No por feo dejo de admirar de reojo a las
más guapas, y en mi caso guapa equivale a cuerpo curvado. El rostro es un
misterio que varía según la cantidad de maquillaje o de luz, pero los cuerpos
cambian más lentamente y –a corto plazo– podemos decir que son constantes. Ana
es bella porque tiene curvas y porque no le hace falta polvo en el rostro, pero
no deja de sentirse rara o incluso fea. Ayer me confesó que su ombligo no está
en el medio.
–Mi ombligo no está en el
medio –dijo.
–Hmmmm… ¿Tienes alguna duda
de que tu columna vertebral va por el medio? – le pregunté.
–No, ninguna duda
–contestó Ana, con ojos expectantes.
–Está bien. Midamos la
distancia de la columna al ombligo rodeando tu cintura, por ambos lados. Si la
distancia por la derecha es igual que por la izquierda, tu ombligo está en el
medio.
–Está bien.
Me fui del dormitorio en
busca de una cinta métrica que hallé en el cajón del escritorio del cuarto de
estudio. Al volver Ana me esperaba sosteniéndose la blusa por encima del
ombligo. Con cierto temblor en los dedos deslicé la cinta por su cintura de
piel brillante, desde el huesito de la columna hasta el ombligo, por su lado
izquierdo… y midió veintiocho centímetros. Enseguida repetí el procedimiento
por el otro lado… y midió veintisiete centímetros. No supe qué decir. Ana me
arrancó la cinta de las manos y se midió por su cuenta, solo para llegar al
mismo resultado: veintiocho centímetros por un lado y veintisiete por el otro.
Salió del dormitorio arrojando la cinta, que dibujó en el piso de cerámica un
espiral alargado.
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