21/3/25

Nixon y Kissinger

Por Noam Chomsky

El 27 de mayo [de 2004] el New York Times publicó un artículo sobre las conversaciones entre Henry Kissinger y Richard Nixon, en el que figuraba una de las frases más alucinantes que he leído en mi vida. Kissinger luchó contra viento y marea para que los tribunales impidiesen que saliesen a la luz aquellas transcripciones, pero al final los jueces lo permitieron. Vas leyéndolas y de repente te encuentras con que en un momento dado Nixon informó a Kissinger de su intención de asaltar Camboya con el pretexto de que hacían falta suministros aerotransportados. Nixon le dijo: «Quiero que no dejen títere con cabeza». Y Kissinger transmitió al Pentágono la orden de llevar a cabo una «campaña intensa de bombardeos sobre Camboya. Que disparen contra todo lo que se mueva». Este es el llamamiento más explícito a lo que denominamos genocidio, cuando lo cometen otros, que yo haya visto en los anales de la historia.

En estos momentos [2004] se está juzgando a Slobodan Milošević, el ex presidente de Yugoslavia. Los fiscales se están enfrentando a ciertos obstáculos porque no consiguen encontrar órdenes directas que relacionen a Milošević con las atrocidades cometidas en territorio bosnio. Supón que encuentran una frase de Milošević que diga: «Que no dejen títere con cabeza. Que disparen contra todo lo que se mueva». Con eso se acabaría el juicio y se condenaría a Milošević a varias cadenas perpetuas. Sin embargo, no consiguen encontrar ningún documento de esta naturaleza.

¿Hubo alguna reacción a la publicación de las transcripciones de las conversaciones entre Nixon y Kissinger? ¿Alguien se fijó? Yo he traído el asunto a colación en varias charlas y me he dado cuenta de que la gente no parece entenderlo. Es posible que lo entiendan en cuanto me lo oyen decir, pero no al cabo de cinco minutos, porque resulta demasiado intolerable. No puede ser que hagamos llamamientos abiertos y públicos al genocidio y que lo cometamos a continuación. Eso no puede ser. Por tanto, jamás ha sucedido nada así. Y, por tanto, ni siquiera hay que borrarlo de la historia, porque en la historia nunca entrará nada así.

Chomsky, N. (2005), Ambiciones imperiales, Península, Barcelona.

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