Por Eduardo Galeano
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Luanda
…
Han
sido atrapados por las redes de los cazadores y marchan hacia la costa, atados
unos a otros por el cuello, mientras resuenan los tambores del dolor en las
aldeas.
En la costa africana, un esclavo vale
cuarenta collares de vidrio o un pito con cadena o un par de pistolas o un
puñado de balas. Los mosquetes y los machetes, el aguardiente, las sedas de
China y los percales de la India se pagan con carne humana.
Un fraile recorre las filas de cautivos en
la plaza principal del puerto de Luanda. Cada esclavo recibe una pizca de sal
en la lengua, una salpicadura de agua bendita en la cabeza y un nombre
cristiano. Los intérpretes traducen el sermón: Ahora sois hijos de Dios...
El sacerdote les manda no pensar en las tierras que abandonan y no comer carne
de perro, rata ni caballo. Les recuerda la epístola de San Pablo a los efesios
(Siervos, ¡servid a vuestros amos!) y la maldición de Noé contra los
hijos de Cam, que quedaron negros por los siglos de los siglos.
Ven el mar por primera vez y los
aterroriza esa enorme bestia que ruge. Creen que los blancos se los llevan a un
lejano matadero, para comérselos y hacer aceite y grasa de ellos. Los látigos
de piel de hipopótamo los empujan a las enormes canoas que atraviesan las
rompientes. En las naves, los amenazan los cañones de popa y proa, con las
mechas encendidas. Los grillos y las cadenas impiden que se arrojen a la mar.
Muchos morirán en la travesía. Los
sobrevivientes serán vendidos en los mercados de América y otra vez señalados
con el hierro candente.
Nunca olvidarán a sus dioses. Oxalá, a la
vez hombre y mujer, se disfrazará de san Jerónimo y santa Bárbara. Obatalá será
Jesucristo; y Oshún, espíritu de la sensualidad y las aguas frescas, se
convertirá en la Virgen de la Candelaria, la Concepción, la Caridad o los
Placeres, y será santa Ana en la isla de Trinidad. Por detrás de san Jorge, san
Antonio o san Miguel, asomarán los hierros de Ogum, dios de la guerra; y dentro
de san Lázaro cantará Babalú. Los truenos y los fuegos del temible Shangó
transfigurarán a san Juan Bautista y a santa Bárbara. En Cuba Elegguá seguirá
teniendo dos caras, la vida y la muerte, y al sur del Brasil Exú tendrá dos
cabezas, Dios y el Diablo, para ofrecer a sus fieles consuelo y venganza.
Fuente:
Galeano, E. (1982), Memoria del fuego I. Los nacimientos, Siglo
XXI, México, D.F.
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