Por Julio Cortázar
No
era que me gustaran particularmente las chicas del bajo en ese entonces, me
movía en el cómodo pequeño mundo de una relación estable con alguien a quien
llamaré Susana y calificaré de kinesióloga, solamente que a veces ese mundo me
resultaba demasiado pequeño y demasiado confortable, entonces había como una
urgencia de sumersión, una vuelta a tiempos adolescentes con caminatas
solitarias por los barrios del sur, copas y elecciones caprichosas, breves
interludios quizá más estéticos que eróticos, un poco como la escritura de este
párrafo que releo y que debería tachar pero que guardaré porque así ocurrían
las cosas, eso que he llamado sumersión, ese encanallamiento objetivamente
innecesario puesto que Susana, puesto que T. S. Eliot, puesto que Wilhelm Backhaus,
y sin embargo, sin embargo.
Fuente:
Cortázar, J. (1982), Cuentos completos/3, Santillana, México, D.F.
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