15/8/25

El cuerpo es un pecado

Por Eduardo Galeano

En 1854, al cabo de seis años de matrimonio, se divorció el escritor inglés John Ruskin.

Su mujer alegó que él no había cumplido nunca con su deber conyugal, y él se justificó asegurando que ella padecía una anomalía monstruosa.

Ruskin era el crítico de arte más respetado en la Inglaterra victoriana.

Él había visto una incontable cantidad de mujeres desnudas, pintadas, dibujadas o esculpidas, pero no había visto ninguna con vello púbico, ni en la tela, ni en el mármol, ni mucho menos en la cama.

Cuando lo descubrió, en su noche de bodas, la revelación del pelo entre las piernas le arruinó el matrimonio. Esa anomalía monstruosa era una indecencia de la naturaleza, indigna de una dama bien educada y quizás típica de las negras salvajes, que en las selvas se exhiben desnudas, como si todo el cuerpo fuera cara.

Fuente: Galeano, E. (2016), El cazador de historias, Siglo XXI, Ciudad de México.

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