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28/11/25

Julius Nyerere

Por Eduardo Galeano

En el crepúsculo del siglo veinte y de su propia vida, Julius Nyerere conversó con la comunidad internacional. O sea: los jefes del Banco Mundial lo recibieron en Washington.

Nyerere había sido el primer presidente de Tanzania, después de mucho pelear contra el poder colonial; y había creído en la independencia y había querido que ella fuera mucho más que un saludo a la bandera.

¿Por qué ha fracasado usted? –le preguntaron los altos expertos internacionales.

Nyerere respondió:

El Imperio Británico nos dejó un país donde casi todos eran analfabetos y habla dos ingenieros y doce médicos. Al fin de mi gobierno, casi no habla analfabetos, y teníamos miles de ingenieros y de médicos. Yo dejé el gobierno en 1985. Han pasado trece años. Ahora, tenemos muchos menos niños en las escuelas, un tercio menos, y la salud pública y los servicios sociales están en la ruina. En estos trece años, Tanzania ha hecho todo lo que el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional exigieron que se hiciera para modernizar el país.

Y Julius Nyerere devolvió la pregunta:

¿Por qué han fracasado ustedes?

Fuente: Galeano, E. (2004), Bocas del tiempo, Siglo XXI, México, D.F.

21/11/25

Sahagún

Por Eduardo Galeano

1583

Tlatelolco

Solaestoy, solaestoy, canta la torcaza.

Una mujer ofrece flores a una piedra hecha pedazos:

–Señor –dice la mujer a la piedra–. Señor, cómo has sufrido.

Los viejos sabios indígenas ofrecen su testimonio a fray Bernardino de Sahagún: «Que nos dejen morir», piden, «ya que han muerto nuestros dioses».

Fray Bernardino de Ribeira, natural de Sahagún: hijo de san Francisco, pies descalzos, sotana de parches, buscador de la plenitud del Paraíso, buscador de la memoria de estos pueblos vencidos: más de cuarenta años lleva Sahagún recorriendo comarcas de México, el señorío de Huexotzingo, la Tula de los toltecas, la región de Texcoco, para rescatar las imágenes y las palabras de los tiempos pasados. En los doce libros de la Historia general de las cosas de la Nueva España, Sahagún y sus jóvenes ayudantes han salvado y reunido las voces antiguas, las fiestas de los indios, sus ritos, sus dioses, su modo de contar el paso de los años y de los astros, sus mitos, sus poemas, su medicina, sus relatos de épocas remotas y de la reciente invasión europea... La historia canta en esta primera gran obra de la antropología americana. 

Hace seis años, el rey Felipe II mandó arrancar esos manuscritos de manos de Sahagún, y todos los códices indígenas por él copiados y traducidos, sin que dellos quede original ni traslado alguno. ¿Dónde habrán ido a parar esos libros sospechosos de perpetuar y divulgar idolatrías? Nadie sabe. El Consejo de Indias no ha respondido a ninguna de las súplicas del desesperado autor y recopilador. ¿Qué ha hecho el rey con estos cuarenta años de la vida de Sahagún y varios siglos de la vida de México? Dicen en Madrid que se han usado sus páginas para envolver especias.

El viejo Sahagún no se da por vencido. A los ochenta años largos, aprieta contra el pecho unos pocos papeles salvados del desastre, y dicta a sus alumnos, en Tlatelolco, las primeras líneas de una obra nueva, que se llamará Arte adivinatoria. Luego, se pondrá a trabajar en un calendario mexicano completo. Cuando acabe el calendario, comenzará el diccionario náhuatl-castellano-latín. Y no bien termine el diccionario...

Afuera aúllan los perros, temiendo lluvia.

Fuente: Galeano, E. (1982), Memoria del fuego I. Los nacimientos, Siglo XXI, México, D.F.

14/11/25

Lautréamont

Por Eduardo Galeano

1850

Montevideo

En el puerto de Montevideo ha nacido Isidoro Ducasse. Una doble muralla de fortificaciones separa del campo a la ciudad sitiada. Isidoro crece aturdido por los cañonazos y viendo pasar moribundos que cuelgan de los caballos.

Sus zapatos caminan hacia la mar. Plantado en la arena, cara al viento, él pregunta a la mar adónde se va la música después que sale del violín, y adónde se va el sol cuando llega la noche, y adónde los muertos. Isidoro pregunta a la mar adónde se fue la madre, aquella mujer que él no puede recordar, ni debe nombrar, ni sabe imaginar. Alguien le ha dicho que los demás muertos la echaron del cementerio. Nada contesta la mar, que tanto conversa; y el niño huye barranca arriba y llorando abraza con todas sus fuerzas un árbol enorme, para que no se caiga.

1870

París

Era de hablar atropellado y se cansaba por nada. Pasaba las noches ante el piano, haciendo acordes y palabras, y al amanecer daban lástima sus ojos de fiebre.

Isidoro Ducasse, el imaginario conde de Lautréamont, ha muerto. El niño nacido y crecido en la guerra de Montevideo, el niño aquel que hacía preguntas al río-mar, ha muerto en un hotel de París. El editor no se había atrevido a enviar sus Cantos a las librerías.

Lautréamont había escrito himnos al piojo y al pederasta. Había cantado al farol rojo de los prostíbulos y a los insectos que prefieren la sangre al vino. Había increpado al dios borracho que nos creó y había proclamado que más vale nacer del vientre de una hembra de tiburón. Se había precipitado al abismo, piltrafa humana capaz de belleza y locura, y a lo largo de su caída había descubierto imágenes feroces y palabras asombrosas. Cada página que escribió grita cuando la rasgan.

Fuente: Galeano, E. (1984), Memoria del fuego 2: Las caras y las máscaras, Siglo Veintiuno, Buenos Aires.

7/11/25

Ventana sobre el miedo

Por Eduardo Galeano

El hambre desayuna miedo. El miedo al silencio aturde las calles. El miedo amenaza:

Si usted ama, tendrá sida.

Si fuma, tendrá cáncer.

Si respira, tendrá contaminación.

Si bebe, tendrá accidentes.

Si come, tendrá colesterol.

Si habla, tendrá desempleo.

Si camina, tendrá violencia.

Si piensa, tendrá angustia.

Si duda, tendrá locura.

Si siente, tendrá soledad.

Fuente: Galeano, E. (1993), Las palabras andantes, Siglo Veintiuno, México, D.F.