Por José Saramago
Ricardo
Reis no salió a cenar. Tomó té y pastas secas en la mesa del comedor,
acompañado por siete sillas vacías, bajo una lámpara de cinco brazos con dos
bombillas fundidas, de las pastas comió tres, quedó una en el plato, recapituló
y vio que le faltaban dos números, el cuatro y el seis, rápidamente supo
encontrar el primero, estaba en las esquinas del comedor rectangular, pero para
descubrir el seis tuvo que levantarse, buscar aquí y allá, en esa busca dio con
el ocho, las sillas vacías, al fin decidió que sería él el seis, podía ser
cualquier número, si realmente era, como parecía demostrado, una serie
innumerable de yoes.
Fuente:
Saramago, J. (1984), El año de la muerte de Ricardo Reis, Penguin Random
House, Barcelona.
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