Por Fernando de Rojas
Del
mundo me quexo porque en sí me crió; porque no me dando vida, no engendrara en
él a Melibea; no nascida, no amara; no amando, cesara mi quexosa y desconsolada
postrimería. ¡Oh, mi compañera buena! ¡Oh, mi hija despedazada! ¿Por qué no
quesiste que estorbase tu muerte? ¿Por qué no hobiste lástima de tu querida y
amada madre? ¿Por qué te mostraste tan cruel con tu viejo padre? ¿Por qué me
dexaste cuando yo te había de dexar? ¿Por qué me dexaste penando? ¿Por qué me
dexaste triste y solo in hac lachrymarum valle?
Fuente: Rojas, F. (1499), La celestina,
Libresa, Quito.
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