Por Jesús Mosterín
Todos los animales navegamos por el
espacio de la nave Tierra, compañeros todos de viaje, de fatigas y emociones;
linaje bendecido y abrumado por nuestra capacidad compartida de sentir, gozar y
sufrir. No hay otros compañeros. No hay otros seres a los que mirar a los ojos.
No hay otros ojos. Animales entre animales, gozosamente aceptamos nuestra vida
y nuestra animalidad. Solo los animales padecemos; por eso solo los animales
podemos ser compadecidos. La emoción moral de la compasión es el foco de la
ética de la compasión. Compadecemos a las víctimas de las guerras; por eso buscamos
la paz. Compadecemos a las criaturas que sufren innecesariamente; por eso
estamos en contra de la crueldad y tratamos de abolir los peores abusos y
maltratos contra hombres, mujeres y niños y contra animales domésticos y
salvajes. No nos autoengañemos. No nos forjemos consuelos ilusorios. No
renunciemos a descubrir ni a entender. Que nuestra curiosidad y nuestra
simpatía se extiendan por doquier. No reprimamos nuestro afecto por las
criaturas. No pongamos límites a nuestra ansia de conocer, ni diques a nuestra
ansia de amar. No convirtamos en un infierno la vida de los animales bajo
nuestra custodia. No masacremos a los animales salvajes. Fomentemos el conocimiento,
la sensibilidad y la compasión. Compadezcámonos de todos los que sufren, sin
prejuicios, grupismos ni fronteras. Trabajemos por el triunfo de la compasión.
Fuente: Mosterín, J. (2014), El triunfo de la compasión, Alianza Editorial,
Madrid.
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