?
–pregunta.
–Si no hay españolas, tendremos las
vuestras –dice el capitán, lento, saboreando, y añade:
–Y les haremos
hijos que serán vuestros amos.
Fuente:
Galeano, E. (1982), Memoria del fuego I. Los nacimientos, Siglo XXI, México, D.F.
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