Por Eduardo Galeano
A
mediados del siglo diecinueve, amenazado por los buques de guerra que apuntaban
contra sus costas, el Japón aceptó tratados inaceptables.
Contra esas humillaciones, impuestas por
las potencias occidentales, nació el Japón moderno.
Un nuevo emperador inauguró la era Meiji,
y el estado japonés, encarnado en su sagrada figura,
creó y protegió fábricas, de propiedad
pública, que desarrollaron sesenta sectores de la actividad industrial,
contrató técnicos europeos que
adiestraron a los técnicos japoneses y los pusieron al día,
fundó una red pública de trenes y
telégrafos,
nacionalizó la tierra de los señores
feudales,
organizó un ejército nuevo, que derrotó a
los samurais y los obligó a mudar de oficio,
impuso la enseñanza pública gratuita y
obligatoria
y multiplicó los astilleros y los bancos.
Fukuzama Yukichi, que fundó la universidad
más importante de la era Meiji, resumió así ese programa de gobierno:
–Ningún país debería tener miedo de
defender su libertad contra toda interferencia, aunque el mundo entero sea
hostil.
Y así Japón pudo anular los tratados maltratantes
que le habían sido impuestos, y el país humillado se convirtió en potencia
humillante. Bien lo supieron, más temprano que tarde, China, Corea y otros
vecinos.
Fuente:
Galeano, E. (2008), Espejos, Siglo XXI, Buenos Aires.
No hay comentarios:
Publicar un comentario