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8/8/25

El precio del arte

Por Eduardo Galeano

Europa había tenido la gentileza de civilizar el África negra. Le había roto el mapa y se había tragado sus pedazos; le había robado el oro, el marfil y los diamantes; le había arrancado a sus hijos más fuertes y los había vendido en los mercados de esclavos.

Para completar la educación de los negros, Europa les obsequió numerosas invasiones militares de castigo y escarmiento.

A fines del siglo diecinueve, los soldados británicos llevaron a cabo, en el reino de Benín, una de esas operaciones pedagógicas. Después de la carnicería, y antes del incendio, se llevaron el botín. Era la mayor colección de arte africano jamás reunida: una enorme cantidad de máscaras, esculturas y tallas arrancadas de los santuarios que les daban vida y amparo.

Esas obras venían de mil años de historia. Su perturbadora belleza despertó, en Londres, alguna curiosidad y ninguna admiración. Los frutos del zoológico africano sólo interesaban a los coleccionistas excéntricos y a los museos dedicados a las costumbres primitivas. Pero cuando la reina Victoria mandó el botín a remate, el dinero alcanzó para pagar todos los gastos de su expedición militar.

El arte de Benín financió, así, la devastación del reino donde ese arte había nacido y sido.

Fuente: Galeano, E. (2004), Bocas del tiempo, Siglo XXI, México, D.F.

1/8/25

La Triple Infamia

Por Eduardo Galeano

1865

Buenos Aires

Mientras en Norteamérica la historia gana una guerra, en América del sur se desencadena otra guerra que la historia perderá. Buenos Aires, Río de Janeiro y Montevideo, los tres puertos que hace medio siglo aniquilaron a José Artigas, se disponen a arrasar el Paraguay.

Bajo las sucesivas dictaduras de Gaspar Rodríguez de Francia, Carlos Antonio López y su hijo Francisco Solano, caudillos de muy absoluto poder, el Paraguay se ha convertido en ejemplo peligroso. Corren los vecinos grave riesgo de contagio: en el Paraguay no mandan los terratenientes, ni los mercaderes especulan, ni asfixian los usureros. Bloqueado desde afuera, el país ha crecido hacia adentro, y sigue creciendo, sin obedecer al mercado mundial ni al capital extranjero. Mientras los demás patalean, ahorcados por sus deudas, el Paraguay no debe un centavo a nadie y camina con sus propias piernas.

El embajador británico en Buenos Aires, Edward Thornton, es el supremo sacerdote de la feroz ceremonia de exorcismo. Argentina, Brasil y Uruguay conjurarán al demonio clavando bayonetas en el pecho de los soberbios.

Fuente: Galeano, E. (1984), Memoria del fuego 2: Las caras y las máscaras, Siglo Veintiuno, Buenos Aires.