27/9/24

La objetividad

Por Noam Chomsky

¿Qué podemos decir de la objetividad? Es una noción curiosa. En primer lugar, no deberíamos pretender que somos observadores neutrales y ya está. Cada ser humano tiene un punto de vista; si no tienes una opinión de las cosas, no eres humano, no tienes un cerebro activo. Si eres un periodista o académico serio, lo que hace es presentar con claridad tu punto de vista, de modo que tus lectores puedan entenderlo y compensarlo, y luego tienes que procurar ser lo más preciso que puedas acerca de lo que sucede.

Si para ti lo importante son los derechos de los poderosos, muy bien, dilo claramente y escribe a partir de esta perspectiva. Si tu punto de vista es que lo importante son los derechos de los que sufren y los oprimidos, exprésalo claramente y luego describe la situación con la máxima precisión que puedas, sin recortar nada.

La objetividad pura no es más que una noción sin sentido en las ciencias. Ningún físico nuclear aborda cada artículo que lee con una objetividad pura, como si no tuviera ciertas convicciones sobre el tema. Vaya, es que es ridículo. Hace poco leí una discusión entre un grupo de científicos de renombre sobre lo que es una partícula, el concepto más crítico de la física. Tienes muchas opiniones diferentes y la gente discute acerca de ellas. De cualquier forma que observen un experimento, estarán influidos por su punto de vista. Es física fundamental.

Supón que observamos la guerra de Siria. Está claro que tendrás tu propia opinión, pero esto no significa que no puedas ser un buen periodista objetivo, tal como era Robert Fisk, o como Patrick Cockburn, Charles Glass, Jonathan Steele y muchos otros. Todos tienen sus respectivos puntos de vista.

Fuente: Chomsky, N. (2022), Resistencia, Pasado y Presente, Barcelona.

20/9/24

El mundo continúa

Por Eduardo Galeano

1900

San José de Gracia

Hubo quien gastó los ahorros de varias generaciones en una sola parranda corrida. Muchos insultaron a quien no podían y besaron a quien no debían, pero nadie quiso acabar sin confesión. El cura del pueblo dio preferencia a las embarazadas y a las recién paridas. El abnegado sacerdote pasó tres días y tres noches clavado en el confesionario, hasta que se desmayó por indigestión de pecados.

Cuando llegó la medianoche del último día del siglo, todos los habitantes del pueblo de San José de Gracia se prepararon para bien morir. Mucha ira había acumulado Dios desde la fundación del mundo, y nadie dudó de que era llegado el momento de la reventazón final. Sin respirar, ojos cerrados, dientes apretados, las gentes escucharon las doce campanadas de la iglesia, una tras otra, muy convencidas de que no habría después.

Pero hubo. Hace rato que el siglo veinte se ha echado a caminar y sigue como si nada. Los habitantes de San José de Gracia continúan en las mismas casas, viviendo o sobreviviendo entre las mismas montañas del centro de México, para desilusión de las beatas, que esperaban el Paraíso, y para alivio de los pecadores, que encuentran que este pueblito no está tan mal, al fin y al cabo, si se compara.

Fuente: Galeano, E. (1986), Memoria del fuego 3 EL SIGLO DEL VIENTO, Siglo Veintiuno, Madrid.

13/9/24

El poderoso cero

Por Eduardo Galeano

Hace cerca de dos mil años, el signo del cero fue grabado en las estelas de piedra de Uaxactún y en otros centros ceremoniales de los mayas.

Ellos habían llegado más lejos que los babilonios y los chinos en el desarrollo de esta llave que abrió paso a una nueva era en las ciencias humanas.

Gracias a la cifra cero, los mayas, hijos del tiempo, sabios astrónomos y matemáticos, crearon los calendarios solares más perfectos y fueron los más certeros profetas de los eclipses y otras maravillas de la naturaleza.

Fuente: Galeano, E. (2016), El cazador de historias, Siglo XXI, Ciudad de México.

6/9/24

¿Qué es la vida?

Por Philip Roth

Entonces recordó algo que ella había escrito en sexto o séptimo curso, antes de que fuese al instituto de Morristown. A sus compañeros de clase en la escuela Montessori les hicieron diez preguntas sobre su «filosofía», una por semana. La primera semana la maestra les preguntó: «¿Por qué estamos aquí abajo?». En lugar de responder como los demás niños que estamos aquí para hacer el bien, para convertir el mundo en un lugar mejor, etcétera, Merry respondió con su propio interrogante: «¿Por qué hay monos aquí abajo?». Pero la maestra consideró inadecuada esta respuesta y le pidió que, en casa, reflexionara más seriamente sobre el particular. «Desarrolla el tema», le pidió. Merry se fue a casa, hizo lo que le pedían y al día siguiente entregó otra frase: «¿Por qué hay canguros aquí abajo?». Ésa fue la primera ocasión en que uno de sus maestros informó a Merry acerca de su «testarudez». La última pregunta formulada a la clase era «¿Qué es la vida?», y Merry respondió algo que hizo reír a sus padres aquella noche. Según la niña, mientras sus compañeros se esforzaban por expresar unos pensamientos falsamente profundos, ella, tras pensar una hora en su pupitre, escribió una sola frase nada trivial: «La vida no es más que un breve periodo de tiempo durante el que una está viva».

Fuente: Roth, P. (1997), Pastoral americana, Random House Mondadori, México, D.F.