Por Eduardo Galeano
Londres, estadio de Wembley, otoño de
1995.
La selección colombiana
de fútbol desafía al venerable fútbol inglés en su templo mayor, y René Higuita
se manda una atajada jamás vista.
Un delantero inglés
dispara un tiro fulminante. Con el cuerpo horizontal en el aire, el arquero
deja pasar la pelota y la devuelve con los tacos, doblando las piernas como el
escorpión tuerce la cola.
Vale la pena detenerse a
mirar las fotos de este documento de identidad colombiana. Su fuerza de
revelación no está en la proeza deportiva, sino en la sonrisa que cruza la cara
de Higuita, de oreja a oreja, mientras comete su sacrilegio imperdonable.
Fuente: Galeano, E. (2008), Espejos, Siglo XXI, Buenos Aires.
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