En todo el mundo las mujeres abortan.
Independientemente de lo que digan las leyes al respecto, las mujeres abortan.
Existen básicamente tres tipos de legislación: las que lo penalizan en todas
las circunstancias, las que lo permiten en circunstancias muy puntuales y las
que lo permiten en casi todos los casos. En los países donde el aborto se
penaliza parcial o totalmente, las mujeres no dejan de abortar, pero se ven
obligadas a hacerlo a escondidas. La situación es especialmente dramática para
las mujeres pobres, que no pueden pagarse un aborto seguro, y se ven obligadas
a recurrir a sitios clandestinos poco salubres. En la práctica, prohibir el
aborto equivale a castigar a las mujeres pobres que no desean continuar con su embarazo.
Afortunadamente el
aborto es más o menos libre en buena parte del mundo, en Rusia y en China, en
Sudáfrica y en Estados Unidos, en casi toda Europa. Pero en Latinoamérica la
situación es a menudo trágica. Es libre en Cuba, Uruguay y Ciudad de México,
pero está penalizado totalmente en El Salvador, Nicaragua y República
Dominicana, y parcialmente en el resto de países. Seguramente la raíz de esta
postura poco liberal se encuentra en la influencia todavía abrumadora del
cristianismo en sociedades nominalmente laicas. Según Pablo de Tarso, el
fundador del cristianismo, la vida no le pertenece a uno sino a Dios. Pablo no
habló del aborto, pero sigue en boga la idea de que la mujer no puede decidir
sobre la vida que se gesta en su vientre. (Curiosamente, durante la mayor parte
de la historia cristiana, como no se comprendía la biología de la concepción,
las autoridades pensaban que la vida comenzaba con el movimiento del feto en la
matriz, y el aborto antes de ese momento no se consideraba ilegal o inmoral.)
Hasta hace poco Chile
era uno de los pocos países del mundo que penalizaba el aborto en todos los
casos. En septiembre de 2017 se aprobó el aborto en tres circunstancias: cuando
el embarazo suponía un riesgo para la vida de la embarazada, cuando el feto no es
viable y cuando el embarazo es resultado de una violación. Michelle Bachelet, en
la campaña previa a su segunda presidencia, había prometido mejorar la
legislación sobre aborto. Cumplió, un hecho insólito en una región acostumbrada
a que las promesas de campaña no se cumplan.
En octubre de 2012,
durante el gobierno de José Mujica, se aprobó en Uruguay el aborto, que desde
entonces es legal durante las primeras 12 semanas de embarazo. Aunque esta
reforma se podría leer como un avance llevado adelante por un gobernante
progresista, el experto Gerardo Caetano recuerda que durante su mandato, Mujica
apoyó propuestas que al inicio no compartía, entre las que incluye notables
avances como la despenalización del consumo de marihuana y del aborto y la
aprobación del matrimonio igualitario.
El pasado agosto el
senado argentino rechazó un proyecto para despenalizar el aborto hasta la
semana 14. En Argentina el aborto solo se permite cuando el embarazo pone en
peligro la vida o la salud de la mujer y en caso de violación. El debate
público fue intenso y resonó en varios países de la región. El tema no podrá
ser tratado hasta el siguiente año parlamentario. Esperemos que Argentina
finalmente lo despenalice, y que el resto de Latinoamérica no tarde décadas en
alcanzar lo que ya se ha conseguido en medio mundo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario