Por Mario Bunge
Los
autores mejor conocidos como existencialistas modernos son el alemán Martin
Heidegger y el francés Jean-Paul Sartre. Sartre es perdonable porque, cuando no
plagiaba a Heidegger, cosa que hizo en su tesis, hacía periodismo y teatro en
buen francés. En cambio, Heidegger no tiene defensa: masacró la lengua que
habían embellecido Goethe, Schiller y Heine, militó en el partido nazi y, sobre
todo, quiso hacer pasar el absurdo por filosofía.
He aquí una muestra mínima del enorme
montón de disparates que dejó escritos Heidegger: "El mundo mundea",
"la nada nadea", "la palabra es la morada del ser",
"el tiempo es la maduración de la temporalidad", "la esencia de
la verdad es la libertad" y "la esencia de la libertad es la
verdad". Si Heidegger hubiera respetado la lógica, de las dos últimas
proposiciones habría deducido estas otras dos, aún más absurdas: "La
esencia de la esencia de la libertad es la libertad" y "la esencia de
la esencia de la verdad es la verdad". Pero Heidegger denunció la lógica
como cosa de maestro de escuela.
Lo peor de Heidegger son las dos opiniones
que lo hicieron utilizable por el nazismo. La primera es su concepción sombría,
egoísta y degradante del hombre como un ser angustiado y por lo tanto
paralizado ante la nada (la muerte). La segunda es su afirmación de que la
razón y la ciencia son despreciables: que lo único que importa es la existencia
desnuda, el "estar ahí", el Dasein. (¡Qué diferencia con
Sócrates, quien enseñaba que la vida no examinada no vale la pena ser vivida!).
Ambas tesis ayudan a entrenar soldados dóciles, resignados a "ser para la
muerte" (Sein zum Tode).
Lo que es peor, ninguna de esas tesis de
Heidegger es original. La primera es de Kierkegaard; y la segunda, de Nietzsche
(su autor favorito, así como el de Hitler). En resumen, la metafísica de
Heidegger fue una mezcla de afirmaciones carentes de sentido (muchas de ellas
intraducibles), de perogrulladas y de falsedades. Y no tuvo teoría del
conocimiento ni semántica ni ética. No propuso, en suma, una filosofía
propiamente dicha.
Fuente:
Bunge, M. (2006), 100 ideas, Laetoli, Pamplona.
No hay comentarios:
Publicar un comentario