Por Robert Service
Durante
la guerra germano-soviética … las condiciones urbanas [en Rusia] eran
terribles. El hambre no cesó para la mayor parte de la gente de las ciudades en
manos del ejército rojo. Había una tasa de mortalidad muy elevada, y la gente
aprovechaba los cuerpos de los muertos para vivir un poco más. Primero se
comieron las vacas, los cerdos y los pollos; luego los perros, los gatos y las
ratas, seguidos de las bayas, las hierbas y después las ortigas, el césped y la
corteza de los árboles. Así pues, los muertos a veces eran literalmente el
último recurso. Los factores geográficos tuvieron una influencia profunda y
directa sobre estas cosas. Leningrado era la ciudad peor abastecida de
alimentos: los valientes convoyes enviados por encima del lago Ladoga no
siempre podían romper el cerco alemán. Pero la malnutrición y las enfermedades
afectaban a todas las áreas urbanas, las casas demolidas por la artillería o
los bombardeos aéreos no se reemplazaban, y el sistema sanitario estaba en
ruinas. Muy pocas familias escaparon a la pérdida de algún ser querido: hasta
Vasili, el hijo de Stalin, fue muerto por los alemanes.
Service,
R. (1997), Historia de Rusia en el siglo XX, Crítica, Barcelona.
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