Mario Vargas Llosa cuenta –en el prólogo
de una edición de los cuentos completos del argentino– que la metamorfosis más
notable de la que ha sido testigo es la de Julio Cortázar, que ya próximo a los
cincuenta años pasó de ser un hombre solitario dedicado casi a tiempo completo
a la literatura y al arte, y que miraba la realidad desde una perspectiva supersticiosa,
a ser además un activista político. Cuenta que este Cortázar ya transformado lo
visitó en Londres y «me hizo llevarlo a comprar revistar eróticas y hablaba de
marihuana, de mujeres, de revolución, como antes de jazz y de fantasmas».
El propio Cortázar señala
–en Clases de literatura– que
ese cambio tuvo lugar luego de su visita a Cuba en 1961. Cuando volvió a Paris
se sintió distinto:
En
ese momento, por una especie de brusca revelación –y la palabra no es
exagerada–, sentí que no sólo era argentino: era latinoamericano, y ese
fenómeno de tentativa de liberación y de conquista de una soberanía a la que
acababa de asistir era el catalizador, lo que me había revelado y demostrado
que no solamente yo era un latinoamericano que estaba viviendo eso de cerca
sino que además me mostraba una obligación, un deber. Me di cuenta de que ser
un escritor latinoamericano significaba fundamentalmente que había que ser un
latinoamericano escritor: había que invertir los términos y la condición de
latinoamericano, con todo lo que comportaba de responsabilidad y deber, había
que ponerla también en el trabajo literario.
Pero su viuda y albacea,
Aurora Bernárdez, creía que la transformación de Cortázar no ocurrió de golpe
sino que fue paulatina, una lenta evolución, y señala como uno de sus hitos el
viaje que ambos hicieron a la India, en el que fueron testigos de escenas de
miseria atroces.
Como quiera que haya sido
la conversión de Cortázar en activista político, lenta o acelerada, lo cierto
es que aprovechó su fama como autor de ficción para hacer escuchar su voz de
apoyo a los gobiernos latinoamericanos que en esos años intentaron llevar a
cabo importantes reformas sociales, como el Chile de Allende o el sandinismo de
los ochenta. Su activismo incluyó además nobles gestos como el de destinar los
recursos obtenidos con Libro de
Manuel a los familiares de las víctimas de desaparición forzada
durante la última dictadura militar que padeció Argentina.
Imagen tomada de
http://cronicasyversiones.com/?p=5183
Lo peor que se puede
decir de la arriesgada apuesta política de Cortázar es que prefirió no hablar
de los defectos de los gobiernos que apoyó. Pero otros autores han hablado
hasta el cansancio al respecto, autores que suelen olvidar que los intentos
reformistas de esos gobiernos fueron, sin excepción, ahogados por el enorme
poder de Estados Unidos.
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