Por Jorge Luis Borges
No
paso ante la Recoleta sin recordar que están sepultados ahí mi padre, mis
abuelos y trasabuelos, como yo lo estaré; luego recuerdo ya haber recordado lo
mismo, ya innumerables veces; no puedo caminar por los arrabales en la soledad
de la noche, sin pensar que ésta nos agrada porque suprime los ociosos
detalles, como el recuerdo; no puedo lamentar la perdición de un amor o de una
amistad sin meditar que sólo se pierde lo que realmente no se ha tenido; cada
vez que atravieso una de las esquinas del Sur, pienso en usted, Helena; cada
vez que el aire me trae un olor de eucaliptos, pienso en Adrogué, en mi niñez;
cada vez que recuerdo el fragmento 91 de Heráclito: "No bajarás dos veces
al mismo río", admiro su destreza dialéctica, pues la facilidad con que
aceptamos el primer sentido ("El río es otro") nos impone
clandestinamente el segundo ("Soy otro") y nos concede la ilusión de
haberlo inventado; cada vez que oigo a un germanófilo vituperar el yiddish,
reflexiono que el yiddish es, ante todo, un dialecto alemán, apenas
maculado por el idioma del Espíritu Santo.
Borges,
J. L. (1952), Inquisiciones / Otras inquisiciones, Random House
Mondadori, Barcelona.
No hay comentarios:
Publicar un comentario