27/12/24

Uno de los beneficiados

Por Jacques Gernet

China comercia con el mundo entero –Japón, Asia del sureste, Europa y América vía Manila– y este comercio, que se desarrolla tras la suspensión de las restricciones impuestas al tráfico con el extranjero después de la conquista de Taiwan en 1683, es beneficios para China. Estimula la agricultura y la artesanía, y canaliza hacia allí la moneda de plata. Se ha podido calcular que de los 400 millones de dólares de plata importados de América del Sur y de México hacia Europa entre 1571 y 1821, la mitad sirvió para que los países occidentales compraran productos chinos. Si la estimación es exacta tendería a demostrar que China, que debe al Nuevo Mundo unas plantas cuya difusión provocó una especie de revolución agrícola, fue uno de los países que más se benefició del descubrimiento de América.

Fuente: Gernet, J. (1999), El mundo chino, Crítica, Barcelona.

20/12/24

Las clases instruidas

Por Noam Chomsky

La educación es una forma de adoctrinamiento y, por tanto, lo normal es que, en cualquier sociedad, las clases instruidas estén más adoctrinadas. Son quienes se ven sujetos al constante flujo de propaganda que, en su mayor parte, va dirigido a ellos porque, al ser más importantes, tienen que estar más controlados. Además, las clases instruidas se convierten en instrumentos de propaganda. Su función en la sociedad consiste en divulgar y desarrollar los principios ideológicos. Por consiguiente, los interiorizan; si no lo hacen, se les aparta a un lado y dejan de pertenecer a la elite de los privilegiados. No es nada raro descubrir que, en cualquier sociedad, las clases instruidas son las menos críticas con los principios básicos del sistema ideológico y que es en aquéllas donde más enraizados están éstos.

Fuente: Chomsky, N. (1993), Crónicas de la discrepancia, Visor, Madrid.

13/12/24

¡Éste no soy yo!

Por Philip Roth

Penetrar en el interior del prójimo era una habilidad o capacidad que el Sueco no poseía. No tenía la combinación de esa cerradura. A quien presentaba los signos de la bondad lo tomaba por bueno; a quien presentaba los de la lealtad lo tomaba por leal; a quien presenta los de la inteligencia lo tomaba por inteligente. Y por eso no había logrado ver el interior de su hija, de su esposa, de la única amante que había tenido, y probablemente ni siquiera había empezado a ver su propio interior. ¿Qué era él, despojado de todas las señales que emitía? La gente estaba en pie por todas partes, gritando: «¡Éste soy yo! ¡Éste soy yo!». Cada vez que uno les miraba, se levantaban y le decían quién era, y a decir verdad no tenían más idea que él de qué o quiénes eran. También creían en las señales que emitían. Deberían estar en pie y gritar: «¡Éste no soy yo! ¡Éste no soy yo!». Lo harían así si fuesen honestos. «¡Éste no soy yo!» Entonces uno podría conocer la manera de avanzar a través de las centelleantes tonterías de este mundo.

Fuente: Roth, P. (1997), Pastoral americana, Random House Mondadori, México, D.F.

6/12/24

Queremos otro tiempo

Por Eduardo Galeano

Julio

29

A lo largo de tres días, en 1830, seis mil barricadas convirtieron la ciudad de París en campo de batalla, y derrotaron a los soldados del rey.

Y cuando este día fue noche, la multitud acribilló, a pedradas y a balazos, los relojes: los grandes relojes de las iglesias y otros templos del poder.

Fuente: Galeano, E. (2012), Los hijos de los días, Siglo Veintiuno, Buenos Aires.