Por Eduardo Galeano
En
el año 234 antes de Cristo, un sabio llamado Eratóstenes clavó una vara, al
mediodía, en la ciudad de Alejandría, y le midió la sombra.
Un año después, exactamente a la misma
hora del mismo día, clavó la misma vara en la ciudad de Asuán, y comprobó que
no hacía ninguna sombra.
Eratóstenes dedujo que la diferencia entre
una sombra y ninguna sombra confirmaba que el mundo era una esfera y no un
plato. Entonces hizo medir la distancia entre las dos ciudades, a paso de
hombre, y a partir de esa información intentó calcular cuánto medía la cintura
del mundo.
Se equivocó en noventa kilómetros.
Fuente:
Galeano, E. (2012), Los hijos de los días, Siglo Veintiuno, Buenos Aires.
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