Por Ian Kershaw
El
régimen de Hitler … no fue únicamente (durante la mayor parte de los casi doce
años que duró) una tiranía que impuso su voluntad a una gran mayoría hostil de
la población. Y hasta que «se desbocó» en la última fase de la guerra, el
terror, al menos dentro de Alemania, había estado dirigido específicamente
contra unos enemigos políticos y raciales definidos, no arbitrarios, mientras
que el nivel de consenso, al menos parcial, en todos los sectores de la
sociedad había sido bastante amplio. Las generalizaciones sobre la mentalidad y
el comportamiento de millones de alemanes durante el nazismo tienen una
aplicación limitada, salvo, tal vez, la generalización de que, metafóricamente
hablando, era menos probable encontrar en la gran mayoría de la población los
colores blanco y negro puros que una amplia y variada gama de grises. Aun así,
sigue siendo cierto que, colectivamente, los miembros de una sociedad sumamente
moderna, sofisticada y pluralista que, tras perder una guerra, estaba sufriendo
una profunda humillación nacional, la bancarrota económica, una fuerte
polarización social, política e ideológica y lo que se percibía en general como
un completo fracaso de un sistema político desacreditado, habían estado
dispuestos, cada vez más, a depositar su confianza en la visión milenarista de
un hombre que se autoproclamaba un salvador político. Como ahora se puede
apreciar más claramente, en cuanto se logró una serie de triunfos nacionales
relativamente fáciles (aunque, en realidad, extremadamente peligrosos), todavía
fueron más quienes estuvieron despuestos a guardarse sus dudas y creer en el
destino de su gran líder. Además, esos triunfos, por mucho que la propaganda
los atribuyera a los logros de un único hombre, no sólo se habían logrado contando
con la aclamación de las masas, sino también con un nivel de apoyo muy alto de
casi todos los grupos de elite no nazis (empresarios, industriales,
funcionarios y, sobre todo, las fuerzas armadas), que controlaban prácticamente
todos los sectores del poder fuera de las altas esferas del propio movimiento
nazi. Aunque en muchos sentidos el consenso fuera superficial, y se basara en
diferentes niveles de apoyo a los distintos aspectos de la visión ideológica
global que Hitler encarnaba, hasta la mitad de la guerra brindó una plataforma
extremadamente amplia y potente de apoyo, que Hitler podía manipular y
aprovechar.
Fuente:
Kershaw, I. (2008), Hitler, Península, Barcelona.
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